‘¿Nosotros qué somos?’ Las dificultades para hallar una ‘etiqueta’ para describir el estatus de una relación

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“Nos estamos conociendo”, respondió un amigo cuando le preguntaron sobre su nueva relación sentimental. Lo ambiguo de la frase alcanzó para dejar en claro el estadío del vínculo que, según las entrelíneas, aun no clasifica en ninguna de las etiquetas y rótulos que los seres humanos venimos arrastrando de generación en generación al momento de explicar nuestro estado civil.

Sin dudas, ya nada será blanco o negro en la próxima era de Plutón en Acuario. No importa lo mal que usted se sienta cuando, al momento de llenar una ficha médica o comprar el pasaje de avión, le pidan un contacto de emergencia y no sepa qué poner al lado del nombre de quien supuestamente vendrá en su auxilio. En la respuesta pueden caber palabras como amigo, “es complicado”, amante, pareja, roommate con derecho o lo que sea que describa algún nivel de “compromiso” o seriedad.

En este contexto cada vez más volátil la palabra novio o novia cae en desuso o, en todo caso -y para decepción de muchos padres-, ya no significa que lo siguiente será el matrimonio.

Ahora, el diccionario romántico ofrece soluciones creativas para presentar a esa persona especial sin revelar públicamente cuál es su importancia en nuestras vidas: mi partner in crime, mi Crush, mi Tinder, mi date y una variedad de stikers y emoticonesque eluden cualquier indicio de atadura o responsabilidad afectiva.

Con solo revisar el perfil de Instagram de algunos famosos, y también los de gentes normales, podemos comprobar cómo va cambiando el tono en una relación de turno. Habrá corazón rojo si todavía hay pasión, amarillo si pasaron a la fase amigos, azul cuando acabó la guerra y blanco o negro para anunciar la defunción del amor.

La cuestión es que nunca estuvimos tan pendientes de la semántica desde que los colectivos feministas y las nuevas generaciones empezaron a visibilizar lo injusto de ciertas convenciones que, de alguna manera, vuelven sobre el eterno estigma de la soltería y la homosexualidad.

Para saltear las preguntas incómodas muchos prefieren hablar de “pareja”, la manera más polait y sutil de enmarcar las múltiples formas que tienen los vínculos hoy. El término puede sugerir que estamos juntos, pero cada quien en su casa; que va en serio, pero según lo que entendamos por serio; que nos acompañamos sin tocarnos; que somos abiertos; y así infinitas e incuestionables combinaciones.

Hay muchas personas que necesitan una palabra para etiquetar una relación seria que no implica matrimonio” señaló Lal Zimman, profesor asociado de lingüística en la Universidad de California, Santa Bárbara, citado en un artículo de la web femenina Refinery29, titulado Nosotras y nuestras parejas, ¿por qué es tan difícil saber cómo llamar a tu media naranja?, en el que la autora revisa las distancias formales de las expresiones novio/a y pareja.

La primera no suena a compromiso real, explica Olivia Harrison en el texto principal. Un novio es alguien a quien solo vemos los fines de semana y que de un día para el otro puede desaparecer porque nuestras vidas no están tan entrelazadas.

“Sin embargo, a pesar de su seriedad, casi nunca pienso en el matrimonio. Puede que sea algo que finalmente decidamos hacer, pero no es una prioridad, y definitivamente no es mi prometido. Entonces, ¿qué es él? Para muchas personas soy una mujer en una relación a largo plazo con un hombre, y la palabra “pareja” se ha convertido en el término más apropiado en ese caso” escribió Harrison.

Las implicaciones son claras: es probable que una pareja se quede más tiempo. Un compañero conoce, e incluso quiere también a tu familia... y quizá salgá corriendo al hospital cuando lo llamen porque van a sacarte el apéndice de urgencia. Un novio por ahí se entera al mes, si es que volvió a llamar.

Según Peter Sokolowski, editor general del sitio Merriam-Webster, la palabra pareja originalmente significaba “alguien que comparte una parcela de tierra”, que era la medida de la riqueza en la Inglaterra medieval, una moneda de cambio natural dentro de los matrimonios, entonces formados por intereses económicos y no románticos.

Felizmente, la dimensión del término evolucionó hasta ser inclusivo, porque en la palabra caben formalmente todos los colectivos y sus preferencias, pero en realidad, si es que los rótulos existen, nunca fueron garantía de nada. Heredamos la costumbre de pensar los vínculos como etapas de una carrera cuya meta final es formalizar, léase, darle forma legal a la exclusividad sentimental, una expectativa cada vez menos realista en este mundo contemporáneo.

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