Violencia cambia estilo de vida de jóvenes en el Istmo

Muchachos deben considerar cómo vestirse, cortarse el cabello y caminar

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San Salvador. AFP. La inseguridad impuesta por las pandillas y los planes represivos del Estado llevaron a jóvenes de Guatemala , El Salvador y Honduras a adaptarse a una vida de reclusión, sin diversiones y pocas oportunidades, para eludir una violencia que no da señales de revertirse.

En los tres países del Triángulo Norte de Centroamérica, 6,5 millones de jóvenes de 15 a 24 años (21,6% de la población) afrontan a diario decisiones vitales de supervivencia en la región sin guerra con mayor índice de homicidios en el mundo.

Cómo vestirse, qué zapatos usar, el más apropiado corte de cabello, los lugares más seguros para visitar y las calles por recorrer son decisiones cotidianas y vitales.

“Es loco. No se pueden usar zapatos de marcas específicas porque son del estilo pandillero y te pueden confundir”, dice Mauricio Cornejo (18 años), mientras camina por una calle capitalina disputada palmo a palmo por la Mara Salvatrucha (MS-13) y la Barrio 18.

El panorama es similar en ciudades hondureñas: “No se puede usar gorra con la visera plana, ni atrás, ni al lado; las camisas tienen que ser ni muy flojas ni muy ajustadas; si uno camina como ellos lo detienen para interrogarlo”, narra Arnulfo, de 22 años, vecino de colonia La Sosa, al oeste de Tegucigalpa.

“Un adolescente ahora debe tener claro dónde pone un pie, tiene que conocer el territorio, porque si no lo hace expone su vida”, advierte Silvia Bonilla, presidenta de la fundación Mujer Legal, quien lidera el programa Construyamos Conciencia en escuelas y cárceles de menores en San Salvador.

Zona peligrosa. En la enconada lucha entre bandas por el control de territorios, centenares de jóvenes han perdido la vida, muchos de ellos inocentemente, porque fueron confundidos con mareros o porque cometieron el error de caminar por una calle en disputa.

El Triángulo Norte, según cifras oficiales, cerró el 2014 con 15.802 homicidios, y está por culminar un nuevo año de cifras lapidarias: de enero a setiembre del 2015 hubo en Guatemala 4.281 asesinatos y en El Salvador, 4.942. Honduras en el primer semestre sumaba 2.628 homicidios.

Más de 50% de las víctimas en los tres países son jóvenes menores de 25 años.

Esa lucha es “para mantener el poder en ciertos territorios y por eso usan la fuerza ilimitada, como asesinato y hasta desmembramiento de rivales”, afirma el exviceministro de Gobernación de Guatemala, Mario Mérida.

La escalada de violencia refleja “el fracaso de las políticas de mano dura”, resume Carolina Orellana, de la Coalición Centroamericana de Prevención de la Violencia, que aglutina a unas 30 ONG en los tres países.

Las pandillas han modificado los patrones de libertad en centenares de comunidades mediante el terror: homicidios, extorsiones y el reclutamiento casi forzoso que, en muchos casos, genera deserción escolar.

Los jóvenes tienen pocas oportunidades laborales y, en caso de conseguirlas, los patronos les exigen demostrar con certificaciones que están libres de delitos.

“Los muchachos son nuestro presente. Evitar su ingreso a la violencia pasa por construir alternativas productivas con ayuda de la cooperación internacional”, resume Carlos Navarro, coordinador en Honduras de un programa que busca involucrar a estudiantes de las escuelas en su tiempo libre.