Viviendo entre números: Corrida de depósitos

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El 10 y 11 de agosto del 2004 tuve la desgracia -y luego fortuna- de sufrir una corrida de depósitos. En economía, nos enseñan que es aquella situación en donde los clientes de un banco o del sistema bancario pierden la confianza en que las entidades puedan atender sus obligaciones y, en un periodo muy corto, muchos de ellos se presentan a retirar sus depósitos.

Ningún banco en el mundo está preparado para atender una corrida de depósitos, pues al tratarse de un sistema fraccionado, se tiene una reserva de liquidez inferior a la totalidad de los depósitos.

Uno de los objetivos que las leyes asignan a los bancos centrales es la estabilidad y solvencia del sistema financiero. Se acepta que estas entidades funcionen como prestamista de última instancia, lo que asegura que si hay una corrida, los bancos comerciales pueden pedir prestado de inmediato al banco central: a esto se le conoce como operaciones de redescuento.

En ocasiones pienso que fue muy mala suerte que una de las pocas corridas de depósitos, quizás la única en los últimos 50 años en el país, me haya tocado a mi persona, pero; sin embargo, cada vez más estoy convencido que fui afortunado, pues gracias a la entrega de un personal apasionado por su organización y que comulgaba con la misión de excelencia que promovimos, salimos avante.

Sin embargo, lo que sigo sin aceptar es cómo es posible que más de 10 años después, el sistema financiero costarricense carezca de un sistema de préstamos de última instancia que funcione.

Comprenderán el porqué, cuando algunos teóricos mencionan que la tarea del Banco Central está concluida, este servidor no puede más que molestarse y señalar que hay tareas fundamentales que la ley encomienda a dicha entidad y deben resolverse con urgencia.

Muchos países, aparte de contar con un sistema de redescuento que funciona, tienen un esquema de seguro de depósitos para proteger a la mayoría de los ahorrantes.

En Costa Rica, además de que el sistema de redescuento no funciona, no existe tal seguro. Hay un Proyecto de Ley de Seguro de Depósitos que protegería los ahorros menores de ¢6 millones, donde están concentradas más del 85% de las cuentas o clientes de los bancos privados, pero que por diversas razones el Congreso no lo ha aprobado. Estoy seguro que si tuviéramos diputados con conocimiento de banca, sería el primer proyecto que las comisiones de Económicos o Hacendarios deberían aprobar sin mayor cuestionamiento.

Para los que hemos vivido y experimentado la banca y una corrida de depósitos, creemos firmemente en la famosa frase célebre que dice: “los sistemas bancarios son más peligrosos que los ejércitos”. Y yo agregaría: peor aún sino hay un buen sistema de prestamista de última instancia y de seguro de depósitos. Dios nos coja confesados.