Hace 20 años caía el hombre fuerte de la Alemania comunista, Honecker

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Berlín (DPA). Los propios camaradas le dieron la espalda y lo hicieron renunciar, creyendo que estaban aún a tiempo para detener el derrumbe. Hace 20 años, el 18 de octubre de 1989, Erich Honecker, el comunista de primera hora al frente de la "otra" Alemania, la del socialismo real, tenía que renunciar ante la insostenible situación que vivía el país.

Las incontenibles protestas pacíficas en las calles, la fuga de cientos de miles de alemanes orientales hacia Occidente, el descontento socia y la exigencia de reformas habían hecho mella en las férreas estructuras de la República Democrática Alemana (RDA).

Para salvar lo insalvable, la nomenclatura del Partido Socialista Unificado daba a conocer el 18 de octubre que el "camarada Honecker" dejaba el cargo "por motivos de salud" y que las tareas las asumía Egon Krenz. Junto a Honecker renunciaba también su esposa, Margot, la ministra de Educación.

Pero de nada le iba a servir el golpe de timón que dio la nueva cúpula prometiendo reformas, apertura, mayores libertades, aunque siempre manteniendo el espíritu socialista del "primer estado alemán de obreros y campesinos". Apenas tres semanas después caía el Muro de Berlín, la Alemania comunista tenía los días contados e iba a desaparecer para siempre un año después, con la reunificación del país en 1990.

Honecker se mantuvo impertérrito a sus principios y sus convicciones, aún después de haber sido defenestrado. Criado en un hogar de padres comunistas en el Sarre, fue preparado en su juventud en la escuela Lenin de Moscú, luchó contra el nazismo en su país y pasó diez años preso, hasta el fin de la guerra.

Después de pasar por todos los estamentos internos del partido comunista y ser uno de los forjadores de las nuevas "Fuerzas Armadas Populares", de la temible Seguridad del Estado ("Stasi"), y de coordinar la construcción del Muro de Berlín, asumió el poder total en 1971.

Mijail Gorbachov, el líder soviético que permitió con su política de apertura y transparencia el desmoronamiento de la RDA, reconoció hace poco en Honecker a un "político con visiones, con carácter, un hombre recto que quiso servirle a su patria, un alemán digno que luchó contra Hitler".

Desde el ostracismo vio cómo se derrumbaba a pasos agigantados su sueño de construir una sociedad justa, aun cuando el precio para ese su ideal pasara por represión, falta de libertades individuales y persecución.

En 1991, con su patria políca ya desaparecida, Honecker intenta refugiarse en la Unión Soviética, pero es devuelto a la Alemania reunificada para ser enjuiciado por los crimenes cometidos bajo su mando en la frontera interalemana.

El juicio iba a quedar en suspenso al comprobarse que estaba aquejado de un cáncer terminal, que lo terminaría venciendo en 1994, a los 81 años, en su exilio en Chile, país al que había viajado refugiado junto a su esposa Margot.

Hasta último momento siguió convencido de que el fracaso político de la RDA había sido "por culpa de Moscú, del mundo occidental y de los traidores internos".

Pocos días de haber sido depuesto del cargo de jefe de Estado y del partido en 1989, Honecker proclamaba aún con absoluta convicción durante los festejos por el cuadragésimo aniversario de la fundación de la RDA: "Siempre hacia adelante, retroceder jamás".