La extrema derecha sueña con retornar al gobierno en Austria

Sondeos de intención de voto parecen mostrar que escándalo de corrupción, que le costó salida del poder, no golpea demasiado al FPO

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Viena. A pesar de que muchos anunciaban su fin tras el escándalo de corrupción Ibizagate que lo obligó a dejar la coalición de gobierno hace cuatro meses, el Partido de la Libertad de Austria (FPO, extrema derecha) espera volver al poder tras las elecciones legislativas anticipadas del domingo.

Fundado por exnazis e influido por corrientes nacionalistas y liberales, el FPO mantiene firme su base electoral, que parece impermeable a las acusaciones de corrupción contra sus dirigentes.

“El objetivo es al menos el 20%” en la elección del domingo, afirmó Michael Oberlechner, un representante de la agrupación en Viena, quien observa con satisfacción a los militantes reunidos en torno a las mesas de madera colocadas para la “fiesta de la cerveza” del partido celebrada día atrás.

En ese evento de campaña estuvieron presentes el nuevo jefe del partido, Norbert Hofer, pero también, y de manera más sorprendente, su antecesor Heinz-Christian Strache, caído en desgracia meses atrás y aclamado por la militancia.

Strache, el hombre que llevó a la ultraderecha al poder en el 2017 en coalición con la derecha de Sebastian Kurz, fue también quien hundió al partido en una crisis inédita.

En mayo, un video filmado en Ibiza reveló conversaciones con una mujer que se presentó como la sobrina de un oligarca ruso, y a la cual explicaba cómo financiar al FPO de manera oculta.

Forzado a abandonar la presidencia del partido que dirigió durante 14 años, y dejar su puesto de vicecanciller en el gobierno, este vienés de 50 años se mantiene omnipresente en la batalla electoral que lleva adelante la ultraderecha para volver al poder.

Su esposa Philippa, por primera vez candidata, fue impulsada al tercer lugar en la lista del FPO en Viena.

‘Perdón’ por el escándalo

“Es una pena por Strache porque lo descubrieron, pero todos los partidos políticos tienen sus escándalos”, relativiza Manfred Schneider, empleado de banca de 55 años, sintetizando un sentimiento muy frecuente entre los simpatizantes del FPO consultados por la AFP.

Para el analista político Johannes Huber, “nadie encuentra escandaloso lo que dice Strache en la filmación, sino más bien el hecho de que lo hayan pillado”. “Interesa más saber quién está detrás de la trampa que el contenido del film”, precis

Diez días después de que los medios alemanes Der Spiegel y Süddeutsche Zeitung revelasen el Ibizagate, el FPO obtuvo 17% en las elecciones europeas, un retroceso muy limitado con respecto a la anterior elección del 2014 (19,7%)

Para los comicios del domingo, registra una intención de voto del 20%, un resultado que marcaría una pérdida de apoyo clara respecto al 2017 (26%), pero que de ningún modo es un derrumbe.

Esta resiliencia del partido llama la atención a los observadores de la vida política austriaca.

“La época en la que la base del FPO eran votantes contestatarios forma parte del pasado. El partido supo construirse una base importante de votantes fieles”, indicó el semanario Profil.

Para el periodista Armin Wolf, figura de la televisión pública, la receta del FPO y los partidos populistas reside en su capacidad de seducir a los electores "no solo a pesar de sus escándalos, sin precisamente gracias a ese tipo de comportamiento" que desentona con el "dictado de lo políticamente correcto".

El FPO fue creado en 1956 a partir de la Unión de los Independientes, que reunía en los primeros años de posguerra a exnazis privados de sus derechos cívicos. Su primer líder fue un exoficial de la Waffen-SS, el cuerpo de combate de élite de las Schutzstaffel de Hitler.

El FPO trascendió las fronteras de Austria a fines de los años 1980, mucho antes de la ola de extrema derecha europea de estos últimos años. Con la llegada al mando de Jörg Haider, se convirtió en una máquina de guerra electoral basada en lemas xenófobos.

Strache tomó las riendas del partido en el 2005. Cercano a los neonazis en su juventud, desarrolló un discurso identitario y hostil al islam, y desempeñó un papel clave para acercar a los partidos nacionalistas en Europa y con Rusia.