El aceite de oliva ‘por la paz’ trae esperanza a un Chipre dividido

Una empresa constituida por un turcochipriota y un grecochipriota resume el anhelo de reunificación de la isla

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Nicosia. En medio de campos bañados por una luz de invierno, Hasán cosecha pacientemente sus aceitunas, una escena ciertamente habitual en Chipre. Pero en este país dividido, su “aceite por la paz” es un rayo de esperanza frente al estancamiento en las negociaciones para reunir a la isla mediterránea.

Después de hacerse amigos durante sus estudios en Londres, Hasán Siber, un turcochipriota, y Alexandros Philippides, un grecochipriota, cofundaron en el 2017 Coliveoil, una de las pocas empresas bicomunitarias de isla, con sede en Nicosia, la última capital dividida en el mundo.

Estos jóvenes de 30 años dicen que quieren contribuir a “hacer avanzar el proceso de paz” mediante la comercialización del aceite de oliva cosechado en toda la isla, dividida desde que el Ejército turco invadió el tercio norte en 1974 en reacción a un golpe de Estado cuyo fin era unir Chipre a Grecia.

En medio de un punto muerto diplomático, su proyecto generó esperanza, especialmente en la familia de Hasán, parte de la cual huyó del sur de Chipre durante la guerra.

Iluminados ahora por rayos de sol filtrados por las montañas boscosas de Troodos, parientes de Siber trabajan como productores de aceite de oliva en Agios Ioannis, una antigua aldea mixta ubicada cerca de Nicosia, en el campo de un compatriota grecochipriota.

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“Trabajar juntos es el preludio de vivir juntos”, opina Turgut Siber, quien vino de Estambul para apoyar la empresa de su hijo.

Ellos “son los primeros en hacerlo, pero creo que otros lo seguirán, este es un ejemplo”, dice el cardiólogo, de 65 años.

Para Ayhen Eminel, un tío ya jubilado, es emocionante poder trabajar en el sur de la isla. Este grecoparlante habla de haber huido de las tierras de su infancia cerca de Paphos (suroeste) después de ser tomado prisionero de guerra.

"Trabajar aquí hoy me llena de esperanza", continúa el septuagenario mientras separa las aceitunas con un rastrillo.

Según explica, él mismo quería emprender un proyecto bicomunitario cuando trabajaba en una fábrica de exportación de cítricos.

Pero “el gobierno de (Tassos) Papadopoulos (presidente de la República de Chipre del 2003 al 2008) se negó”, lamenta.

Sidika Hudaoglu, en tanto, tiene lágrimas. Este proyecto revive en esta mujer cincuentenaria de una infancia que pasó en los olivares del sur, de donde tuvo que huir en 1974.

División y obstáculos

Todos lamentan el “NO” de los grecochipriotas al plan para la reunificación lanzado por las Naciones Unidas en 2004, fecha en que la isla ingresó a la Unión Europea (UE), autorizando el comercio entre el norte y el sur.

Pero 15 años más tarde las leyes europeas todavía no se aplican en la República Turca del Norte de Chipre (TRNC), reconocida únicamente por el gobierno de Turquía.

Una solución a la división podría aportar hasta 17.400 millones de euros al PIB de la isla al cabo de 20 años, según un estudio publicado en febrero por el Oslo Peace Research Institute (PRIO).

Mientras tanto, los obstáculos siguen siendo numerosos para Coliveoil.

Son necesarias dos cuentas bancarias, dos números, dos direcciones. Sin un marco legal para registrar una empresa bicomunitaria, la nueva empresa tiene dos entidades: la registrada en el sur compra desde el norte para que pueda exportar a la UE.

Según Hasán, las normas europeas que rigen el comercio de las islas tenían solo unas diez páginas y tienen enormes carencias. El comercio de aceitunas, por ejemplo, no se mencionó explícitamente hasta el 2017.

Al otro lado del puesto de control, Hasán y su compañero enumeran los desafíos planteados por la situación en Chipre, examinando los olivares en Meric, un pueblo rodeado de colinas en el que se encuentra una enorme bandera turca.

Durante su primera visita en el 2017, los funcionarios de aduanas “les pidieron que limpiaran las aceitunas del norte para poder exportarlas al sur”, cuando no hay orientación en este sentido en la legislación europea, dicen los dos empresarios.

Otra dificultad es la imposibilidad de que las aceitunas cosechadas en TRNC sean certificadas como “orgánicas” por la UE. Sin embargo, todos los olivares explotados lo son, aseguran los socios.

Abriendo brechas

“Tenemos que romper estas barreras”, manifiesta Siber, con el apoyo explícito de su compañero.

"Estamos rompiendo tabúes", se entusiasma su empleado Cemre Berk, un turcochipriota. "Mientras más personas se acostumbren a ver a un turcochipriota trabajando en el lado griego y viceversa, más normal se volverá", añade.

En equilibrio financiero desde su inicio, la nueva empresa transfiere el 10% de sus ganancias al Hogar para la Cooperación", la estructura que las aloja junto a las ONG que defienden la reunificación.

En este lugar situado entre las paredes de los puestos de control de Nicosia, Coliveoil colabora con otro dúo, CyprusInno, que conecta a empresarios de las dos comunidades.

Estas iniciativas aún sufren de “estigma”, sugiere uno de los cofundadores, Steven Stavrou, quien conoció a su asociado, Burak Berk Doluay, en la red Internet. Para Stavrou, Doluay fue el primer turcochipriota que había conocido.

Fundada en el 2013 en medio de una crisis económica, la plataforma digital que conecta a empresarios de toda la isla cuenta con 2.600 miembros y ha recibido premios dedicados a proyectos bicomunitarios.

“Ha cambiado nuestras vidas”, expresa entusiasmado Steven, refiriéndose a su compañero. “Fui testigo de su casamiento”, dice. “Al unirse en torno al espíritu empresarial, a veces va más allá de eso”, comenta.