Hosni Mubárak, el interminable ocaso de un déspota en Egipto

Fue encarcelado por la muerte de manifestantes en la revuelta del 2011

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El Cairo. AFP Hosni Mubárak consiguió ayer cambiar la cárcel por un hospital y será juzgado bajo el régimen de arresto domiciliario, un magro consuelo para un hombre que gobernó Egipto con mano de hierro durante tres décadas y a quien una rebelión popular de 18 días en 2011 le convirtió el destino en un interminable despeñadero.

Otrora adulado en el extranjero y temido en su país, Mubárak, de 85 años, permanecía tras las rejas desde abril de 2011, acusado de corrupción y de la muerte de manifestantes en la insurrección que lo había derrocado dos meses antes, en la cual perecieron 850 personas, según datos oficiales.

Su salud es objeto de especulaciones y de informaciones contradictorias, como una depresión aguda, cáncer, accidentes cardiacos o problemas respiratorios.

Declarado “clínicamente muerto” en el 2012 por la agencia oficial MENA, el domingo se reanudará el juicio de apelación por la muerte de manifestantes durante la sublevación (25 enero-11 febrero del 2011).

Cuando llegó al frente de Egipto en 1981, tras el asesinato del presidente Anuar el-Sadat por islamistas, pocos se atrevían a apostar por la permanencia en el poder de este hombre sin gran carisma.

Nació el 4 de mayo de 1928, en una familia de la pequeña burguesía rural del delta del Nilo. Escaló los peldaños de la jerarquía militar hasta llegar a comandante en jefe de la Fuerza Aérea, y fue nombrado vicepresidente en abril de 1975.

En Occidente mantuvo una reputación de moderado, al haber conseguido preservar, contra viento y marea, la alianza con Estados Unidos y los acuerdos de paz firmados en 1979 con Israel, que le habían costado la vida a el-Sadat.

También se opuso al islamismo radical inspirado en al-Qaeda, aunque no logró impedir el fortalecimiento de un islam tradicionalista del influyente movimiento de los Hermanos Musulmanes, del que forma parte Mohamed Mursi, quien lo sucedió en junio del 2012 antes de ser destituido por el Ejército el 3 de julio.

Su liberalismo económico permitió desarrollar las telecomunicaciones y la construcción, pero casi el 40% de los 80 millones de egipcios seguía viviendo al final de su régimen con menos de $2 diarios.

Su liberación ha creado nuevos factores de tensión en un país sacudido por la caída de Mursi y una ola represiva que en una semana dejó más de mil muertos.

El juicio de Mubárak del domingo será el mismo día en el que dirigentes de los Hermanos Musulmanes, tales como el guía supremo Mohamed Badie, detenido el martes, y dos de sus adjuntos, comparecerán en otro proceso por “incitación al asesinato” de manifestantes anti-Mursi.