Arqueóloga tica huyó de Egipto por desierto

Joven de 22 años ayudó a colegas a hablar con familias por sistema ‘roaming’

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Irene Soto Marín, arqueóloga costarricense de 22 años, estaba desde el inicio de enero escudriñando el pasado egipcio en un desierto de ese país cuando el presente de la nación le dio a ella y su familia el susto de sus vidas.

La joven, oriunda de Barreal, Heredia, y otros 30 colegas investigadores vieron como la insurrección local se les vino encima mientras trabajaban en una excavación en una zona a 800 kilómetros de El Cairo, a la que se llega tras 14 horas de viaje por tierra.

Al otro lado del océano, en Nueva York, la convulsión sacudió a sus padres, Karolina Marín y Eduardo Soto, y los mantuvo en tensión por días conforme se agravaba la crisis en un país donde Costa Rica carece de embajada, pese a que el gobierno de Óscar Arias anunció en diciembre del 2006 gestiones para abrirla.

El martes, luego de varios días de zozobra, mal dormir y ansiedad, al fin todos, entre lágrimas y besos, se fundieron en un abrazo largo en el Aeropuerto JFK en Nueva York donde un vuelo de emergencia del Departamento de Estado de EE. UU. los reunió.

“El viernes empezó la crisis a afectarnos: se cerró Internet y la telefonía interna, quedamos incomunicados. Gracias a Dios, tenía mi teléfono de EE. UU. para llamar y así yo y otros compañeros tuvimos contacto con nuestras familias”, explicó la bachiller en Antropología con énfasis en Arqueología del Colegio Barnard, de la Universidad de Columbia, en Nueva York.

Decisión. El sábado, el grupo se reunió a analizar la situación y se comunicó con los encargados del proyecto y el Gobierno de EE. UU., que ofreció un avión para sacarlos.

“El domingo decidimos irnos porque ya no llegaba gasolina y podíamos quedarnos aislados. El lunes fuimos a la excavación a cerrarla y al regresar supimos que el avión no venía adonde estábamos porque no había combustible en el área y tuvimos que movernos”, expresó Soto quien, por cláusulas de confidencialidad laboral evitó precisar el sitio exacto del proyecto.

En su lugar, el grupo emprendió siete horas de viaje por el desierto, desafiando el toque de queda en parte del trayecto, hacia el aeropuerto de la ciudad egipcia de Assiut que, afirmó Soto, “no es el lugar más seguro en momentos de paz”.

“Desde que nos enteramos de la crisis estábamos tranquilos porque asustarse no ayuda. Ya el viernes andábamos ansiosos, pero controlados. Era evidente que estábamos muy nerviosos pero bromeamos para manejarlo”, comentó la costarricense. quien llegó a Nueva York con con su familia en el 2004.

En Assiut, el avión de rescate los trasladó a Dubái, de donde viajaron a Nueva York luego de más de 40 horas de travesía de las arenas egipcias a la nevada metrópolis, donde sus familiares esperaban.

“Mami me vio y se puso a llorar como siempre. Todos los papás estaban llorando”, recordó ayer Soto, en conversción por teléfono con este diario, al referirse al cierre de un abrumador episodio para ella y sus progenitores.

“Yo misma conversaba con mis papás y suegros que realmente nuestros hijos que han sido muy exitosos en su campo profesional, pero van a entender el drama y sentimiento que uno vive cuando tengan sus hijos”, señaló Marín, quien pasó con su esposo la semana anterior en carreras y tensión haciendo llamadas, pidiendo informes y elaborando listas de posibles vuelos fuera de Egipto para Irene.

“Cuando llegamos al aeropuerto nos cayó la emoción. Antes de que llegaran, nos pusimos mal anímicamente para dejar salir nuestra propia emoción. Sentimos que no éramos los únicos papás preocupados y alegres”, comentó Marín.