Fuerzas iraquíes se sienten humilladas ante ofensiva de rebeldes

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Bagdad

Los soldados iraquíes hablan de lo difícil que es vivir con la vergüenza de la derrota ante la ofensiva de los milicianos islámicos. Sus jefes desaparecieron. Los ruegos de más municiones no recibieron respuesta. Los soldados corrían de un puesto a otro, solo para descubrir que los habían tomado los milicianos y se veían obligados a huir.

“Lo veo en los ojos de mi familia, mis parientes y vecinos”, dijo un teniente coronel que escapó de la ofensiva islamista sobre la ciudad norteña de Mosul.

“Estoy tan avergonzado como una novia que no es virgen en su noche de bodas”.

Las fuerzas armadas iraquíes se sienten profundamente humilladas por su derrumbe ante la ofensiva del Estado Islámico para Irak y el Levante (EIIL), un grupo que rompió con al-Qaeda, que en poco más de una semana avasalló Mosul y avanzó sobre Bagdad, tomando poblaciones, ciudades y bases militares sobre una franja enorme de territorio.

El impacto perjudica los esfuerzos para lograr una reacción de los militares. Milicianos chiís y voluntarios se lanzaron a llenar el vacío mientras el ejército regular se reagrupa.

Altos mandos están siendo investigados. Florecen las teorías conspirativas para explicar el derrumbe. Algunos aliados chiís del primer ministro Nuri al-Maliki acusan a los curdos del norte a alentar el derrumbe militar para hacerse de territorio y armas para ellos. Nadie ha podido mostrar pruebas que respalden semejante acusación, que sin embargo, está tensando las relaciones de por sí difíciles con la zona autónoma curda, cuyas autoridades rechazan esas denuncias.

El martes, Maliki cesanteó a tres generales que estaban apostados en Mosul y ordenó su procesamiento. Asimismo despidió a un general de brigada y ordenó que lo juzgue un tribunal militar en ausencia. Dijo que pensaba cesantear o enviar a tribunal de guerra a otros altos oficiales, pero no dio detalles.

Previamente había ordenado se interrogara al jefe de operaciones conjuntas de las fuerzas armadas, general Abud Gambar, y al comandante de las fuerzas terrestres, general Ali Gheidan, según agentes de seguridad que hablaron bajo la condición de anonimato por razones de confidencialidad del asunto. No se han presentado cargos contra los dos oficiales.

Al-Maliki también ha prometido aplicar la fuerza de la ley marcial, que incluye la ejecución de desertores, a quien se demuestre que haya huido de la batalla.

En un intento de reanimar las fuerzas armadas, dijo a comandantes y voluntarios en un acto al sur de Bagdad que el desastre había servido de alarma, que permitirá denunciar y castigar a comandantes y políticos a los que acusa de traición al país. También habló enigmáticamente de conspiraciones, actos de traición e intromisión de países árabes.