Pareja relata 12 horas de angustia vividas en refugio durante ataque de Hamás en Israel

Marcelo y Diana Wasser han vivido durante 40 años en el Kibutz Nirim, ubicado a tan solo dos kilómetros de la Franja de Gaza en Israel; escucharon gritos y disparos a 70 metros de su casa

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Durante 40 años, Marcelo y Diana Wasser residieron en el Kibutz Nirim, ubicado a escasos dos kilómetros de la frontera sur de Israel con la Franja de Gaza. Los misiles y la necesidad de refugiarse eran experiencias familiares para ellos, pero lo ocurrido el 7 de octubre, cuando Hamás ingresó al territorio israelí, fue descrito por ellos como “horrible” y sin precedentes.

La Nación conversó con la pareja, para quienes la narrativa de ese día se inicia un día antes, cuando, en la tarde del viernes 6 de octubre, celebraban el aniversario del Kibutz con actividades familiares que incluían inflables, comida y música.

Este día especial concluyó con la decisión de una de sus hijas y su hijo, acompañados por un bebé de nueve meses, de pasar la noche en el Kibutz.

A las 6:28 a. m., sonaron las primeras alarmas, anunciando la inminencia de misiles. Con solo 10 segundos para refugiarse, corrieron para garantizar su seguridad, sin anticipar que permanecerían en el refugio durante 12 horas, hasta que las fuerzas armadas israelíes los rescataran.

“La vivencia fue completamente distinta a todo lo que habíamos experimentado hasta ese momento. Lidiamos con los misiles desde hace dos décadas (...) Fue bastante desagradable, levantarse en el día de descanso con el sonido de la alarma y los misiles cayendo”, expresó Marcelo, de 65 años y gerente de una lechería, quien, en medio de la alerta, tuvo que abandonar el refugio brevemente cuando un misil impactó en la lechería.

“Teníamos miedo de lo que podría suceder, especialmente temíamos por nuestro nieto (...) salimos dos veces, una de ellas porque tuve que lidiar con un problema en la lechería donde cayó un misil por primera vez. No es la primera vez que nuestras vacas mueren; en este caso, fueron 13, pero en 2014 fueron 50. Tuve que cerrar el suministro de agua a los animales (...) ya no podía salir de mi casa”, explicó el hombre.

Después de este incidente, comenzaron a escucharse disparos y a recibir mensajes en el grupo de WhatsApp del Kibutz, que describían situaciones como “me están quemando la casa” y “no podemos respirar”, generando en Diana y Marcelo minutos descritos como “desesperantes”.

Incluso apagaron el aire acondicionado y las luces, pretendiendo dar la impresión de que la casa estaba desocupada, con la esperanza de que su nieto de nueve meses no llorara.

Durante esas horas de angustia, la preocupación aumentaba al desconocer el paradero de sus otros dos hijos y nietos, quienes vivían en la zona donde comenzó el ataque de Hamás. A pesar de que lanzaron dos granadas cerca de su residencia, toda su familia resultó ilesa.

Con el transcurso de las horas, las fuerzas armadas israelíes los evacuaron de su casa para trasladarlos a un refugio. Al salir, se enteraron de que militantes de Hamás estuvieron a escasos 70 metros de su vivienda. Aunque ellos estaban a salvo, la realidad los impactó al contemplar la destrucción que dejó el ataque terrorista y conocer las pérdidas de vidas y las personas desaparecidas.

Incomprensión

La pareja señala que la religión musulmana no permite matar o dañar a personas que brindan ayuda, situación que se vuelve incomprensible tras lo que sucede en la frontera y lo ocurrido el 7 de octubre.

“En nuestra zona hay una ONG que se dedica a transportar a personas enfermas de Gaza que cruzan la frontera con enfermedades graves como cáncer, trasplantes y enfermedades terminales que vienen a Israel para ser tratadas. Mucha gente de la zona carga a esas personas en sus propios autos (...) inclusive a esta gente se le ha matado también”, explica Marcelo.

Además, recuerdan que había un diálogo y que cerca de 17.000 palestinos entraban a trabajar en Israel.

“Teníamos relación con nuestros vecinos, aunque estamos en un conflicto (...) pero deja de ser conflicto, es una matanza de civiles”, narra el hombre.

Luego de recordar la situación de ese fatídico día para la pareja, Diana reflexiona en que lo único que desean es la tranquilidad.

“Queremos vivir en paz y nos importa que ellos vivan en paz y puedan criar a sus hijos no con odio sino como todo el mundo, normal”, finalizó la mujer de 62 años.