El teléfono les da libertad a los jóvenes en Arabia Saudí

Redes les permiten expresarse, conocer amigos, ganar dinero y entretenerse

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Riad, Arabia saudí. La vida para muchos saudíes jóvenes es un ecosistema de aplicaciones.

Ante la falta de libre expresión, debaten en Twitter. Como no pueden coquetear en el centro comercial, lo hacen por WhatsApp y Snapchat.

Las jóvenes que no pueden encontrar empleos venden comida o joyería a través de Instagram. Como tienen prohibido conducir, utilizan para desplazarse servicios de autos como Uber y Careem.

Y en un país donde las tiendas cierran durante las cinco oraciones musulmanas diarias, hay aplicaciones que emiten un llamado para la oración desde el bolsillo y calculan si la persona puede llegar, digamos, al Dunkin& Donuts más cercano antes de que cierre puertas.

Enfrentados con una versión austera del islam y los estrictos códigos sociales que imponen severas restricciones a la vida pública, los saudíes jóvenes están dependiendo cada vez más de las redes sociales para expresarse y entretenerse, ganar dinero y conocer amigos y conseguir potenciales parejas.

Aprovechando la tecnología. Esa dependencia de la tecnología para eludir a la policía religiosa y los ojos curiosos de familiares y vecinos, se ha acelerado desde que esta llegó primero con la propagación de la televisión satelital en los años 90.

Los saudíes treintañeros (o mayores) recuerdan los días de cortejos no vigilados vía el Messenger de BlackBerry.

Pero la escala del auge de las redes sociales de hoy es asombrosa, ya que muchos de los 18 millones de ciudadanos del país usan smartphones múltiples y pasan horas al día en línea.

Lo digital no ha reemplazado a la interacción cara a cara, pero ha abierto la puerta a una comunicación mucho más directa y vigorosa, especialmente en una sociedad que segrega marcadamente a hombres y mujeres que no están emparentados.

La propagación de la tecnología móvil está produciendo casi una revolución social en la vida de los jóvenes.

En este reino rico y conservador que prohíbe las salas de cine, YouTube y la transmisión continua en Internet, han ofrecido un escape de los censores y una ventana al mundo exterior.

Un joven juez de la sharia (ley islámica), por ejemplo, confió que había visto las cinco temporadas de Breaking Bad . “Me volví adicto”, reconoció.

Arabia Saudí tiene las condiciones ideales para un auge de las redes sociales: un Internet veloz, ingreso disponible y una población juvenil con pocas opciones de vida social.

A diferencia de China e Irán, Arabia Saudí no ha bloqueado sitios como Facebook y Twitter, aunque ocasionalmente persigue a los que considera que insultan a personajes públicos o al islam. La monarquía parece haber decidido que los beneficios de las redes sociales como un escape para los jóvenes compensan el riesgo de que sean utilizadas para movilizar a la oposición política, a la cual castiga rápidamente y sin contemplaciones.

Para hacer negocios. También hay beneficios económicos. “Muchas personas están pegadas a sus teléfonos y realmente aburridas”, dijo[[BEGIN:INLINEREF LNCIMA20150606_0152]] Ali Kalthami[[END:INLINEREF]], el director de contenido de Telfaz11, una red saudí que produce videos de comedia para YouTube.

La compañía ahora emplea a más de 30 personas y se ha diversificado a comerciales, juegos y administración de talento para sus actores, que a menudo son rodeados en la calle por los jóvenes saudíes que procuran tomarse fotos con ellos.

El grupo se ha burlado de la prohibición de que las mujeres conduzcan vehículos y de los estereotipos de los saudíes en el extranjero, pero sus miembros conocen sus límites.

“Los tabúes habituales: sexo, política y religión”, precisó Alaa Yoosef, el director administración de C3 Films, la compañía matriz del grupo.

Aunque las redes sociales se han extendido a todos los grupos, sus efectos han sido mayores entre más de la mitad de los saudíes menores de 30 años.

“Todo lo que tiene que ver con la tecnología es una ventana al mundo exterior, y no hay nada que nuestros jóvenes no conozcan”, comentó Hoda Abdulrahman al-Helaissi, miembro del Consejo Shura del reino, un órgano asesor designado por el rey.

¿Más libertad? Sin embargo, estar cada vez más conectados no necesariamente produce una liberalización al estilo occidental.

Los conservadores religiosos usan las redes sociales con tanta habilidad como los liberales, y muchos saudíes jóvenes siguen comprometidos y orgullosos de su cultura. Aun quienes quieren el cambio, dicen que debe ocurrir gradualmente.

Muchos han usado las nuevas tecnologías en formas singularmente saudíes.

Trabajando desde casa con solo un smartphone y su sentido del humor, una estudiante universitaria de 22 años, conocida como Amy Roko, ha conseguido casi medio millón de seguidores en Instagram para videos cortos que la muestran imitando a la diva colombiana Shakira, usando el karate contra un pretendiente indeseado y montando una patineta, ya que no puede conducir un automóvil.

Que actúe cubierta con un traje negro tradicional y un velo completo sobre el rostro evidentemente se suma a la novedad.

Cuando se le preguntó cuáles cambios le gustaría ver en Arabia Saudí, hizo una pausa.

“Necesitamos películas, es decir, salas de cine”, manifestó. “Pienso que si simplemente pudiéramos lograr eso, digo, eso es todo lo que necesitamos”.

Limitaciones de las redes. El poder de las redes sociales para producir el cambio sigue siendo limitado en una sociedad carente de derechos políticos.

Algunos funcionarios han sido despedidos después de ser filmados comportándose mal, pero este país del Oriente Medio sigue siendo gobernado por un monarca absoluto, el rey Salman, de 79 años.

Además, clérigos poderosos operan el sistema de justicia y se oponen a las revisiones sociales.

Mientras repasa aplicaciones en su teléfono inteligente, Haya al-Fahad, de 27 años, describió cómo renunció a su primer empleo después de la universidad porque un tercio de su salario lo destinaba al chofer que usaba para llevarla y traerla del trabajo.

Ahora trabaja desde casa, haciendo brazaletes que vende en Instagram. Eso le da más tiempo para administrar sus tres páginas de Facebook, tres cuentas de Instagram y dos cuentas de Twitter, donde le gusta discutir con las personas cuyas opiniones políticas y religiosas le disgustan.

“Esta es mi identidad”, expresó, agitando su teléfono. “No sé cómo la gente sobrevivía hace 10 años sin él”, agregó.

Hallar pareja. Para Raqad Alabali, una joven conservadora de 22 años y residente en un suburbio de la ciudad de Riad, el romance comenzó cuando un hombre al que no conocía respondió a sus melancólicas publicaciones en Twitter con un mensaje privado. Pronto se estaban enviando mensajes constantemente.

“Siguió verificando para asegurarse de que yo ya no estuviera triste, y luego nos tuiteamos diariamente”, rememoró.

Intercambiaron números telefónicos para una llamada ocasional, y eventualmente, ella le envió una foto suya con un vestido blanco con los hombros descubiertos y maquillaje en los ojos en su rostro sin velo.

Él dio a conocer que quería casarse con ella. La madre de él llamó a la de ella.

La pareja está planeando una reunión familiar para formalizar el arreglo, informó Alabdali. Será la primera vez que estén en la misma habitación.

“No tengo duda alguna de que se casará conmigo o de que sea serio en sus intenciones conmigo”, manifestó Alabdali.

¿Por qué está tan segura? La respuesta es muy sencilla: su hermano mayor y la esposa de este lo conocen gracias a la red social Facebook.