Violencia y división política en un Irak que elige Parlamento

La seguridad es la principal inquietud de un pueblo golpeado a diario por atentados

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EFE

Bagdad. La amenaza terrorista y la división política marcan los comicios legislativos iraquíes de hoy, a los que están llamados más de 20 millones de votantes para elegir el tercer parlamento desde el derrocamiento del régimen de Sadam Huseín, en el 2003.

La seguridad es el desafío inmediato que enfrentan estas elecciones, pese a los grandes preparativos de la Policía y del Ejército, que lanzaron planes especiales e instalaron puestos de control en diferentes ciudades del país, sobre todo en Bagdad, para abortar cualquier amenaza terrorista.

Según constató EFE, las calles de la capital – casi vacías de peatones y vehículos civiles– estaban tomadas por el Ejército y diferentes cuerpos de seguridad.

Asimismo, varias tiendas, restaurantes y cafés optaron por cerrar sus puertas, incluso en el acomodado barrio de al-Yaderiya, conocido por su vitalidad comercial y frecuentado por los bagdadíes.

“Los iraquíes queremos seguridad”, dijo Iskandar al Hudal, un vecino de este barrio donde vive una población mixta sunita y chiita. Pueden “aguantar sin trabajo y sin vivienda, pero no sin seguridad”.

Las autoridades de la Aviación Civil anunciaron el martes el cierre de todos los aeropuertos no militares del país desde la medianoche del lunes hasta las 6 p. m. de hoy.

Los servicios de seguridad de Bagdad anunciaron asimismo que los accesos y salidas de la capital estarán cerrados a partir de las 10 p. m. de ayer (19.00 GMT), y señalaron también que se prohibirá desde la misma hora y hasta el fin de la votación, la circulación de vehículos en la ciudad.

Los servicios de seguridad bloquearon desde hace días las calles que llevan a los colegios electorales, con un gran dispositivo policial y militar y, en varias ocasiones, incluso con fuerzas especiales.

Pese a las precauciones, al menos 26 uniformados iraquíes murieron y 90 resultaron heridos en ataques perpetrados ayer contra centros electorales, en la jornada de votación anticipada para miembros de la Policía y el Ejército.

Pastel del poder. Si la seguridad es el centro de las preocupaciones de los ciudadanos iraquíes, los políticos están preocupados a su vez por el futuro del reparto de poder entre las distintas coaliciones, sobre todo entre las chiitas y sunitas.

Ayer, durante su última intervención de campaña electoral, el primer ministro saliente, Nuri al-Maliki, cuya coalición chiita Estado de Derecho parte como favorita en los comicios, precisó en una entrevista difundida por la televisión estatal al-Iraquiya, que apuesta por “un gobierno que se apoye en una mayoría parlamentaria”.

Al-Maliki aspira a un tercer periodo de gobierno.

Esa postura anuncia el fin de la idea del gobierno de unidad nacional, que se basó en el denominado acuerdo de Erbil, firmado en el 2012 en esa ciudad septentrional por las coaliciones iraquíes, y que estipula, entre otras medidas, la división sectaria de las instituciones del Estado, incluido el Ejecutivo.

La coalición oficialistay su principal rival, al-Iraqiya, dirigida por el ex primer ministro Eyad Alaui, se presenta fragmentada a estos comicios, con el fin de aprovechar los privilegios de la ley electoral.