Fieles atesoran sangre derramada por el beato Óscar Arnulfo Romero

Fieles corren a ver reliquia de camisa con sangre de monseñor, la cual visitará todas las parroquias de El Salvador

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San Salvador. Evelyn Artiga se persignó bajando su rostro y, tras recibir la bendición final de la misa, le dijo a sus dos amigas: “Nos vamos a la catedral para ver de cerca la camisa manchada con la sangre de monseñor Romero; es una gran reliquia”.

De esa forma, la joven alentó a sus compañeras, Amita y Emilda Torres, tía y sobrina, quienes llegaron ayer a la gran fiesta del ahora beato salvadoreño Óscar Arnulfo Romero.

Describir, con total seguridad, las emociones de los salvadoreños, por su “san Romero de América”, puede convertirse en un pecado de vanidad, sobre todo, si se cree que los aplausos, cantos y gritos de júbilo mostraron más que lo expresado por Amita Torres, quien mantuvo una firme, pero piadosa, mirada durante toda la ceremonia.

Esta mujer de pelo cano y fuerte contextura no pronunció palabra durante las dos horas y 45 minutos de la misa.

“Ella todo lo guarda en su corazón”, aclaró su sobrina, Emilda Torres, en alusión al pasaje bíblico de María ante su hijo clavado en la cruz, una imagen usada por muchos fieles al hablar del asesinato de monseñor Romero, el 24 de marzo de 1980.

Así, mientras Evelyn Artiga movía su “pueblo” de amigas a la catedral salvadoreña –donde se exhibió la camisa, reliquia del beato– y la segunda más joven del grupo, Emilda Torres, gritaba de júbilo, su veterana amiga, Amita Torres, sencillamente, respiró hondo y se puso a caminar.

Sangre de mártir. Precisamente, durante la ceremonia de ayer, uno de los momentos de más silencio llegó cuando se presentó la reliquia de Romero.

La camisa que vestía el día de su asesinato aún conserva rastros de su sangre, 35 años después del violento hecho.

“No alcanzo a ver, increíble cómo las religiosas han conservado todo”, expresó Julio Segura, en alusión a las monjas del Hospital de la Divina Providencia, donde se ubica la capilla en la cual fue asesinado Romero.

Esta reliquia saldrá a las parroquias de todo el país salvadoreño a fin de propiciar las oraciones de quienes siguen la figura de monseñor Romero.

San Romero. El regocijo de los asistentes también resultó muy sonoro de aplausos cuando se leyó la carta enviada por el papa Francisco, minutos antes de que finalizara la misa.

“Es momento favorable para una verdadera y propia reconciliación nacional ante los desafíos que hoy se afrontan”, se escuchó en la zona del templete, durante la lectura de la misiva.

De ahora en adelante, la jerarquía de la Iglesia católica de El Salvador se enfoca en el proceso de canonización de monseñor Romero.

Para este paso, se debe contar con un milagro concedido por su intercesión para llamarlo, oficialmente, “santo”.

Mientras llegan noticias sobre el nuevo peldaño al que debe subir el llamado “san Romero de América”, los feligreses de diferentes parroquias hacen sus números para seguir con esta celebración.

“Vamos a organizar algo grande, con música y oraciones, cuando las reliquias lleguen a nuestra parroquia”, dijo María Obando, quien viajó desde San Miguel, la provincia donde Romero nació y dio sus primeros pasos como sacerdote.

Su camisa con sangre es un símbolo clave para estos fieles, quienes no se quedan ahí: “Sigue la violencia, pero Romero no murió en vano, él nos enseñó a no callar”, dijo Obando.