Europa está enferma

El Viejo Continente presencia el auge de movimientos de derecha extrema y de populismos, de derecha o de izquierda, que arremeten contra los partidos políticos tradicionales y abogan por el repliegue a las fronteras nacionales en contraposición al proyecto de integración que, desde finales de los años 50, apunta a una Europa fuerte y unida.

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Se sienten "ciudadanos de segun da clase", como lo expresa Werner Farkas en Austria.

Óscar Lind, economista, se dice decepcionado por la falta de visión del Gobierno respecto al problema de la inmigración. Por eso, apoya al partido de ultraderecha Demócratas Suecos.

Para Mark Cserepes, estudiante húngaro, solo el Jobbik (Movimiento por una Hungría Mejor, de derecha extrema) "está hablando de los problemas reales".

Ellos y otros resumieron a The New York Times el porqué de su desencanto con los partidos políticos tradicionales.

El rechazo a la inmigración, que consideran una amenaza a sus beneficios socioeconómicos; el temor a que los venidos de fuera, sobre los musulmanes, también atenten contra su identidad y los cuestionamientos al proyecto de integración que arrancó a finales de los años 50, son expresiones de una Europa sumida en una crisis grave y que, para voces académicas, ha perdido el norte.

Esas percepciones están alimentado el surgimiento y expansión de grupos populistas, como el Movimiento Cinco Estrellas, y partidos de derecha extrema que han ido ganando terreno político y que, como el Frente Nacional francés, aspiran a ganar más, inclusive la Presidencia.

El Viejo Continente, en especial los países integrados en la Unión Europea (UE), enfrenta los embates del populismo de izquierda y de derecha, cada uno con su visión de los problemas y de las supuestas soluciones.

Los extremos de la izquierda y la derecha concuerdan en su no al establishment político y apelan al nacionalismo y el soberanismo para rescatar los valores y esencia nacionales que consideran que están en jaque.

Es la Europa de hoy: atenazada por el miedo, la duda, la desconfianza y la incertidumbre.

La enfermedad sin cura. "La Unión Europea está enferma política, económica y socialmente", concluye el experto en conflictos internacionales Antonio Barrios Oviedo, un criterio que también comparte Ana Marina Hidalgo, especialista en Relaciones Internacionales graduadas en el Instituto de Estudios Europeos de Turín.

¿Las causas? Los analistas identifican varias: la creciente inmigración en los últimos años desde Oriente Medio y África del Norte, la crisis económica del 2008 que trajo recesión, alza en el desempleo y estrictas medidas de austeridad para encarar el abultado endeudamiento.

También se suma el descontento de sectores de la población con sus dirigentes nacionales y con la Unión Europea.

"Una gran parte de la responsabilidad le cae a la tecnocracia de Bruselas, encerrada en su torre de marfil, que no descubre que había una insatisfacción de la gente con el esquema de integración", puntualiza el politólogo Constantino Urcuyo.

En efecto, muchos de los dardos apuntan a la UE que, para Barrios, "es un proyecto que está agotado, que no tiene nada más nuevo qué ofrecer".

Los populistas y la ultraderecha buscan sacar provecho de este malestar. No es casual que sus propuestas incluyan la salida de la UE y del euro, el rechazo a la globalización y la apelación a la soberanía como contraposición.

La bloguera Clara Pérez Bocanegra, vinculada con el Real Instituto Elcano, de España, resalta que se es testigo de "la manifestación del localismo frente al actual orden mundial de internacionalismo. La soberanía frente a la globalización".

Que esta tendencia es real la confirmó el presidente de EE. UU., Barack Obama, quien en su visita de despedida a Europa, el mes anterior, advirtió sobre el peligro del "nacionalismo burdo" como reacción a la globalización. También pidió atención a los reclamos de marginación y desigualdad de quienes se consideran perdedores del proceso.

El euroescepticismo recibió un espaldarazo cuando el Reino Unido votó en junio por irse de la UE, y en Francia Marine Le Pen, si gana la Presidencia, llamaría a un referendo sobre la presencia del país en el bloque.

Pruebas y desafío. Los especialistas concuerdan en que Europa enfrenta un desafío de populistas y extremistas de derecha que no debe desdeñarse.

El 2017 será año de elecciones en Francia (presidenciales), Alemania y Holanda (legislativas en estos) y en los tres países la ultraderecha xenófoba y racista ha ido escalando posiciones.

El 4 de diciembre, el Partido de la Libertad (FÖP) estuvo cerca de alzarse con la Presidencia en Austria y en Francia es muy probable que Le Pen dispute el palacio del Elíseo en segunda ronda, en mayo.

El Partido de la Libertad de Geert Wilders podría lograr ganancias en Holanda a costa de liberales y socialdemócratas.

Ana Marina Hidalgo señala que existe el riesgo de que el avance de grupos como esos implique, al menos "una regresión" para libertades individuales y otras conquistas que podrían ser eliminadas o restringidas.

En esta misma línea, el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores advierte: "El orden liberal de Europa podría sucumbir el próximo año. Acosado desde todas las direcciones, podría ser incapaz de soportar la presión", víctima de un populismo de izquierda y derecha.

Barrios no es tan pesimista y señala que la UE tiene un andamiaje institucional que no permitiría que la ultraderecha pueda gobernar son contrapesos.

Para Urcuyo, el peligro es real, pero diferente de un país a otro, según haya fuerzas capaces de salirles al paso a los radicales.

Eso sí, la Europa del momento no está para tafetanes.