Los Juegos Mundiales de los Pueblos Indígenas: Un verdadero encuentro de culturas

15 meses después del Mundial de la FIFA y a un año de las Olimpiadas de Río 2016, Brasil abre las puertas a una competición global llena de peculiaridades: los Juegos Mundiales de Pueblos Indígenas

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El pitazo del árbitro marca el final del primer tiempo y la indígena amazónica Magualo corre hacia la gradería y se levanta la camiseta azul.

No es señal de festejo por un gol asestado en las redes del marco. Magualo deja su pecho al descubierto y lo acerca a la boca de su bebé para amamantarlo durante los cinco minutos que dura el receso, antes de volver al segundo tiempo, que durará otros 30 minutos.

Magualo, de 22 años, es madre, indígena y futbolista. Es parte de unos 1.800 atletas que se congregaron en Brasil en la ciudad agrícola de Palmas para los Juegos Mundiales de los Pueblos Indígenas.

Es también la viva evidencia de que lo socialmente aceptable para una mujer ha evolucionado en las aldeas indígenas, donde años atrás el fútbol era un deporte meramente masculino.

Las graderías en Palmas de Brasil formaron un colorido caleidoscopio que une la modernidad con las tradiciones de los pueblos originarios de América Latina. Foto: EFE

Magualo llegó a Palmas en representación de su etnia, los Kamayurá, tan solo uno de los 24 clanes brasileños que participan en esta decimosegunda edición de los juegos, pero la primera en que el evento traspasa fronteras y acoge a los pueblos originarios de otros países.

Fue así como el talento deportivo se alió con penachos, coloridas faldas, y pinturas corporales para mostrar la identidad cultural de cada una de las etnias participantes de países como Costa Rica, Guatemala, Colombia, Bolivia, Perú, México, Panamá, Uruguay, Estados Unidos, Canadá, Rusia, Finlandia, Mongolia, Etiopía, Canadá, Japón o Nueva Zelanda, entre otros.

En este mundial, atletas de 50 países hicieron gala del talento heredado en actividades como tiro de arco y flecha, tiro de lanza, carreras de velocidad y navegación en canoa rústica tradicional.

“Aquí está el espíritu mayor de nuestros abuelos, el alma de nuestros antepasados. La derrota de hoy no significa nada. No hay derrota, solo paz ”, dijo a la agencia de noticias EFE José de Jesús Manrique, delegado de México, tras caer ante los Javae brasileños.

La competencia de tira y soga dejó a varios atletas lesionados, principalmente con esguinces de tobillo. Foto: EFE

Los Juegos Mundiales de los Pueblos Indígenas, que asemejan una olimpiada, fueron inaugurados el 23 de octubre con una antorcha de fuego sagrado, el himno de Brasil cantado en guaraní y la presencia de la mandataria Dilma Rousseff.

Sin embargo, el acto de apertura se vio empañado por los abucheos de los indígenas anfitriones hacia Rouseff, por una propuesta de enmienda constitucional que dejaría la demarcación de territorios indígenas en manos del Congreso, influenciado por el sector agrícola privado.

El miércoles, estalló otra protesta –estruendosa, pero pacífica– y obligó a la organización de los juegos a suspender las restantes competiciones del día. Unos 100 manifestantes, ataviados con plumas y pintura corporal, sobrepasaron las barreras de seguridad con carteles escritos a mano.

“Pronto no habrá más pueblos indígenas, no más selva, no más animales”, dijo Narube Werreria, una mujer joven de la nación Karaja, que subió a la tarima y arrebató el micrófono para hacer escuchar su voz.

Un indígena se lleva los recuerdos de los Juegos Mundiales en su celular cubierto por un estuche con la bandera de EE.UU. Foto: EFE

Pese a las manifestaciones, los Juegos Mundiales de los Pueblos Indígenas dejaron a su paso una estela indeleble. “Esto restaura tu fe en la humanidad”, comentó a la agencia AP Lamarr Oksasikewiyin, un maestro de escuela del pueblo canadiense de nehiyaw, mientras observaba la prueba de lanzamiento de jabalina. “Un anciano me dijo una vez que la cultura nos salvará. Creo que se refería a esto”.