Una ciudad de California aprende a vivir sin agua

Falta del líquido afecta la agricultura y las actividades diarias de los vecinos

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Porterville. AFP. Frente a la sede de bomberos de la ciudad de Porterville, en California, Pete Rodríguez rellena desde lo alto de su camioneta una docena de cubos de agua de un cisterna: lo hace con esmero, porque atrás otro chofer espera impaciente su turno para hacer lo mismo.

Rodríguez forma parte del centenar de vecinos y comerciantes de esta pequeña localidad del Valle Central de California que no tienen agua por culpa de la terrible sequía que desde hace tres años afecta esta zona del oeste de Estados Unidos.

“Tengo dos baldes cerca de los baños y otro en la ducha”, explicó Pete, al relatar parte de las penurias que debe vivir ante esta situación extrema.

Solo unas 430 de las 450.000 personas que viven en el condado de Tulare, al que pertenece Porterville, tienen el servicio de agua corriente actualmente.

“Son datos sin precedentes en California”, sostuvo el director del Centro para la Gestión de Emergencias, Andrew Lockman.

“Estas personas ya no tienen agua para jalar la cadena de los retretes; tampoco para ducharse ni lavar la ropa, lavarse los dientes o cocinar”, agregó el coordinador de Emergencias. Esta situación “supone un problema para la salud pública de esta ciudad”.

Los pozos privados que antes abastecían a miles de casas están secos luego de años, sin que haya caído la lluvia suficiente para alimentar las capas freáticas.

La sequía también ha perjudicado los miles de campos agrícolas del Valle Central que, históricamente, han dado la mayoría de frutas y legumbres al mercado estadounidense.

Medidas. Las autoridades estadounidenses quieren construir redes de distribución centralizadas para solucionar este problema, pero el proyecto, en discusión, requiere de un alto presupuesto y tardaría varios años para completarse.

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A la espera, los servicios de Emergencias intentan aliviar esta situación con los únicos remedios que están a su alcance: repartir agua a los afectados.

Frente a la estación de bomberos de Porterville se ha instalado un cisterna con “agua limpia, pero no potable”, que sirve para que los residentes puedan lavar la ropa o bañarse, cuenta Lockman.

“Me da miedo que la gente se ponga enferma con esta agua”, manifestó Donna, una vecina jubilada de 71 años.

Entre los principales afectados hay familias con bebés y personas mayores que ya no pueden cargar baldes de agua mientras conducen su camioneta.

“El problema es que hay muchas personas afectadas que son demasiado orgullosas y no se atreven a pedir ayuda”, dijo Donna.

Ella también pasó por ese proceso de negación. “Me costó aceptarlo. Uno dice ‘esto pasa en los países del tercer mundo’, pero también pasa en Estados Unidos”, afirmó.

No muy lejos vive Jessie Coates, concentrado en lavar la ropa en el patio de su casa. En una pila remueve y voltea las prendas. Los platos sucios esperan en otro balde.

Coates ha quitado los grifos de su cocina, inutilizados desde hace tiempo, y ha puesto a un lado del fregadero un balde con agua.

“Tengo los brazos destrozados de cargar agua”, relató el hombre.

Donna cuenta que las familias con mayores recursos económicos también sufren estas penurias. Aunque tienen dinero para construir nuevos pozos o sistemas para abastecerse, no encuentran quién haga las obras porque hay una lista de espera de 18 meses.

Ante la dificultad de vivir cada día sin agua, y sin perspectivas de mejora, Eddy se plantea mudarse a otro lugar, aunque, por el momento, no hay quién compre una casa que no tiene agua corriente.

Pete bromea y dice que luego de cargar tantos baldes ha “perdido esto” y señala su barriga.