Recuerdos de nostalgia y presente con temores

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La Habana. AFP. “Fue una tabla de salvación en un momento de escasez y hoy, aunque diezmada, lo sigue siendo para muchos cubanos”, dice Santa Sánchez, una jubilada de 74 años, al resumir el papel que ha jugado la “libreta” de racionamiento.

“Cuando nació mi primera hija en 1962 no tenía nada que darle de comer. Fue en ese contexto de escasez, especulación y acaparamiento que la libreta llegó como maná”, agrega Sánchez, mientras “saca los mandados” –retira la cuota mensual de alimentos de su familia– en un almacén estatal del barrio habanero de Miramar.

“La libreta es un sostén para los que tienen menos, pero en Cuba nadie renuncia a su cuota, ni siquiera los que tienen más”, dice Ana Ochoa, de 60 años, quien trabaja como “bodeguera” hace 18 años en el barrio Centro Habana.

Ochoa ilustra su afirmación: “Si compras 21 libras de arroz por la libreta te cuestan nueve pesos (36 centavos de dólar); al precio del mercado serían 105 pesos ($4,20)”.

Ernesto Hutchenson, de 70 años, evoca con nostalgia los tiempos en que “la libreta te daba para comer todo el mes” e incluía “carne de res, pescado, leche fresca, embutidos y turrones para la Navidad; refrescos y cerveza para bodas y cumpleaños”.

“Pero ahora solo da para unos 15 días”, se queja Hutchenson, quien se gana la vida como “mensajero”, persona contratada por otras familias para retirar con su libreta los alimentos desde la bodega y llevárselos a sus casas.

Muchas familias contratan este servicio para evitarse las largas colas de espera en la bodega y dejar de acudir varias veces por semana a comprobar si llegan nuevos productos. Hutchenson es mensajero de 13 familias en Centro Habana, por lo que percibe 500 pesos al mes (20 dólares), poco más que el salario promedio en la Isla (19 dólares).