El largo viaje de un inmigrante para escapar de la guerra en Siria

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París

Para llegar a París desde la ciudad siria de Alepo, Bilal Agha tardó tres meses en barco, a pie, en tren e incluso en taxi y se gastó 2.250 euros. Todo ello para huir de la opresión y la guerra.

En noviembre del 2013, "me marché de mi país a Estambul, en Turquía, porque me buscaban. Participé en las manifestaciones por la democracia, me habían encarcelado cuatro veces. Y era fácil cruzar la frontera turca", cuenta Bilal.

Este excontable de la Western Union en Alepo, de 34 años y con un hijo de dos años, vive actualmente en la región de París después de haber conseguido asilo en Francia.

"En torno a mediados de enero del 2014, me fui de Estambul con un pasador rumbo a Esmirna". Su objetivo: la isla griega de Mitilene, también llamada Lesbos, frente a las costas turcas.

"Pagué 1.000 euros para ir a Grecia. Nos fuimos en torno a la medianoche a bordo de un barco de motor de 15 metros y con 32 pasajeros, entre ellos dos niños y una mujer embarazada. Algunos habían pagado 1.500 euros".

"Ninguna persona a bordo sabía pilotar la embarcación. El motor se paró en pleno mar. Contactamos con los traficantes llamándolos a sus teléfonos móviles. No hubo respuesta".

"Afortunadamente un sudanés a bordo tenía el número de un organismo al que pudimos comunicar nuestra latitud y longitud, y los guardacostas griegos nos salvaron".

Hacia las 5 de la madrugada, Bilal desembarca. "Mitilene, es Europa. Para mí es la ciudad más bonita del mundo".

"Estuve una semana en un centro de retención. La gente de Acnur (el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados) nos explicó nuestros derechos como inmigrantes sirios. Nos fuimos a Atenas. Podíamos dormir allí por 5 euros la noche, pero estaba nervioso, había muchos inmigrantes. Entonces, se me ocurrió ir a París. Francia es un país civilizado, me habían dicho que Suecia era más acogedora, pero para mí París es París".

Otro viaje. Bilal puso rumbo entonces a Salónica, al norte de Grecia, y luegofue a Macedonia caminando con un grupo de 15 personas.

"Entramos por la noche. Un paquistaní nos indicaba el camino. En ocasiones caminamos hasta 20 horas seguidas. Cruzamos valles, quebradas. Era muy duro. Dormí en un bosque bajo la lluvia".

Entonces se hizo cargo de él una red que califica de "traficantes" y embarcó clandestinamente en la parte trasera de un camión con otros inmigrantes. Tres días rumbo a Serbia sin ver el paisaje.

"Cuando nos hicieron bajar del camión, estaba completamente desorientado, estábamos en Croacia, vi un panel que ponía Zagreb. Nuestro grupo se separó. Me quedé con un compañero sirio".

"Al llegar a Liubliana, en Eslovenia, primero intentamos ir a Austria para tomar el tren, pero nos pararon en la frontera. Nos tuvieron retenidos tres días, y luego nos dejaron irnos dándonos cita para el día siguiente para hacer nuestra solicitud de asilo. Mi compañero se quedó, yo seguí mi camino".

"Me guiaba con el GPS del teléfono móvil y dos mapas. Un taxi me llevó a la estación de Trieste en Italia por 70 euros. Desde allí tomé un tren para Milán".

"Vi que una de las primeras ciudades del lado francés se llamaba Modane, y encontré un autobús".

"Nevaba en Modane. Fui a la gendarmería. Les dije que huía de la guerra y que pedía asilo. Un tunecino, detenido, traducía del árabe. Los gendarmes escribieron un informe y me tomaron las huellas dactilares. A medianoche me dijeron que me fuera. Les pedí que me encarcelaran una noche porque no tenía ningún sitio adonde ir. Me dejaron dormir en la celda con la condición de que me fuera a las 8 a. m.. Al día siguiente tomé un tren. Llegué a la estación de Lyon en París, el 18 de febrero del 2014".

Según el colectivo Migrants Files, el precio medio pagado por los inmigrantes para venir desde el Mediterráneo oriental a Europa es de 2.000 euros. Por Alepo-París Bilal pagó "2.250 euros" y tardó tres meses.