América Latina sucumbe a la droga y dispara el consumo

Mayor aceptación social al uso de algunas sustancias alimenta el problema

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Para ser una de las regiones donde se concentra la producción y el tránsito de algunas de las drogas ilegales más comunes en el mundo, América Latina se había mantenido a salvo de la otra pata del negocio: el consumo. Ya no más.

Según cifras obtenidas para este informe por los 11 socios del Grupo de Diarios de América, desde comienzos de la década ha habido un sostenido aumento en los índices de consumo de sustancias como la marihuana, la cocaína y derivados más baratos como la pasta base o el crack.

Y aunque esa tendencia regional ha estado acompañada por una mayor tolerancia social hacia el uso de algunas de esas drogas, los países no han iniciado un debate sobre la despenalización de su consumo. Esa es una demanda que atraviesa el continente, sí, pero a cargo de grupos aislados que suelen juntar centenares de adeptos en manifestaciones a favor de la legalización (principalmente de la marihuana) pero no alcanzan para volver el asunto un tema de discusión política o social.

Los Gobiernos del continente miran de lejos el problema, quizá por la necesidad de atender otras urgencias. Sus discursos abarcan un abanico que va de cierta disposición a debatirlo (por lo menos en la retórica del Gobierno argentino) a la negativa a considerarlo (la administración de Alan García en Perú, por ejemplo).

En la mayoría de los países, sin embargo, no está penado el consumo y algunas de las grandes ciudades del continente (en Montevideo, por ejemplo) se ha vuelto común ver jóvenes fumando marihuana con un desparpajo impensable hace una década. En muchas ciudades circulan, como zombies, los consumidores de drogas más destructivas y baratas.

Productor y consumidor. El director de la Policía colombiana, el general Oscar Naranjo, asegura que hace 20 años se venía advirtiendo que un país que es productor termina siendo epicentro de la mafia y termina convirtiéndose en un país consumidor. Ese es el panorama de muchos países exportadores.

En México, cuyos carteles dominan el negocio continental de estupefacientes, en el 2008 hubo un millón más de usuarios de drogas que en el 2002; los consumidores crónicos aumentaron más de 51% en el mismo período. En Colombia, cerca de 300.000 personas necesitan tratamiento para su adicción pero solo hay cupo para 30.000.

En Uruguay, considerado un país de paso para la droga que va a Europa, 200.000 personas (alrededor de 7% de la población) reconocen haber probado marihuana, según un estudio oficial del 2007.

La encuesta 2010 de la Secretaría de Prevención de la Drogadicción y la lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) de Argentina, reveló que 8,4% de los adolescentes informaron haber consumido marihuana en el último año; en el 2001 esa cifra era 3,5%.

La Cátedra Libre Antidrogas de Venezuela determinó que hace 10 años, 40% de los bachilleres de la Gran Caracas tenían contacto con las drogas; en el 2009, la cifra subió a 70%._Puerto Rico lidia, por su parte, con 70.000 heroinómanos.

Ese crecimiento ha estado acompañado de otro fenómeno: una mayor aceptación social al uso de algunas sustancias. Eso no implica que haya bajado el rechazo; habla de un acostumbramiento.

“El problema es la alta tolerancia social al consumo de ciertas drogas, como el alcohol y la marihuana”, explica el encargado de la argentina Sedronar, José Granero, un funcionario con rango de secretario de Estado.

El argumento de Granero se apoya en un sondeo realizado entre jóvenes por el Observatorio Argentino de Drogas, que depende de su organismo. En ese estudio se determinó que el 44% de los estudiantes consideraba peligroso el consumo de marihuana en el 2001. Ocho años después ese porcentaje se redujo a 11,6%. Esa percepción reproduce, según especialistas, una fuerte promoción social del derecho individual a consumir drogas.

Una mayor tolerancia social podría ser, también, la razón de que la experimentación con cocaína se haya cuadruplicado en los últimos 20 años en Costa Rica, según datos del Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodepencia (IAFA). “Hay más oferta, más droga en la calle. También es probable que haya una percepción de menos riesgo ante esa droga”, explicó Julio Bejarano, coordinador de investigaciones del instituto costarricense. La misma percepción tienen las jerarquías en México.

Fuma tranquilo. En general, en América Latina, las normas no penan la tenencia, aunque los criterios son bastante laxos y, casi siempre dependen del juez que se encargue del caso. Pero en el último año, varios países han empezado a descriminalizar la figura del consumidor.

En agosto del 2009, la Corte Suprema de Justicia argentina dictaminó que es inconstitucional detener a una persona por tenencia de drogas para uso personal.

Casi simultáneamente, México también cambió su normativa para que la posesión para consumo de una cierta cantidad de droga esté despenalizada.

Algo similar pasa en Venezuela desde setiembre, cuando se aprobó la tercera reforma a la legislación antidrogas, la cual permite la posesión de hasta dos gramos de cocaína; 20 gramos de marihuana tradicional o cinco gramos de la genéticamente modificada, y un gramo de opiáceos.

La más reciente decisión en Colombia, aprobada el año pasado en el Congreso, estableció que el consumo está prohibido pero no penalizado.

En Perú está penalizado el tráfico y la tenencia de cierta cantidad de drogas con pena privativa de libertad no menor de ocho ni mayor de 15 años.

La falta de un criterio sobre lo que es considerado tenencia para uso personal y tráfico genera situaciones como la brasileña, donde, por ley, no debería haber presos por ser usuarios y, sin embargo, muchos consumidores esperan meses en centros de detención para que el juez establezca de qué lado del negocio están.

Según el secretario de Seguridad Pública, Ricardo Balestreri, más del 90% de los detenidos por delitos vinculados a la droga fueron detenidos con una mínima cantidad, no estaban armados y representan poco riesgo social.