Capilla Sixtina es el centro neurálgico del cónclave

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Ciudad del Vaticano. AFP. La imponente Capilla Sixtina, decorada con majestuosos frescos de Miguel Ángel, acogerá a partir de hoy las votaciones de los 115 cardenales que elegirán al 266.º Sumo Pontífice de la Iglesia.

Cada mañana, los cardenales realizarán un corto recorrido, a pie o en autobús, entre la Casa Santa Marta, donde se alojan, y el escenario del cónclave desde 1513, donde, con excepción del primer día, cuando solo se vota una vez, se celebran cuatro votaciones.

Construida a petición del papa Sixto IV entre 1477 y 1480, la famosa capilla renacentista está situada a la derecha de la basílica de San Pedro. Al parecer, tiene exactamente las mismas medidas –40,5 m de largo, 13,2 m de ancho y 20,7 m de alto– que el legendario templo del rey Salomón.

Este lugar es conocido por sus frescos, obras de Perugino, Botticelli y sus alumnos, que explican en los muros laterales la vida de Moisés y de Jesucristo, pero sobre todo por su bóveda, realizada por Miguel Ángel, que también pintó el famosísimo Juicio Final en la pared situada frente a la entrada.

Todos los detalles. Los cardenales estarán sentados en sillas de madera de cerezo con su nombre grabado. Al fondo, se hallará la urna con la tapa adornada con dos figuras que representan corderos, en la que depositarán sus papeletas de voto.

En el centro, habrá un atril con el Evangelio abierto, ante el cual los purpurados jurarán mantener el secreto de cuanto allí se diga.

Como ya ocurrió en el 2005, cuando fue elegido el hoy papa emérito Benedicto XVI, se han instalado dos estufas dentro de la capilla, conectadas a la misma chimenea de la que saldrá la única indicación de lo que ocurre en el interior.

La estufa está situada a mano izquierda cuando se entra en la Capilla Sixtina por la Sala Regia, como harán los purpurados. A la derecha, un órgano suizo acompañará a los celebrantes durante la ceremonia que precederá el cierre de las puertas con el tradicional Extra Omnes (Todos fuera).

La Capilla comunica también con una celda de nueve metros cuadrados permanentemente cerrada al público. Es el “cuarto de las lágrimas”, donde cada nuevo papa, en cuanto es elegido, entra con el cardenal camarlengo (a cargo de los asuntos del Vaticano durante la transición entre dos papados) y del maestro de ceremonias litúrgicas para romper en llanto ante la magnitud de la tarea que le espera y vestir su primera sotana blanca, con la que será presentado al mundo.