Reagan era keynesiano

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No hay duda respecto a que la recuperación de los Estados Unidos de la crisis financiera ha sido decepcionante. De hecho, he estado dando razones respecto a que la mejor forma de ver la era desde el 2007 es como “depresión”, un prolongado período de debilidad económica y alto desempleo que, como la Gran Depresión de la década de 1930, persiste pese a episodios durante los cuales la economía crece. Y los republicanos, por supuesto, están tratando –con éxito considerable– de sacar ventaja política de este pésimo estado de cosas.

Aman, en particular, contrastar el expediente del presidente Obama con el de Ronald Reagan, a quien, para este punto de su presidencia, en verdad le tocó presidir una fuerte recuperación económica. Uno podría pensar que la comparación más importante es con George W. Bush, el que, a estas alturas de su administración –a diferencia de Obama– todavía presidía una gran pérdida en empleos del sector privado. Y, como explicaré dentro de poco, el bajón económico que Reagan enfrentó fue muy diferente a nuestra depresión actual y mucho más fácil de manejar. Pese a eso, la comparación Reagan-Obama es reveladora en algunos sentidos. Veamos entonces esa comparación.

Porque la verdad es que, en por lo menos una dimensión –gasto gubernamental–, hubo una gran diferencia entre las dos presidencias, con el gasto total del gobierno ajustado para la inflación y un crecimiento de la población que aumentó mucho más rápido en la administración de uno que en la del otro. Encuentro especialmente instructivo mirar los niveles de gasto a los tres años de la administración de cada uno de estos hombres –es decir: en el primer trimestre de 1984, en el caso de Reagan, y en el primer trimestre del 2012, en el de Obama– comparado con cuatro años antes, lo que en cada caso corresponde al inicio de una crisis económica. En la administración de un presidente, el gasto del gobierno real per cápita en ese punto era 14,4% más alto que cuatro años antes; en la del otro, menos de la mitad, apenas el 6,4%.

Bueno, ya para este momento muchos lectores probablemente habrán deducido el embuste que se presenta aquí: Reagan, no Obama, fue el gran derrochador. Si bien hubo una breve ráfaga de gasto gubernamental al principio de la administración Obama –principalmente para programas de ayuda de emergencia como el seguro de desempleo y cupones para alimentos– esa ráfaga pasó ya hace mucho tiempo. En realidad, en este punto, el gasto del gobierno disminuye rápidamente, con el gasto per cápita real en disminución durante el último año a una tasa no vista desde la desmovilización que siguió a la guerra de Corea.

¿Por qué era el gasto del gobierno mucho más alto con Reagan en la presidencia que en el bajón actual? “Keynesianismo armamentista” –el gran reforzamiento militar de Reagan– tuvo algo que ver. Pero la gran diferencia fue que el gasto real per cápita en los ámbitos estatal y local, que siguió aumentando en la administración real, ha disminuido significativamente esta vez.

Y esto, a la vez, refleja un ambiente político cambiado. Por una parte, los gobiernos estatales y locales solían beneficiarse del compartir ingresos en la forma de ayuda automática del gobierno federal, un programa que Reagan eventualmente mató, pero no antes de que hubiera pasado el bajón. Más importante aún, en la década de 1980, el dogma opositor a los impuestos no había tenido efecto en el mismo grado que lo hace ahora, por lo que los gobiernos estatales y locales estaban mucho más dispuestos de lo que están ahora a cubrir déficits temporales con aumentos temporales en los impuestos, evitando así marcados recortes en el gasto.

En pocas palabras, si quiere ver al gobierno responder a las tribulaciones económicas con políticas de “impuestos y gaste” que los conservadores siempre denuncian, debe volver la mirada a la era de Reagan, no a los años de Obama.

Entonces, ¿demuestra la recuperación económica de la era Reagan la superioridad de la economía keynesiana? No de una manera exacta. Porque, como dije, la verdad es que el bajón de la década de 1980 –que fue causado en forma más o menos deliberada por la Reserva Federal como una forma de bajar la inflación– fue muy diferente a nuestra actual depresión, que fue causada por exceso del sector privado: sobre todo, la ola de deuda en los hogares durante los años Reagan. Al bajón de la era Reagan se le podía poner fin rápidamente, como se hizo, cuando la Fed decidió ceder y recortó las tasas de interés, dando lugar a un gigantesco auge en vivienda. Esa opción no está disponible ahora porque las tasas ya están en las cercanías de cero.

Como muchos economistas han hecho notar, Estados Unidos sufre actualmente de un caso clásico de deflación de deuda: a lo largo y ancho de la economía, la gente trata de saldar las deudas mediante el recorte del gasto pero, al hacerlo, causa una depresión que empeora sus problemas de deuda. Esta es exactamente la situación en la que el gasto del gobierno debería subir temporalmente para compensar el bajón en el gasto privado y así dar al sector privado tiempo para reparar sus finanzas. Sin embargo, eso no está ocurriendo.

El punto, entonces, es que estaríamos en mucha mejor condición si estuviéramos siguiendo el keynesianismo al estilo Reagan. Puede que Reagan haya abogado por el gobierno pequeño, pero en la práctica presidió mucho aumento en el gasto y, en este momento, eso es exactamente lo que Estados Unidos necesita. Traducción de Gerardo Chaves para La Nación

Paul Krugman es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía del 2008.