El patrimonio afrobrasileño se extingue en Benín

A finales del siglo XVIII, Porto Novo fue un punto de llegada de antiguos esclavos liberados, provenientes de Brasil.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Porto Novo, Benín (África)

La Gran Mezquita de Porto Novo es una joya de la arquitectura afrobrasileña en Benín, África, con sus muros multicolores y el minarete (torre) que recuerda el campanario de una iglesia, pero al igual que el resto del centro histórico de la ciudad, corre un grave riesgo de venirse abajo.

"Se parece en cada trazo a una iglesia, porque los antiguos esclavos tenían experiencia construyendo templos en Brasil", explicó Moubarak Mourchid, jefe de la unidad para el patrimonio de la municipalidad de Porto Novo, capital administrativa de Benín.

A finales del siglo XVIII, Porto Novo era uno de los puntos de llegada de los antiguos esclavos liberados (muchos provenientes de Brasil) que decidieron volver al país de sus ancestros.

Sus calles recuerdan a Salvador de Bahía en Brasil y conservan la historia de este período "afrobrasileño", crucial para la historia del continente africano.

Los esclavos "se habían convertido al islam como una muestra de rebeldía hacia sus amos", dice Moubarak Mourchid.

Constructores

"Al volver a África Occidental se desempeñaron como artesanos, aplicando las técnicas de construcción que habían aprendido en Brasil. Después estas se fueron transmitiendo de generación en generación", contó el historiador.

Sin embargo, no hay ningún edificio que esté clasificado como Patrimonio de la Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), ni siquiera la Gran Mezquita, se lamentó Mourchid.

"Primero debe ser reconocida como patrimonio nacional por el Estado. Pero no hay una voluntad política", opinó.

Pero sin este apoyo, el patrimonio se va extinguiendo.

La Casa del Patrimonio de Porto Novo, inaugurada en el 2009, es considerada como un inmenso progreso para la preservación de los bienes arquitectónicos en África.

Allí un puñado de apasionados intentan luchar contra la erosión del tiempo, los daños que genera la temporada de lluvias y algunos propietarios que dejan que las casas se deterioren.

En el 2009, Richard Hounsou, director de Cultura y Patrimonio de la ciudad, registró que en Porto Novo había 450 edificios de estilo afrobrasileño, pero actualmente solo quedan 400.

Edificios deteriorados

Ali Moubarak vive en uno de estos imponentes edificios de tres plantas. Allí, vestido con una túnica blanca, recibe a los visitantes que acuden a ver la construcción.

La vivienda está partida en dos. Desde el patio se ve el interior de las habitaciones como si fuera una casa de muñecas. "Fue construida por mi abuelo hacia 1910. Él era enfermero, era una persona importante", explicó Moubarak.

A la usanza de la época, la casa era una forma de mostrar su riqueza. "Mi abuelo tenía cuatro o cinco esposas" y "no sé cuantos nietos", contó sonriente.

"Según la ley local, todos somos herederos y es el más viejo quien decide", dijo.

La familia se fue empobreciendo con el paso del tiempo y las paredes de la casa comenzaron a descascararse.

Actualmente, Moubarak no lleva la cuenta de cuantas personas viven allí, entre primos y los hijos de estos. En una de las habitaciones hay una lavandería y en otra un taller de costuras.

En la tercera planta, hay una imponente habitación, con molduras de yeso en el techo y muros pintados con motivos florales. Allí también se ve un baúl esculpido y un espejo de la época que van a servir pronto como leña para la calefacción.

La ciudad de Porto Novo ofreció rehabilitar el lugar y Moubarak aceptó, pero todavía necesita el permiso del resto de los herederos dispersados entre Cotonú y Francia y poco interesados en el patrimonio de sus ancestros. Para algunos es mejor esperar que la casa se venga abajo para vender el inmenso terreno y construir viviendas nuevas y más rentables.

En la zona, una de estas viviendas está siendo restaurada. Todos los muros, que antes estaban erigidos con una mezcla de arena y de arcilla revestida con cal están ahora recubiertos de cemento, aunque conservando "la forma y los motivos de la época".

"Costaría el doble usar los materiales antiguos", afirmó Mourchid quien supervisa los trabajos y que prometió abrir una escuela de técnicas artesanales en Benín, con la cooperación de Brasil.

"Más allá de los problemas de dinero, pasa que perdimos la técnica de construcción", explicó.

Las casas amenazan con convertirse en polvo y con ellas los recuerdos de los esclavos liberados.