Ciudadanos de Libia ven con esperanza y alivio formación de un gobierno unificado

Esperan que se aboque a solucionar problemas como la falta de electricidad y la falta de liquidez

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Trípoli. “Esta vez parece ser la buena”: Salah ahora puede esperar, al igual que todos los libios exhaustos de una década de caos y divisiones, ver por fin a su país reconciliado tras instaurarse un gobierno unificado.

"¡Soy muy optimista!", afirma con una enorme sonrisa este comerciante cuarentón, con barba canosa, paseándose por un centro comercial de Trípoli. "Necesitamos unidad, somos todos hermanos, no debemos dividirnos", añade.

Como muchísimos de sus compatriotas, Salah vio el miércoles por televisión la sesión que permitió al gobierno de transición de Abdelhamid Dbeibah obtener la confianza del Parlamento.

La votación fue vitoreada como "histórica", con un gabinete fruto de un proceso político apadrinado por la ONU, tras los fracasos de muchos intentos de acuerdo durante los últimos años.

Este gobierno debe contribuir a sacar al país de diez años de caos, unificando sus instituciones y llevándolo hacia elecciones a fines de diciembre. El lunes, el nuevo gobierno prestará juramento.

Febrero del 2011: impulsados por la Primavera Árabe y merced al apoyo de la OTAN, los libios acabaron en unos meses con el régimen de Muamar Gadafi, el “Guía de la Yamahiriya”, que reinó en el país desde 1969.

Después, Libia ha estado dividida y minada por las rivalidades entre las principales regiones, las luchas por el poder, el ardor de las milicias y la injerencia extranjera, en detrimento de una población pacífica privada de los beneficios de los grandes recursos energéticos del país. Las infraestructuras están aplastadas, la economía hecha jirones, los servicios son casi inexistentes.

Volver a vivir

El nuevo gobierno de unidad “se abocará de manera prioritaria en la vida cotidiana de los ciudadanos, solucionará los problemas de cortes de electricidad y la escasez de liquidez. La vida tiene que volver a la normalidad”, aspira Salah.

Por todo Trípoli, colas interminables se forman ante las ventanillas de los bancos, decenas de automovilistas permanecen durante horas en las estaciones de servicio.

El dinar se ha devaluado, los precios del sector inmobiliario disparado, los cortes de electricidad son cotidianos. Cuando se producen, la ciudad vibra al compás del rugido de los generadores.

Las armazones oxidadas de enormes grúas se ciñen sobre las estructuras de edificios inacabados, con los suelos invadidos por maleza, signos de una economía paralizada.

"Si Dios quiere, el nuevo gobierno hará posible la unificación de las instituciones", anhela Nader Mansuri, de 46 años, bajo el sol, con el puerto de Trípoli como telón de fondo.

“Ahora debe solucionar la crisis, la falta de liquidez, los cortes de electricidad, la campaña de vacunación contra la covid-19”, añade.

Para este funcionario tripolitano, "lo más importante de todo es organizar las elecciones para diciembre. Hay injerencia extranjera, y hay que acabar con ella".

Miftah Al Malis, de 36 años, ve este voto de confianza como una "sabia decisión", puesto que "el pueblo libio está cansado, harto. El conflicto duró demasiado y no tuvo razón de ser".

También se dice "optimista" y aspira "a la unión de todos los libios".

El optimismo también se respira en Bengasi (este), la gran ciudad de Cirenaica, situada a unos 1.000 km de la capital. Aquí fue donde comenzó la primavera libia hace una década.

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La cuna de la revolución se ha visto especialmente afectada por la violencia posterior, plagada de atentados, combates y asesinatos. En la ciudad vieja, paredes agujereadas y edificios desfigurados son el recuerdo de que ahí hubo una guerra.

“Es una luz de esperanza que se avizora en el horizonte”, quiere creer Osama Al Werfalli, un empresario cincuentón, afincado en Bengasi, “cansado de una situación que llevó al deterioro de las condiciones de vida de todos los libios”.