Santiago Acosta, de mochilero a representante del FMI

Santiago Acosta es el representante de la oficina del Fondo Monetario Internacional en Costa Rica, un país al que llegó muy joven, en 1999, donde no ha dejado de hacer asados y del que va a extrañar las frutas y los atardeceres

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Corría agosto del 2020 cuando la Asamblea Legislativa aprobó un financiamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que dio inicio a un acuerdo entre el Gobierno y ese organismo internacional. En aquel entonces, Santiago Acosta trabajaba para la entidad desde su sede en Washington D. C., sin imaginar que ese convenio técnico le haría regresar a Costa Rica, 20 años después desde la primera vez que estuvo de visita.

Ahora, Acosta intenta no pensar mucho en el día que tenga que irse. Más bien, trata de aprovechar cada minuto con su esposa y sus dos hijas mientras el acuerdo entre el Gobierno y el FMI se completa. En Costa Rica, él ocupa el cargo de representante residente. Desde ahí coordina con distintos organismos y entidades, y ejecuta revisiones cotidianas del avance del país en el cumplimiento de los compromisos adquiridos.

Nacido en Perú, pero de nacionalidad argentina, este economista es un apasionado de los temas fiscales y políticos. Sus padres se mudaron a Perú por la dictadura militar de Jorge Rafael Videla (1976-1981). Ahí vivió un año, y luego se trasladó con su familia a México, hasta que alcanzó los ocho años. Finalmente, regresó a la Argentina, en 1985.

Santiago Acosta se describe amante del fútbol, aficionado al River Plate; también de los viajes y de Latinoamérica. A Costa Rica llegó, por primera vez, en 1999, tenía 23 años y andaba de mochilero. La Nación conversó con él en su oficina, en la sede del Banco Central, donde los temas versaron sobre su familia, el gusto por la parrillada argentina y sus encuentros con la fauna local. Por unos minutos, las finanzas públicas, quedaron en segundo plano.

¿Qué enseñanzas le dejó crecer en tantos países?

–En Perú viví solo un año, por lo que no tengo recuerdos de ese tiempo. De México sí tengo recuerdos muy lindos, una sociedad muy abierta y gente muy amable. Esas vivencias te dan mucha apertura. Mis padres regresaron en el 85 a Argentina. Tuve la suerte de coincidir con el mundial del 86, eso te marca como argentino. Después hice una maestría en economía y un doctorado en Inglaterra, y luego me fui a Estados Unidos, donde viví hasta que vine a Costa Rica.

”En mi casa los temas económicos tenían mucha importancia, así como los temas políticos, por mis padres. Hablábamos de la democracia, que en Costa Rica se da por sentada, pero es importante recalcarlo. Hablamos sobre la importancia de tener estabilidad económica, porque las crisis económicas llevan a crisis sociales”.

¿Cómo se dio cuenta de que quería ser economista?

–Estudié economía porque en mi casa estábamos muy cercanos a temas políticos y económicos. Eso me generó un primer acercamiento a la carrera. Además, vivir en Argentina es una escuela de economía por sí misma. Mientras viví allí experimenté hiperinflaciones, devaluaciones y recesiones.

“Nunca dudé de eso. Fui a un colegio en Buenos Aires que tiene orientación comercial. Eso me permitió acercarme al trabajo de economistas. Esos cinco años me dejaron claro qué quería ser. Economía es una carrera larga, pero tenía claro que quería seguir mis estudios en el extranjero”.

¿Cómo fue la experiencia de los postgrados en Inglaterra y Estados Unidos?

–Yo sabía que con la maestría no iba a ser suficiente. Mi primer año de maestría fue buscar cómo seguir estudiando. Fue durísimo, pero conseguí una beca para hacer un doctorado. Cuando uno termina el doctorado en Estados Unidos, ellos tienen un sistema que se llama mercado de trabajo (Job Market). Una vez al año ofrecen entrevistas con puestos para diferentes entidades. Uno se postula a los puestos, muestra su tesis y opta por una posición.

“Si había interés, se pasaba a las entrevistas. Salió la del Fondo Monetario, a la que postulé, al igual que a otros lugares. El FMI me daba esta opción de economía política, temas prácticos, fiscales, de inflación, que me gusta mucho. Lo otro que me daba es que me ofrecían ser economista para Paraguay y Uruguay, y eso era sentirme más cercano a mi familia y poder visitar a mis padres”.

¿Cuáles fueron esas otras ofertas que tuvo?

–Salieron varias opciones, por ejemplo el Banco de Francia, el Banco de Inglaterra, el Banco de México, y algunas universidades.

“Me acuerdo de los dilemas, estaba emocionado con varias posibilidades, y fue la opción de estar más cerca de la región la que terminó ganando. Tuve interés por el Banco de México, pero el FMI es una institución grande, que me permitía rotar de lugar sin tener que cambiar de trabajo. Un banco central te limita esas opciones”.

¿Cómo llega a ocupar el puesto de representante residente en Costa Rica?

–El FMI está muy concentrado en Washington, y solo tiene operaciones en los países cuando hay un programa con el país, como en Costa Rica. Si no tuviéramos el acuerdo, no habría oficina. Hay unas excepciones en países sistémicos, como oficinas regionales en Europa o China. No hay muchas oficinas del FMI en Latinoamérica. Las oportunidades son muy pocas y luego uno se la tiene que ganar.

“Sentí que me saqué la lotería. El primer motivo es que mi mujer trabaja en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y ella se podía anexar a un puesto local. En Europa y Estados Unidos culturalmente no es lo mismo. Siempre me ha gustado estar más cerca de Latinoamérica y de Argentina. Se abrió la posibilidad de venir, hice la solicitud y se alinearon los astros. Fue en un verano del 2022 que llegué, todo funcionó muy bien”.

“Todos los días aprendo cosas nuevas. Mi función es ser una especie de conector entre la sede de Washington y las autoridades costarricenses con cuestiones que involucran directamente al acuerdo”.

“Un dato curioso es que yo llegué a Costa Rica como mochilero. Viajé tres meses cuando terminé la Universidad, y creo que ese fue un punto de mi vida de inflexión donde terminé de definirme. Arranqué en Ecuador, hice Panamá, Costa Rica y luego fui al sur de México, fui a Cuba, y volví a Argentina. Hice otros viajes de mochilero antes, a Machu Picchu, Bolivia, y fue una experiencia espectacular”.

¿Cómo valora esas experiencias de mochilero ahora que reside aquí?

–Ese viaje terminó de definir mis intereses. Yo vine de Panamá en bus, y terminé en Puerto Viejo. Me había parecido muy interesante la naturaleza y desde el punto de vista cultural. Cuando uno venía a San José se veía una riqueza cultural interesante. No estuve tantos días, fueron 4 días. Después de Puerto Viejo vine a San José y de ahí a Guatemala en avión.

“Tenía 23 años, me llamó la atención que San José se había diseñado en una forma distinta a otras ciudades en el sentido que muchas cosas están fuera del centro de San José, mucha gente no vive en el centro de la ciudad”.

¿Qué actividades sociales frecuenta? Supongo que le gustará mucho jugar fútbol y hacer parrilladas argentinas

–Como buen argentino, si hay algo que tengo son fotos de dos años con la pelota. En Washington jugaba mucho. Acá lamentablemente no. Con mis niñas juego un poco, pero no he ido a jugar. Lo debo, con las celebraciones familiares se hace un poquito más difícil. El fútbol es mi gran pasión en el deporte. De hecho, vi el partido de Costa Rica ante Uruguay en el mundial de Brasil 2014.

“Me gusta mucho viajar, pero he tenido anécdotas curiosas con la naturaleza. La primera, en la casa, mirábamos una película, y veo un escorpión caminando. Le dije a mi mujer que sacara a las niñas”.

“En otra ocasión más chocante, un sábado en la mañana, las niñas van al baño antes de subir al carro y gritan ‘papá, una serpiente’. Voy y wow, fue un horror, mi mujer no durmió por tres días. Además, el riesgo de que la pudieron haber tocado, estaban ellas dos solas, la pudieron haber pisado. Fue muy intenso. No sabemos si era una terciopelo o una ojo de gato”.

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“También hago siempre asados. Nos viene a visitar mucho la familia y aprovechamos. Solemos asar vacío, entraña y salchichas parrilleras. Aquí también tienen muy buen cerdo”.

Ya se está acabando el acuerdo entre Costa Rica y el FMI. ¿Cuándo cuminará su etapa en Costa Rica?

–No me quiero ir, mi familia tampoco. Estamos súper contentos. Yo aprendo mucho. Desde el punto de vista profesional tengo mucho por aprender todavía. Desde el punto de vista familiar, las niñas están muy adaptadas. Lo que pase entre Costa Rica y el Fondo es una decisión del país. Como país miembro siempre hay un vínculo.

”La experiencia de este programa con Costa Rica ha sido excepcional. Es un programa difícil para el país, pero en ese contexto han logrado crecer a tasas elevadas. Ha sido muy exitoso.

”En principio, una vez que estas relaciones por un programa terminan, hay que evaluar con las autoridades cuánto tiempo más será necesario tener la oficina en el país abierta. Este año sigue abierta. Eso seguro. El año que viene intuyo que también sigue abierta”.

¿Eso no le genera una incertidumbre en su entorno personal? ¿No le genera preocupación que no sepa a dónde se va a dirigir?

–Hay incertidumbre. No lo hemos conversado con las niñas. Cuando veo los atardeceres y mi casa digo ‘voy a extrañar esto cuando ya no esté aquí’, pero no es algo que ahora lo tengo número uno en mi agenda.

“Ahora es disfrutar el momento, las posibilidades tanto en lo personal como en lo profesional, esto es fantástico. Yo no me hubiera imaginado, la primera vez que llegué a Costa Rica en 1999, que tantos años después iba a vivir aquí. ¿Qué nos depara? No lo sé. Pero en algún momento va a ser algo de pensar”.