Bernie Sanders: El rebelde improbable

Hace un año, Hillary Clinton tenía la nominación demócrata asegurada. Ahora, BERNIE SANDERS le pisa los talones y habla de una revolución política en Estados Unidos. ¿Puede un punk de 74 años gobernar?

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“Hace nueve meses, vinimos a este hermoso estado. No teníamos organización política, no teníamos dinero, nombre o reconocimiento, y nos estábamos enfrentando a la organización política más poderosa de Estados Unidos. Hoy, parece que estamos en un virtual empate”.

A estas palabras les sigue un estruendo tal que el hombre –de pie sobre un escenario, cabello blanco y calva, corbata azul medio desarreglada, un saco que parece ser demasiado grande para su torso ligeramente encorvado de anciano– no puede hacer más que detenerse un momento y reírse.

A Bernie Sanders le sobran razones para reírse. El precandidato del Partido Demócrata era un desconocido para la mayor parte del planeta hace menos de un año. Los medios de comunicación no mostraban su rostro ni mencionaban su nombre. Para casi todo el mundo, la candidatura demócrata ya era una certeza: 2016 era el año de Hillary Clinton, la exprimera dama y Secretaria de Estado de la administración Obama.

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El martes, las portadas de los diarios estadounidenses amanecieron con un titular que hasta hace poco se antojaba imposible: algunos hablaban de un empate; otros, de una victoria leve de Hillary. Los más liberales decían que el resultado era una victoria simbólica de Bernie Sanders, el hombre de 74 años que ha amasado un apoyo monumental blandiendo un estandarte que, históricamente, ha estado vetado en Estados Unidos: el del socialismo.

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Cuando se escucha hablar a Bernie Sanders, lo primero que resalta no es su mensaje en contra de Wall Street, sino su acento. Nació el 8 de setiembre de 1947, en Brooklyn, algo que se evidencia en cada uno de sus discursos, enmarcados por su dialecto neoyorquino. Sanders creció en un hogar humilde, con muchas limitaciones económicas, y en un apartamento diminuto.

Asistió a la Universidad de Chicago, donde dio sus primeros pasos en los movimientos de protesta en favor de los derechos humanos y en contra de la guerra en Vietnam. Sanders no era un buen estudiante, de acuerdo con un artículo publicado por la revista Time , que destaca el momento en que el decano de la universidad le pidió que se tomara un año libre como consecuencia de sus bajas calificaciones.

También se convirtió en activista en contra de la segregación racial, lo que le valió su primer arresto en 1963, por protestar en contra de las escuelas de Chicago que no aceptaban estudiantes de piel negra. En agosto de ese mismo año, Sanders marchó hacia Washington junto a otras 250.000 personas para escuchar a Marthin Luther King decir: “Yo tengo un sueño”.

En 1971 ingresó por primera vez al universo político de Estados Unidos, cuando se postuló al Senado de Vermont como candidato del partido Liberty Union, de raíces antibélicas y socialistas. Eran los setenta. Era la Guerra Fría. Por supuesto que perdió.

También perdió otras cinco elecciones –seis, si se cuenta haber perdido las elecciones a la presidencia de su colegio, cuando era un adolescente– hasta que, en 1981, comenzó una racha de cuatro períodos consecutivos como alcalde de Burlington, ciudad de Vermont.

Así se desempeñó hasta 1990, cuando ingresó a la Cámara de los Representantes del Congreso de Estados Unidos; fue el primer político independiente en ingresar en 40 años. Fue miembro de la cámara durante 17 años, es decir, ocho períodos consecutivos.

En el 2007 ingresó al Senado; durante su campaña previa, contó con el apoyo de varias fuerzas políticas jóvenes, como el de Barack Obama.

Su momento más notorio durante su paso por el Senado ocurrió el 10 de diciembre del 2010, cuando recurrió al filibusterismo –es decir, la técnica de obstruccionismo parlamentario en la que una persona mantiene un discurso durante un largo tiempo para evitar que una legislación sea votada– con el fin de evitar un recorte de impuestos que se arrastraba desde la administración Bush.

Sanders mantuvo la palabra durante ocho horas. Ese acto rebelde –y el discurso que pronunció– le ganaron el respeto de los sectores más liberales de Estados Unidos. Su disertación se convirtió en un libro que, de acuerdo con Sanders, le ha generado dádivas de $26.000 que han sido donadas por completo a caridad.

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Es difícil de imaginar una palabra más satanizada en el imaginario colectivo de Estados Unidos que socialista. “Sesenta años de Guerra Fría puede explicar por qué”, dijo la profesora Patricia Moynagh, de la Universidad Wagner College, en un artículo publicado en el sitio web del centro universitario. “La gente tiende a asociar ‘socialismo’ con lugares supuestamente malos: Corea del Norte, Cuba, la antigua Unión Soviética”. Muchos grupos en Estados Unidos tildan a Obama de socialista a modo de insulto.

Entonces, ¿cómo es posible que un hombre que se cataloga como socialista demócrata aspira a ser presidente del país y, más raro aun, parece tener posibilidades reales de –cuando menos– ser candidato del partido?

Luego de anunciar su candidatura por el Partido Demócrata en mayo pasado, Bernie Sanders no perdió tiempo en dejar clara su postura radical, que rompió por completo con la fórmula tradicional de los políticos estadounidenses. Por ejemplo, Sanders no acepta dinero de la deuda estatal ni de grandes corporaciones: todo su financiamiento viene de donaciones individuales o de sindicatos.

Pretende que el sistema de salud y la educación universitaria pública sean absolutamente gratuitos, y que sus costes provengan del cobro de impuestos a los millonarios. Es defensor de los derechos de las minorías, quiere aumentar el salario mínimo, apoyar a la clase trabajadora y a los migrantes. Su presencia en redes sociales es constante y cuenta con la mayor red de voluntarios entre todos los actuales precandidatos.

“Nada de eso me suena mal a mí”, dijo Sanders durante una entrevista con el comediante Seth Meyers, cuando se le preguntó si denominarse socialista podría herir sus posibilidades de dejarse la candidatura.

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Además, Sanders grabó su propio disco de folk , es protagonista de un videojuego y cuenta con el apoyo de una larguísima lista de personalidades dispares y heterogéneas, como Neil Young, Danny DeVito, Mark Ruffalo, Sarah Silverman, Will Ferrell, Susan Sarandon, entre muchísimas otros.

Por supuesto, sus ideas han sido puestas bajo lupa constantemente, sobre todo por el financiamiento de sus propuestas. De acuerdo con el Wall Street Journal , sus ideas tendrían un costo de $18 trillones.

Tal vez el mayor atractivo de Sanders, más que defender una ideología política, es su capacidad para mostrarse humano y compasivo, en lugar de soberbio y distante. En un discurso que ofreció para una pequeña comunidad en Vermont, recién anunciada su candidatura, Sanders dijo: “Los problemas a los que nos enfrentamos no vienen desde el cielo. Vienen de malas decisiones humanas. Solo los podremos solucionar con buenas decisiones humanas”.

Solo en los próximos meses sabremos si eso le alcanzará.