70 años de visitas célebres: Dalái Lama, un océano de paz

El premio Nobel de la Paz (1989) y líder espiritual del Tíbet, compartió su mensaje de sabiduría y tolerancia El premio Nobel de la Paz (1989) y líder espiritual del Tíbet, compartió su mensaje de sabiduría y tolerancia

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Cuando el Dalái Lama llegó –por segunda vez– al país, el sábado 25 de julio de 2004, jamás pensó que reviviría el recuerdo de una periodista que se enamoró de su presencia años atrás.

En 1989, Tenzin Gyatso — décimo cuarto Dalái Lama— visitó por primera vez Costa Rica para participar en una conferencia auspiciada por la Universidad para la Paz.

Durante esa estadía, el Dalái Lama asistió la escuela Instituto Educativo Moderno, en San José. Allí cursaba el octavo año, Raquel Gólcher, quien luego trabajaría como periodista de La Nación .

“Fue una locura para mí, verlo tantos años después y, además, poder entrevistarlo. La paz y la calma que me transmitió cuando yo era una adolescente, fue la misma que percibí durante la segunda visita”, dijo la comunicadora que actualmente labora en Intel.

Veinticinco años después, Raquel se acercó de nuevo al líder cuando este llegó en julio del 2014 al país, gracias a la Asociación Cultural Tibetano Costarricense, la cual tiene el propósito de transmitir su filosofía de que “para la paz global hay que alcanzar la paz individual”.

Para aprovechar su segunda visita, el Dalái Lama dio una charla en la Universidad de Costa Rica, asistió a un almuerzo con el entonces presidente de la República, Abel Pacheco, y ofreció una conferencia en el hotel Real Intercontinental, en Escazú, entre otras actividades. A esta última asistió Gólcher, pero esta vez como periodista.

“Fue una oportunidad única. Recuerdo que llegó tarde; entonces, cuando me senté a hablar con él, le expliqué que había reducido las preguntas y él me dijo que no me preocupara”. Entonces, la Santidad –como le llaman sus seguidores– dejó varias reflexiones para los costarricenses; por ejemplo dijo: “La brecha entre pobres y ricos es la fuente de todos los conflictos, al igual que la supresión y discriminación. El método para cambiar es diálogo y educación”.

Además, compartió con La Nación , su opinión acerca de distintos temas, entre ellos la manipulación genética y la clonación.

“Todo depende de la intención. Si la intención es positiva y está dirigida a conseguir un beneficio, como una cura para una persona enferma, no hay nada malo en eso”, expresó.

Según aquella entrevista del 2004, el Dalái Lama “dijo que siempre que tiene la oportunidad coloca a Costa Rica como un país ejemplar, que logró eliminar el ejército y que lucha por su prosperidad”.

Para Gólcher, aquella experiencia fue más sensorial que otra cosa, ya que, por medio de la sonrisa, los ojos, y las palabras, la Santidad compartía su paz y calma.

“Tenía una agenda sumamente controlada. Pero aún así, se tomó el tiempo para saludar a cada uno de los presentes. Respetaba a los periodistas, a nuestra profesión, y respetaba el momento que compartía con uno”, agregó la comunicadora.

Para Gólcher, aquella entrevista se mantiene intacta en su memoria.

“Me pareció alguien que asume su rol con responsabilidad. Me sentí igual a como me sentí en la escuela”.

Compartir sabiduría

La agenda del líder, de la que habló ella, fue bastante particular y ajetreada.

El Dalái Lama también aprovechó para ofrecer una charla en el Auditorio Nacional (Museo de los Niños). Allí, sin mesas ni expositores de por medio, explicó cuáles son los ocho versos para entrenar la mente.

Asimismo, cuatro monjes fueron protagonistas de uno de los rituales más esperados de la visita: la destrucción del mandala, un símbolo hecho con arena de colores.

Ellos tardaron 15 días en hacerla y la eliminaron para transmitir el mensaje de que “todo es temporal”, detalló entonces el diario.