Barack Obama gana su apuesta diplomática más arriesgada

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Washington. AFP. Cuando el presidente Barack Obama aceptó el Premio Nobel de la Paz al principio de su primer mandato en el 2009, reconoció la controversia que suscitó el reconocimiento y explicó que estaba apenas empezando su trabajo en la escena mundial.

Cerca de seis años más tarde, obtiene, gracias al acuerdo firmado con Teherán sobre su programa nuclear , un éxito diplomático indiscutible, que aleja la perspectiva de una intervención militar con consecuencias imprevisibles en una región muy inestable.

El acuerdo, por supuesto, tiene sus detractores , tanto en Estados Unidos como en otras partes del mundo, desde Israel hasta las monarquías sunitas del Golfo. Y aunque en las próximas semanas supere la delicada etapa de su aprobación en el Congreso, será necesario esperar varios años para calibrar su alcance real.

Sin embargo, el presidente puede ver legítimamente en el acuerdo la expresión concreta de uno de los principios fundamentales de su política exterior: darle una oportunidad al diálogo, incluso con los enemigos de Estados Unidos.

Hay que intentar encontrar sin descanso un equilibrio “entre aislamiento y cooperación, presiones y estímulos”, explicaba cuando recibió el Premio Nobel en Oslo en diciembre del 2009 , ocasión en la que insistió en su convicción de que “las sanciones sin la mano tendida y las condenas sin negociación” estaban abocadas al fracaso.

Si su predecesor George W. Bush diseñó una lista de países con los que no se podía negociar, su famoso “eje del mal” , Obama intentó con ellos una apertura, y en setiembre del 2013 llegó a cruzar una frontera impensable: mantuvo una conversación telefónica con su homólogo iraní, Hasán Ruhaní.

Treinta y cinco años después de la ruptura de sus relaciones diplomáticas tras la Revolución islámica y de la toma de rehenes en la embajada estadounidense en Teherán, los dos países, así como otros miembros del llamado Grupo 5+1, se pusieron de acuerdo en un documento que impide a Teherán dotarse de armas nucleares a cambio de un levantamiento de las sanciones que estrangulaban la economía iraní.

“Durante décadas nuestra política consistió en detener a Irán, no en cooperar o trabajar sobre el tema que fuere. Esto es un cambio fundamental”, subraya Aaron David Miller, del Wilson Center . “Estar a favor o en contra de este acuerdo es muy significativo”, agrega.

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Para Trita Parsi, del centro de reflexión National Iranian American Council , el texto aprobado en Viena es indiscutiblemente la obra maestra de la política exterior de Obama, quien dejará la Presidencia dentro de 18 meses.

A pesar de que el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, es “probablemente tema de conversación de un gran número de estadounidenses”, este acuerdo con la República islámica tendrá “consecuencias geopolíticas infinitamente más importantes”, estima.

A corto plazo, todas las miradas se dirigen al Congreso estadounidense , porque a pesar de que no tiene que ratificar el documento (pues no es un tratado), no obstante está en condiciones de bloquear su entrada en vigor, decisión que Obama puede vetar.

Si supera ese obstáculo, ¿qué lugar ocuparen los libros de historia este acuerdo extensa y duramente negociado durante cerca de dos años?

Algunos evocan el acercamiento entre Estados Unidos y China en la década de 1970 bajo la presidencia de Richard Nixon, quien realizó una visita histórica a Pekín en febrero de 1972.

Consciente de que este proceso no concita unanimidad, Obama pone en juego toda su influencia, y posiblemente su lugar en la historia.

“Mi nombre estará inscrito en este acuerdo”, explicó hace algunas semanas. “Nadie tiene más interés que yo en garantizar que se cumplirán las promesas”.