Ira de islamistas por absolución de cristiana que había sido condenada por blasfemia en Pakistán

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Islamabad. Pakistán permanecía en parte paralizado este jueves por las movilizaciones de islamistas indignados con la absolución de la cristiana Asia Bibi, condenada a muerte por blasfemia en el 2010, y defendían sus posiciones a pesar de la firmeza adoptada por el primer ministro, Imran Khan.

Varios miles de manifestantes bloqueaban las arterias de las principales grandes ciudades del país, lo que causó importantes atascos y estaba previsto que las manifestaciones continuaran en todo el país el viernes.

"Las protestas continuarán sean cuales sean las circunstancia", tuiteó Khadim Hussain Rizvi, jefe del partido radical Tehreek-e-Labaik Pakistan (TLP), conocido por su línea especialmente dura en materia de blasfemia.

El TLP ya bloqueó el acceso a Islamabad durante varias semanas en noviembre de 2017 por motivos similares y consiguió la dimisión del ministro de Justicia.

Asia Bibi, madre de cinco hijos, había protagonizado en el 2009 una disputa cuando unos campesinos musulmanes con los que trabajaba se negaron a compartir agua con ella porque era cristiana. Luego del incidente una musulmana acudió a un clérigo y acusó a Bibi de haber blasfemado contra el profeta Mahoma.

Este jueves, en la metrópoli portuaria de Karachi, la mayor ciudad del país, los manifestantes se congregaban en decenas de lugares diferentes, según la Policía local, y los grandes centros comerciales, mercados y escuelas permanecieron cerrados. En Peshawar (oeste), la seguridad fue reforzada en los lugares de culto cristiano.

En el distrito de Sheikhupura (Panyab, centro) se produjeron enfrentamientos entre policías y manifestantes y varios coches acabaron quemados.

Cerca de mil manifestantes cortaron un enlace en la periferia de la capital, Islamabad.

Sin embargo, nada hacía pensar que las autoridades tenían la intención de dispersar las protestas. Y eso a pesar del tono firme que adoptó la víspera el primer ministro, Imran Khan, en un discurso televisado.

“Se están llevando a cabo negociaciones en Lahore y Rawalpindi”, declaró el ministro de Información Fawad Chaudhry en rueda de prensa.

Tono fuerte

"Todos los que participan en estas manifestaciones tienen que saber que no pueden desafiar al Estado (...) No deberían tener la falsa impresión que el Estado es débil", advirtió.

La víspera, Khan criticó con dureza a los extremistas, sobre todo a raíz de las amenazas de muerte contra los jueces de la Corte Suprema y de un motín en el Ejército, promovido por uno de sus responsables.

Llamó a los pakistaníes a respetar el veredicto y advirtió a los manifestantes que el Estado no “tolerará el sabotaje” y “tomará sus responsabilidades” si es necesario.

Muchos ciudadanos se felicitaron por este tono firme, raramente empleado en el país.

El jefe de Gobierno adoptó “una línea dura y sin equívoco contra el fanatismo religioso y el odio, que no habíamos visto desde hace casi dos décadas”, se congratuló el jueves un periodista del diario Dawn, Khurram Husain.

Hasta la fecha, los diferentes dirigentes del país se habían mostrado mucho más conciliadores con los islamistas, “estas fuerzas minúsculas, pero muy organizadas, fuerzas de odio que infectan nuestro aparato político”, señala.

Este lenguaje “sugiere que el Estado está quizás finalmente cambiando su manera de tratar estos elementos peligrosos y desestabilizadores”, afirmó en Twitter el investigador Michael Kugelman, del centro de reflexión estadounidense Wilson Center.

“Dicho sea esto, tengo que seguir siendo un analista escéptico y decir que es bueno hablar pero lo que pasa luego --a nivel de acciones-- es mucho más importante”, agregó, aunque este discurso constituya “una etapa clave para el país”, según él.