Con el peso de la historia en sus hombros

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El 11 de setiembre del 2001 marcó un giro en la presidencia de George W. Bush, quien aún no cumplía ocho meses en el puesto.

Las semanas siguientes y la decisión de bombardear Afganistán respondían a lo que le prometió a los estadounidenses. Inició la “guerra contra el terrorismo”, la reestructuración de la comunidad de inteligencia y más tarde, la polémica guerra en Irak.

Pese a que su popularidad iba en caída, el Presidente ganó la reelección.

Sin embargo, la segunda parte de su mandato resultó la más difícil: aparecieron las dudas sobre las misiones de guerra, las tensiones en la Administración, las torturas en una cárcel iraquí y en Guantánamo, el huracán Katrina, la derrota en las legislativas del 2006 y la crisis financiera.

Bush ha mantenido un bajo perfil desde que dejó el Gobierno. Volvió a Texas y escribió unas memorias. En 2010 aceptó una petición de su sucesor para unirse a Bill Clinton y establecer un fondo de ayuda para la reconstrucción de Haití. Ese mismo año, académicos que evaluaron a los 43 mandatarios de EE. UU. (Barack Obama es el 44) dejaron a Bush en el lugar 39.

Dick Cheney

Considerado como uno de los vicepresidentes más influyentes de EE. UU., Cheney fue uno de los arquitectos de la respuesta a los ataques. Según sus propias declaraciones, comandó la estrategia desde un búnker bajo de la Casa Blanca, mientras el Presidente viajaba en el Air Force One desde Florida. Destacado “halcón” (favorece un enfoque militar en política exterior), fue partidario de una represalia contundente contra Afganistán y de la guerra en Irak.

Pese a su gran influencia, su poder disminuyó en la última parte del gobierno de Bush y para el término de la administración, era escasamente visible. “El rol de Cheney no debe ser exagerado. Era mucho más instruido que Bush y por eso influyó más sobre las políticas del gobierno. Pero Bush estaba dispuesto a seguir esos consejos”, dijo el profesor Peter Kuznick de la American University.

Hoy, es aún una figura importante para el stablishment republicano y con la aparición de su libro de memorias ha aumentado su presencia, sobre todo por sus revelaciones acerca de la toma de decisiones clave del gobierno de Bush.

Rudolph Giuliani

Giuliani fue la autoridad más visible durante el día de los ataques. Rápidamente pasó de ser el alcalde de Nueva York, a ser “el alcalde del mundo”, cuando su imagen y sus palabras se transmitían por TV a todo el planeta. En los días siguientes supervisó las tareas de rescate y fue a decenas de funerales.

A fines del 2001 la revista Time lo nombró “Hombre del año” y para el primer aniversario de los atentados, New York Magazine lo llamó “ídolo estadounidense”. Al dejar la alcaldía, escribió un libro, fundó una consultora, se unió a una firma de abogados y se convirtió en uno de los más solicitados conferencistas del país. Ese año fue nombrado caballero honorario por la Reina Isabel.

En la adelantada carrera para suceder a George W. Bush, en 2007 lanzó su precandidatura por la nominación republicana, pero la dejó en enero de 2008. En 2010 coqueteó con la idea de una postulación como gobernador o senador por Nueva York. Pronto desechó la idea. Sin embargo, en las últimas semanas la prensa ha comentado sobre sus intenciones de aventurar una nueva apuesta electoral, otra vez para conquistar la Casa Blanca.

Donald Rumsfeld

“Halcón” como Cheney, su mayor aliado político y con quien había trabajado en administraciones anteriores, Rumsfeld es otro de los arquitectos de las guerras en Afganistán e Irak. Centro de las críticas cuando las cosas comenzaron a empeorar en las guerras, Rumsfeld dejó el cargo en 2006, el día después de que los republicanos perdieron las legislativas de mitad de período.

El exsecretario estuvo un tiempo como profesor invitado en el Instituto Hoover de Stanford y creó Rumsfeld Foundation, un centro dedicado a premiar el liderazgo, el servicio público y a promover sistemas políticos y económicos libres en el extranjero.

En sus memorias publicadas este año –y en un sitio con un enorme archivo de documentos sobre su paso por el gobierno (www.rumsfeld.com)–, Rumsfeld reveló que el presidente Bush tuvo la intención de invadir Irak desde que cayeron las Torres Gemelas y que le pidió una estrategia bélica, pese a sus advertencias de las dificultades que una operación como esa traería.

Condoleezza Rice

Condi, como le dice Bush, era una de las personas más cercanas al Mandatario y “rival interna” de Cheney y Rumsfeld, sobre todo tras convertise en secretaria de Estado en 2004.

“La ofensiva en Afganistán fue brillante (' .) Fue una combinación de tener a Rice trabajando para el Presidente, a (el secretario de Estado) Colin Powell con la ONU, y a Rumsfeld dirigiendo las operaciones militares. Luego lo echamos todo a perder. Powell le mintió a la ONU (o recibió datos falsos sobre Irak). Rumsfeld demostró ser un mal estratega y apenas se hablaba con Rice. En 2005, el éxito en Afganistán se había olvidado por la guerra en Irak”, dice Michael Munger, profesor de política de Duke University.

Al salir del gobierno volvió a dar clases de Economía y Política en la Universidad de Stanford. En 2010 publicó “Extraordinary, Ordinary People” , unas memorias sobre su familia y lanzará en noviembre su próximo libro, “No Higher Honor”, sobre su paso por Washington.

Osama bin Laden

Fue el enemigo número uno de EE. UU. hasta su muerte, el pasado 2 de mayo. Bin Laden dejó Kandahar (Afganistán) inmediatamente despues del 11-S y viajó en auto por el país junto a su “mano derecha” y actual líder de al-Qaeda, Ayman al Zawahiri. En octubre del 2001, se refugió en las cuevas de las montañas de Tora Bora, desde donde instruía a sus combatientes.

Los bombardeos de EE.UU. lo hicieron huir y por años los expertos aseguraron que se movía por Waziristán (al noroeste de Pakistán), bastión de los talibanes. Aunque cada cierto tiempo Bin Laden enviaba mensajes, nadie conocía su paradero, ni siquiera la cúpula de al-Qaeda. Los agentes que estaban tras su pista decidieron entonces seguir al mensajero que mensualmente usaba para enviar sus órdenes. Eso los llevó hasta un complejo residencial en Abbottabad, Pakistán. El 2 de mayo un comando de fuerzas especiales SEAL asaltó el lugar y acabó con el hombre más buscado de la última década.