Activistas republicanos promueven voto para senadores, no para Donald Trump

Pensilvania, Carolina del Norte, Florida y Ohio son territorios clave en la contienda electoral

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Pensilvania, EE.UU.

Para un grupo de republicanos que usa vistosas camisetas anaranjadas, es como si Donald Trump no existiera. Estos activistas han estado recorriendo los vecindarios de Pensilvania, han hablado con la gente sobre lo mala que sería la demócrata Katie McGinty como senadora federal.

Su objetivo es salvar al senador republicano Pat Toomey —y más aún, el control del partido en el Senado; son empleados y voluntarios de Americans for Prosperity (Estadounidenses por la Prosperidad), el grupo financiado por los multimillonarios conservadores Charles y David Koch. En Carolina del Norte, Florida y Ohio se ven escenas similares.

Además de tener contiendas reñidas este año, esos cuatro estados son algunos de los campos de batalla más importantes en la contienda presidencial de Estados Unidos. Sin embargo, los activistas de Koch interactúan con millones de personas que podrían ser los electores más cruciales para Trump y se supone que no deben pronunciar el nombre del aspirante presidencial republicano y tampoco el de Hillary Clinton, una demócrata para la cual llevan años preparándose a atacar.

Cuatro años después de gastar fuertemente en un esfuerzo inútil por evitar que Barack Obama fuera elegido a un segundo mandato, los Koch han puesto todos sus recursos en la boleta. Y sus recursos son amplios: en los dos últimos años antes de los comicios habrán gastado $250 millones.

Nada con Trump. Los hermanos y muchos de sus amigos acaudalados que financian grupos políticos conocidos como la red Koch no están interesados en apoyar a Trump. En una entrevista en televisión en abril, Charles Koch dijo que Clinton y Trump son "ejemplos terribles" y calificó de "monstruosa" la propuesta de Trump de prohibir temporalmente la entrada a musulmanes a Estados Unidos.

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Desde entonces, mientras muchos republicanos no se deciden si apoyar o no a su candidato, los Koch nunca consideraron estancarse en la rivalidad a Trump-Clinton, a pesar de que algunos donantes los presionaron en una conferencia en agosto.

En lugar de eso, los grupos Koch han gastado $42 millones en anuncios de televisión, radio y medios digitales en las contiendas por el Senado. Hasta este mes, habían abandonado el pago a los medios, preservando su dinero para algo más importante: la promoción puerta a puerta.

El otro Trump. Y es que, frente a los comicios del 8 de noviembre, muchos estadounidenses están descubriendo a un Donald Trump que no corresponde con el que conocieron como conductor de los programas de televisión The Apprentice y Celebrity Apprentice, en los cuales representó a un hombre de negocios que parecía fabuloso.

Semana tras semana, año tras año, 14 temporadas de ambos programas lo representaron como un hombre inteligente, decidido, contundente, benévolo y rico, muy rico.

Esta imagen de un Trump que nunca se equivoca resultó ser la plataforma de lanzamiento ideal para una campaña presidencial que nadie habría imaginado entonces.

Sin embargo, nunca fue clara entonces la línea demarcatoria entre la realidad y lo mostrado en los programas, y esa diferencia sigue siento materia de discusión ahora, en varios aspectos.

Resulta que el lado invisible del conductor de los programas era más oscuro. Personas que trabajaron con Trump han dicho a The Associated Press (AP) que en sus años como jefe de los reality shows, Trump humilló reiteradamente a las mujeres con expresiones sexistas, calificaba a las concursantes por el tamaño de sus senos y hablaba sobre con cuáles le gustaría tener relaciones sexuales.

Una exconcursante, Summer Zervos, dijo el viernes que Trump le hizo varias insinuaciones sexuales no deseadas en el 2007, cuando se reunió con él en un hotel de Beverly Hills para hablar sobre un trabajo potencial. Zervos, que había competido en el programa en 2006, sostiene que durante esa reunión, Trump la besó con la boca abierta y le tocó los pechos.

La conducta abusivo de Trump hacia las mujeres no era evidente para los espectadores del programa de televisión.

El experto en cultura pop Robert Thompson opinó que el espectáculo resultó al final "muy, muy importante para la conformación y consolidación de la imagen de Donald Trump que luego llegaría a convertirse en el candidato del Partido Republicano".

"Si The Apprentice no se hubiera creado, no creo que Donald Trump estaría donde está ahora políticamente", agregó Thompson.

El magnate ya tenía una reputación descomunal cuando se lanzó The Apprentice en enero del 2004. En ese momento, el hombre de negocios con una habilidad especial para la autopromoción ya había subido muy alto y caído en desgracia financiera. Estaba tratando de repuntar financieramente, más centrado en vender licencias con su apellido que en construir inmuebles.

Para el programa de televisión no importaba el hecho de que Trump comenzó en los negocios con dinero heredado, que sus casinos iban a más bancarrotas, que sus negocios a menudo no eran tan rentables como él había insinuado o que sus proyectos dejaron atrás una fila de contratistas furiosos con facturas impagas.

A pesar de todo, Trump había hecho con mucho entusiasmo varias apariciones en películas y programas de televisión para promoverse como un titán de los negocios.