Tensiones y provocaciones dan signos de una nueva Guerra Fría

Analistas dicen que Moscú intenta aprovechar la relativa debilidad de Europa

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París. AFP. El mundo vuelve a tomar tintes de Guerra Fría, entre provocaciones y tensiones, pero más que un regreso a los viejos demonios, se dibuja una nueva relación de poder en la que Rusia se prepara a fin de ocupar un lugar importante.

Caza de un submarino fantasma en aguas territoriales suecas, alerta por la presencia de bombarderos rusos en los radares de la OTAN, accidente evitado de milagro entre un vuelo comercial escandinavo y un avión de reconocimiento ruso, la lista de incidentes no para de crecer y recuerda cosas que ya fueron vistas.

Como ocurrió en la Guerra Fría , la retórica vuelve a imponerse con su letanía de sospechas, acusaciones y malentendidos que caldean cada vez un poco más los ánimos.

El presidente ruso, Vladimir Putin, que abandonó antes de lo previsto la cumbre del G20 celebrada en Brisbane, acosado por las críticas occidentales , denunció en octubre los supuestos vencedores de la Guerra Fría que imponen su criterio y llevan al caos.

El último dirigente de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, se mostró igual de alarmista al predecir una nueva Guerra Fría, el pasado 9 de noviembre, en la celebración del 25.º aniversario de la caída del Muro de Berlín.

Falta camino. Sin embargo, faltan muchos elementos de la Guerra Fría en la situación actual.

“No hay confrontación militar similar a la que opuso a la OTAN y los miembros del Pacto de Varsovia. Hoy tanto Rusia como Occidente no están preparados para llevar a cabo ofensivas de calado”, apuntó Vladimir Evseiev, director del Centro de Estudios Políticos en Moscú.

“Tampoco hay confrontación ideológica. Está claro que existen diferencias, pero el telón de acero ya no existe y no volverá”, añadió el especialista.

“Sigue habiendo, eso sí, una lucha de influencia mundial y regional. Desde ese punto de vista, la Guerra Fría regresó, a menor escala, pero con verdaderos riesgos de escalada”, consideró Sergei Radchenko, experto sobre Rusia de la universidad británica de Aberystwyth.

Las nuevas tensiones sorprendieron a los occidentales, quienes se acostumbraron a unas relaciones apaciguadas con los países de la antigua URSS luego de la caída del Muro de Berlín, hasta el punto de considerar que su papel era marginal en lo que respecta a los asuntos mundiales.

“Occidente fue a menudo brutal con Rusia. Subestimó el nacionalismo ruso y el orgullo de los rusos. Rusia está dirigida por un hombre obsesionado con la grandeza rusa que, en vez de calmar las cosas, las endurece”, analizó Philippe Moreau-Defarges, investigador en el Instituto Francés de las Relaciones Internacionales (IFRI).

Moscú pasó de la cooperación al “niet” en numerosos asuntos, desde Ucrania a la crisis siria.

‘Paz fría’. “Los vemos reconstruir todos los pilares del orden europeo erigidos tras la Guerra Fría como los tratados de desarme y las grandes declaraciones de la OSCE (...) En el fondo, la idea de un espacio europeo de seguridad no interesa a Putin. Prefiere su sistema euroasiático (que integra a las antiguas repúblicas soviéticas) con su tratado militar, su organización económica”, aseguró Camille Grand, director de la Fundación para la Investigación Estratégica (FRS, por sus siglas en francés) en París.

En esta nueva configuración de ‘paz fría’, la cooperación ya no es el postulado de partida, aunque ambos bandos siguen vinculados por poderosos intereses políticos y económicos.

La OTAN aumentó sus actividades en el este y decidió crear una fuerza de reacción rápida para tranquilizar a sus aliados situados cerca de Rusia, una forma de señalar a Moscú los límites infranqueables.

“Putin funciona con una lógica de relaciones de poder”, manifestó Grand.

El líder del Kremlin intenta, sobre todo, sacar provecho de la relativa debilidad de una Europa dañada por la crisis del euro y de unos Estados Unidos a los que considera demasiado pasivos.

También quiere mirar hacia Asia, empezando por China, nueva potencia mundial, e inscribirse en un mundo multipolar.

“El riesgo es que se forme una coalición antioccidental”, subrayó Moreau-Desfarges.