Chiitas y sunitas, una división presente hasta nuestros días

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Ambos siguen a Alá, se guían por el mismo texto sagrado –el Corán – y comparten los fundamentos de su religión, pero entre sunitas y chiitas persisten hasta hoy diferencias que, con frecuencia, son causa de cruentos enfrentamientos.

Origen de la discordia. La muerte de Mahoma, a quien Alá (Dios) reveló la verdad, sembró la semilla de la división en el islam pues el profeta no dejó un heredero designado. Se desató una lucha por el poder.

Un sector pugnaba por nombrar a un pariente de Mahoma; se trataba de Alí, yerno y primo del fundador de la nueva fe. Los seguidores de este grupo se conocerían después como chiitas.

Otro alegaba que el vínculo sanguíneo no debía ser la razón primordial y que la cabeza del califato la debían elegir los miembros de la comunidad musulmana ( umma ).

Entre 632 y 656 se nombró a tres califas –Abu Bakr, Omar (y Otmán–, los cuales no fueron reconocidos por los chiitas.

En 656 se designa a Alí, quien solo duró un año y finalmente fue asesinado en el 661.

Los sunitas reconocen a Alí como cuarto califa, mientras que para los chiitas el primer imán y sus descendientes son los legítimos sucesores del profeta Mahoma.

Sí y no al imanato. La principal diferencia entre ambas corrientes es la doctrina del imanato. Para los chiitas, el imán es un líder espiritual infalible en todos los aspectos y es el intermediario entre el pueblo y Dios.

Por el contrario, para el sunismo, la relación del fiel con Alá es directa y el imán solo es un dirigente religioso ordinario, que encabeza la oración y vela por la comunidad. Además, los sunitas sostienen que el papel que el chiismo otorga a los imanes y a Alí pone en cuestión a Mahoma.

Tal es la razón por la cual los consideran “herejes”, una acusación que hasta hoy se blande para justificar ataques a los chiitas.

Pugnas políticas. Estas diferencias siguen manifestándose hasta nuestros días.

Así, en Irak, donde son mayoría, estuvieron marginados y fueron duramente reprimidos durante el régimen de Sadam Husein, quien era sunita. Ahora, la situación es a la inversa, lo cual explica las divisiones en el país y, en muchos casos, el apoyo al Estado Islámico (sunismo radical).

En Siria, el Gobierno se apoya en la minoría alauita, una rama del chiismo, en tanto la población es mayoritariamente sunita.

Irán, donde el chiismo es ampliamente dominante y país líder de esta corriente, es un aliado clave del régimen de Bashar al-Asad, que también tiene en el grupo chiita libanés Hezbolá un fuerte apoyo en la guerra civil.

La “potencia” sunita es Arabia Saudí, cuna del islam y guardiana de los dos lugares más sagrados para los musulmanes: las ciudades de Meca y Medina.

Irán y Arabia Saudí libran una lucha por la hegemonía regional en el golfo Pérsico. El segundo país ha dado apoyo a grupos armados que combaten a al-Asad.

Yemen constituye otro escenario donde ambas naciones libran su pulso. Los iraníes han respaldado a los rebeldes hutíes (zaidíes, una rama chiita), que expulsaron al gobierno respaldado por Arabia Saudí.

En respuesta, esta lidera una coalición que ataca a los hutíes y aboga por restituir el régimen.