La famosa llamada a los ganadores desde Suecia

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Estocolmo. AFP. Algunos reciben la noticia en un avión, otros creen que se trata de una broma, y otros simplemente no alcanzan a contestar la llamada: los ganadores del Premio Nobel reciben la noticia por teléfono, una llamada esperada por muchos, pero que pocos reciben.

El martes, el físico francés Serge Haroche caminaba junto a su esposa cuando su teléfono empezó a sonar. Cuando vio que el número comenzaba por +46, supo que la llamada venía de Suecia y que iba a vivir un día inolvidable.

“Estaba en la calle, pasaba junto a un banco, y me senté inmediatamente”, relató el francés al jurado.

El físico Robert Lefkowitz dormía cuando le anunciaron el premio, como la mayoría de ganadores de EUA tomando en cuenta la diferencia horaria.

“Dormía profundamente cuando el teléfono empezó a sonar. No lo escuché. Tengo que admitir que me pongo tapones en los oídos, así que mi esposa contestó al teléfono y me pasó la llamada: ‘es para ti’. Y así fue como me enteré de la noticia. Una gran sorpresa”, relató.

Por lo general, las diferentes academias llaman a los ganadores media hora antes del anuncio oficial.

Los australianos Barry Marshall y Robin Warren establecieron una tradición a partir de 1983, el año en que hicieron un descubrimiento revolucionario en el que atribuyeron las úlceras a una bacteria y no al estrés: cada año, el día del anuncio del Nobel de Medicina, se reunían en un pub y aguardaban comiendo y bebiendo. Finalmente, en 2005, recibieron la llamada de Estocolmo. El suizo Richard R. Ernst estaba en un avión el día que recibió la noticia del Nobel de Química, en 1991. “El piloto se acercó y me dijo que había ganado el premio. Fui a la cabina y hablé con la radio suiza y con mi familia”, explicó.