Mujeres del norte de Afganistán visten velo por temor a talibanes

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Mazar-I-Sharif, Afganistán. AFP Durante mucho tiempo las mujeres de Mazar-i-Sharif, ciudad liberal del norte de Afganistán, vivían relativamente tranquilas, pero con la perspectiva de negociaciones entre el poder y los insurgentes islamistas debieron resignarse y vestir un burka (velo integral).

“El ambiente está cambiando. Las mujeres cubren sus rostros en las calles de la ciudad. Y se esconden detrás de un burka porque tienen miedo de la llegada de los talibanes”, explica Hamid Safwat, responsable de un refugio que alberga a mujeres en dificultades.

“Tienen mucho miedo del plan de reconciliación con los talibanes”, agrega Safwat, en referencia a la política de acercamiento con ellos del presidente Hamid Karzai.

“Si los talibanes no están aquí físicamente, aún, su presencia, su proximidad, es perceptible”, deplora.

Las ONG de defensa de los derechos humanos temen que los islamistas exijan un paso atrás en lo que respecta a los derechos de las mujeres. Según Human Rights Watch, las mujeres ya conocen en las zonas controladas por los talibanes experiencias similares a las que vivieron a diario entre 1996 y 2001, cuando los talibanes dirigían el país, como la prohibición de ir a la escuela o de salir a la calle sin un pariente o sin burka.

Los talibanes estaban hasta ahora presentes en el sur, pero lo ocurrido en los últimos meses muestra que ganan terreno en el norte.

“Hasta hace poco, las mujeres de Mazar-i-Sharif pensaban que vivían en la parte más liberal y menos peligrosa del país. Ahora ya no es así”, estima Safwat.

“La mínima posibilidad de que lleguen los talibanes aterroriza a las mujeres, aterroriza a todo el mundo, porque aquí en el norte tienen mucho que perder”, lamenta.

“La vida de una mujer afgana ya es muy difícil, si el presidente Karzai negocia con los talibanes, y que estos obtienen más poder, las cosas van a empeorar”, señala Gul Andam, una joven que afirma ya tener suficientes problemas.

Unos años atrás sus hermanos querían organizarle un matrimonio, pero Gul ya se había unido religiosamente con un hombre, indicó.

Sus hermanos evocaron entonces la ‘zina’ (relaciones sexuales fuera del matrimonio), ante un tribunal que la condenó a un año de prisión. Una vez en libertad tuvo que buscar refugio para escapar a su familia, que aún quería obligarla a contraer matrimonio, agregó.

Las anécdotas sobre las mujeres comprometidas cuando son apenas niñas, golpeadas y violadas por sus maridos, convertidas en madres apenas el cuerpo se los permite, abundan en este país.

Y la perspectiva de un regreso de los talibanes en una sociedad conservadora no incita al optimismo.

“Lo peor que te puede pasar en Afganistán es ser una mujer”, estima Endy Hagen, una psicóloga alemana que trabaja en el refugio de Mazar-i-Sharif.

“La mayoría de las mujeres que huyen de sus hogares son jóvenes, son las que aun tienen fuerza para huir”, subraya.

Shabnam era aun una niña cuando su padre organizó su boda con un hombre para poder pagar una deuda. Tenía entonces unos 13 años, él rondaba los cincuenta.

“Mi padre era un hombre cruel”, dice hoy, con 17 años, sentada en el refugio.

“Me golpeaba, golpeaba a mi hermanos y hermanas”, cuenta.

Su marido continuó golpeándola “por todo y nada. Me encerraba, me impedía ver a mi familia. Me escapé dos veces, pero regresé, y siguió pegándome”, dice.