Entre bollos de pan, exmareros devuelven la paz a su barrio

Proyecto se enmarca en la tregua entre el Barrio 18 y la Mara Salvatrucha

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Ilopango, El Salvador AFP “Elaborando pan tenemos la esperanza de un mejor futuro”, dice Óscar, quien junto a otra veintena de pandilleros de la Barrio 18 montó una panadería en una pequeña vivienda de Ilopango, en el este de San Salvador. El grupo procura reinsertarse en la sociedad como parte de una tregua entre pandillas.

“18 Welcome” se lee en la entrada del pasaje de las Azaleas, en la populosa colonia de obreros San Bartolo, donde abrió hace dos semanas la panadería. Allí, Óscar Vásquez ve la oportunidad de dar un vuelco a su vida y criar a su hija, Tatiana, de cuatro años.

“Si uno pone empeño y trabaja, aunque sea con poco dinero, va sacando adelante a su familia”, dice este joven de 24 años, quien oculta sus tatuajes tras un suéter a rayas y un pantalón azul.

La panadería es el primer esfuerzo de reinserción social en el marco de una tregua que iniciaron las pandillas Barrio 18 y Mara Salvatrucha el 9 de marzo del 2012. El proceso de paz lo median el vicario castrense Fabio Colindres y el excomandante guerrillero Raúl Mijango, además de contar con la supervisión de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Con ayuda del alcalde de Ilopango, Salvador Ruano, un grupo de pandilleros reconstruyó una vivienda de 40 metros cuadrados, que carecía de techo, puertas, agua y electricidad.

Ahora, la casa, pintada de azul, tiene luz, y los vecinos, alegres por el cambio de los jóvenes, les proveen agua en cántaros. Sin embargo, los pandilleros esperan poder reconectar pronto el servicio con lo que ganen por la venta de pan.

El negocio despierta desde la madrugada y tiene lo básico: un horno accionado con gas propano, una pequeña mesa para amasar montada sobre cuatro ladrillos, un mueble para las bandejas del pan y un mostrador para la venta.

“Queremos salir adelante con este proyecto que el alcalde nos ha regalado. Gracias a Dios que el producto que estamos haciendo lo estamos vendiendo”, dice José Galdámez, de 32 años. Vestido de pantalón vaquero, camiseta negra y delantal rojo vigila junto al horno que no se queme la repostería.

Escuchando música bachata, los jóvenes viven en un ambiente de camaradería: unos mezclan con sus manos la harina con la sal, el azúcar y el agua y otros amasan.

El olor del pan que sale del horno se expande por la colonia y atrae a niños y adultos hasta el local.

Según las autoridades, la tregua ha permitido reducir de 14 a cinco los homicidios que se cometen a diario en El Salvador, en cuyas calles circulan unos 50.000 pandilleros, además de los alrededor de 10.200 que están en prisión.