Los disparos de un soldado grafitero

En un país que se desangra por una guerra que estalló hace cinco años, Abu Malek a-Shami, un soldado rebelde sirio, llena las paredes de mensajes de esperanza y crítica social

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Cuando las armas no alcanzan, aún quedan las paredes, la pintura… el arte.

Al menos así funciona para Abu Malek a-Shami, artista callejero y soldado rebelde que ha convertido en lienzos los escombros de una de las ciudades más devastadas por la guerra civil siria.

Cuando tiene un mensaje que transmitir, cuando los bombardeos cesan y cuando encuentra pintura y brochas, Shami busca espacios limpios en medio del caos para disparar otro tipo de balas: esas que suenan a esperanza en un país en el cual ésta cada vez se diluye más.

Las azoteas caídas de los edificios son sus páginas en blanco. “Sugerí utilizar los techos destrozados e inclinados porque se pueden ver desde el suelo y desde arriba”, le dijo al medio Syria Direct. “Ésto, como un mensaje al mundo de que podemos crear algo hermoso de la destrucción y la ruina de la guerra”.

Con apenas 22 años, a Shami ya se le compara con renombrado artista y activista político inglés Bansky.

Llegó a Darayya, suburbio al suroeste Damasco, la capital, hace tres años para unirse al Ejército Libre de Siria. En el 2015, empezó a pintar. 32 de sus murales decoran hoy la ciudad con punzantes mensajes.

La sugerencia de utilizar los techos destruidos se la hizo al grafitero Majd Moadimani, conocido como el Ojo de Darayya, quien lo animó a practicar el arte callejero.

“Él estaba en mi base y vio las pinturas en las paredes. Me dijo que estaba pensando en usar este talento para decorar las calles de Darayya, llenas de destrucción. Me gustó la idea”, recuerda.

“Al principio, tenía miedo de cómo la gente reaccionaría a las pinturas en las paredes de sus casas demolidas", dice Shami. "Es un tema muy emocional. Aquí la gente ha perdido casi todo, y tiene una conexión muy fuerte con sus hogares”.

Cuando empezó, se limitó a llenar de color las paredes que no eran visibles, pero cuando publicó su primer mural en Internet, se percató de que la fuerte resonancia dentro y fuera de Darayya revelaba una buena recepción.

“La gente comenzó a preguntar quién estaba dibujando estos murales. Comenzaron a dar ideas, consejos y buenos lugares. Dieron críticas para que las pinturas fueran más hermosas y completas”, cuenta.

“El consejo y los comentarios de la gente me dieron mucha motivación para seguir adelante, para hacer nuevas pinturas. Después de mi primer grafiti, noté la cantidad de felicidad y optimismo que se extendió en los rostros de la gente bloqueada. Me hizo sentir el valor de mi trabajo, su impacto positivo".

En el frente

En un lugar donde la falta de alimentos, agua y electricidad es crónica, un mural cargado de contenido político apareció repentinamente –así como toda su obra– en la pared de un edificio en ruinas.

La imagen la protagonizaba una niña parada sobre una pila de cráneos que escribía una palabra en la pared: “esperanza”. Con ese mural, atrajo la atención del mundo.

Su primer disparo artístico, sin embargo, lo hizo en las ruinas de una casa: una niña señalaba un corazón y le enseñaba a un soldado sobre el amor antes de que partiera hacia las trincheras.

Cuando inició la guerra, en el 2011, Shami asistía a la escuela secundaria en Damasco. Su activismo no empezó con las armas… primero se unió pacíficamente a las protestas contra el régimen del presidente sirio, Bashar Al Assad. Sus dibujos vociferaban revolución.

Dos años más tarde, viajó a Darayya para unirse al Ejército Libre Sirio. En su primer día, le enseñaron a disparar un arma. El segundo día, fue enviado a la línea de combate. Fue hasta el 2014 cuando conoció a su mentor, Majd.

“Cuando llegué a Darayya, estaba completamente sorprendido”, le dijo a la BBC. “Había gran destrucción por todas partes y, en ese momento, el régimen estaba bombardeando al azar y atacando a las personas. La situación era lamentable, no podíamos soportarlo. Todo se estaba derrumbando”.

La devastación también alcanzó una de las tiendas de arte. Con el permiso del dueño de la tienda, Majd, Shami y otros más, escarbaban en los escombros para encontrar pinturas y brochas.

El riesgo de convertirse en el blanco de algún francotirador siempre existió. “Los mejores momentos (para pintar) eran las puestas del sol o los amaneceres, o cuando había calma en la ciudad”, cuenta. “A veces teníamos que hacerlo por la noche. Así que cada vez que había luna llena, aprovechaba para pintar murales. A veces también usaba la luz de mi teléfono móvil”.

Colores en el caos

Desde que era joven, dice, la pintura ha sido su pasatiempo. Ahora la utiliza como su megáfono. A pesar de todo, no se siente completamente libre para pintar.

“Las dificultades provienen de la realidad del sitio mismo. Uno no siempre tiene herramientas como pinturas o pinceles. Uno se ve obligado a buscar alternativas que sean menos efectivas”, asegura. “Tengo otras responsabilidades en la ciudad, y no hay experiencias académicas a través de las cuales desarrollar mi trabajo y darme suficiente experiencia técnica para llegar al profesionalismo”.

De hecho, antes de iniciada la revolución, pintar en las paredes con mensajes políticos o sociales era un crimen por el que Shami podía pasar el resto de su vida en prisión.

En el 2015, en una de las batallas quedó fuera de combate por una herida de guerra. La revolución y sus paredes tuvieron que esperar.

Su amigo, Majd, fue asesinado poco tiempo después. Durante cinco meses, Shami no pudo luchar ni pintar.

“En nuestra última conversación me dijo que yo necesitaba encontrar a alguien que me ayudara, y seguir pintando. Dijo que incluso si no encontraba a algún ayudante, las pinturas ya tenían un enorme impacto positivo. Parecía como si fuera su última voluntad”, detalla Shami.

“El primer mural que dibujé después de mi lesión fue en honor a la memoria de Majd. Él fue considerado un ícono de la documentación de la caída de las bombas de barril en Siria. Tengo la plena creencia de que este mensaje debe seguir enviándose por todo el tiempo que sea posible”.

Las víctimas

En cinco años, la guerra civil siria ha dejado más de 470.000 personas fallecidas, según un reciente informe del think tank Syrian Center for Policy Research.

La esperanza de vida en el país se ha reducido a 55.4 años, mientras que en el 2010, era de 70.5. En este período, según la ONU, son más de 11 millones de personas los que se han visto obligadas a dejar sus hogares buscando refugio dentro y fuera del país.

Este martes, la ONU reprochó el actuar de ambos bandos de la guerra. Responsabilizó a grupos armados opositores y al gobierno de Bashar Al Assad de cometer crímenes de guerra con el lanzamiento de bombardeos indiscriminados y el uso de armamento pesado contra áreas residenciales de Alepo, una de las zonas más violentamente golpeadas.

"Lo que estamos indicando aquí es que ambas partes del conflicto están cometiendo potencialmente crímenes de guerra", declaró en Ginebra la portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, Ravina Shamdasani. "Todas las partes de este guerra están actuando de una manera que provoca grandes cantidades de víctimas civiles y crea una atmósfera de terror para los que siguen viviendo en la ciudad".

Shami defiende que su lucha es noble. Algunas de sus pinturas aún mantienen sus líneas y colores, otros han perdido sus detalles por el continuo bombardeo.

Las fuerzas armadas del gobierno sirio tomaron la ciudad en agosto.

Shami huyó junto a cientos de personas a Idlib, ciudad controlada por rebeldes al norte del país. Antes de salir de la ciudad, tomó fotos de los murales y grafitis que pintó en los últimos años. Ahora continúa creando en las calles de Idlib.

Con su lucha, espera educar a los sirios sobre lo capaces que son de hacer. "Cuando comenzamos este levantamiento, fue por la libertad y la dignidad", asegura. "Nunca quisimos una pelea. La necesidad de llevar un arma fue empujada sobre nosotros por el régimen. Quiero demostrar que hay muchos como nosotros en Siria, cuyos objetivos son puros y que siguen luchando por los mismos valores con los que empezó este levantamiento ".

"No me importa cuándo, cómo y por qué me muera”, agrega el artista. “Lo que me importa es que los revolucionarios se mantengan de pie sobre los cuerpos de los pobres y los miserables y que sus gritos llenen la tierra con ruido para que la opresión no permanezca".