Las aterradoras megatendencias de Estados Unidos

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¿Por qué es la política norteamericana tan disfuncional? Una respuesta es que ambos partidos, por motivos diferentes, han creado mitologías convenientes, que los recompensa por no encarar los acuciantes problemas del momento que, aunque enormes, no son repentinos ni secretos. Como prueba de ello, véase el nuevo libro de Paul Taylor, The Next America. Taylor supervisa las encuestas de opinión del Pew Research Center. Su magistral síntesis de las encuestas muestra que tres megatendencias conocidas forman la base de la parálisis política y social de Estados Unidos.

Primero, la inmigración. Para 2050, se proyecta que los inmigrantes y sus hijos nacidos en Estados Unidos representarán el 37% de la población, cifra un poco mayor que en 1900, cuando el país experimentó por última vez una inmigración masiva. Entre este momento y la mitad del siglo, los inmigrantes y sus hijos generarán dos tercios del crecimiento de la población.

La cuestión es si los recién venidos se asimilarán en forma constructiva o si –para utilizar la ácida caracterización de Taylor de los temores populares– “se llevarán nuestros puestos de trabajo, agotarán los recursos, amenazarán el idioma … e importarán el delito”. De cualquier manera, el perfil de Estados Unidos cambiará. En 1960, el 85% de los norteamericanos era blanco y el 10% era negro. Ahora, el 63% es blanco, el 13% es negro, el 17% es hispano y el 8%, asiático.

Segundo, la disolución de la familia. En 2011, las mujeres no casadas representaban el 41% de los nacimientos en Estados Unidos, mientras que en 1960 esa cifra era del 5%. La tendencia afecta a todos los grupos principales. La tasa es del 29% para los blancos, el 53% para los hispanos y el 72% para los afroamericanos. Aunque el 60% de las madres solteras tienen novios que viven con ellas, la mitad de esas relaciones termina en cinco años. El estigma de ser madre soltera ha desaparecido.

Ese hecho podría moldear la futura clase media, porque criarse en un hogar de un solo padre pone a los niños en desventaja. Los niños de hogares con dos progenitores –a pesar de millones de excepciones– son “más sanos, se desempeñan mejor académicamente, (y) se meten en menos líos cuando son adolescentes”, escribe Taylor, resumiendo las investigaciones de las Ciencias Sociales.

Finalmente, el envejecimiento. Todos los días, 10.000 baby-boomers cumplen 65 años. La marea de jubilados está inundando el presupuesto federal. Para 2022, el Seguro Social, Medicare y la parte de Medicaid que no es relativa a niños, excederán la mitad del presupuesto, mientras que en 1990 representaba un 30%, según un estudio del Urban Institute. Para hacer lugar para los ancianos, la Defensa y otros programas internos se están reduciendo constantemente.

No existe una justicia generacional, sostiene Taylor: “Los jóvenes de hoy están pagando impuestos para mantener un nivel de beneficios para los viejos que ellos mismos no tienen perspectivas de recibir cuando ellos envejezcan”.

El futuro de Estados Unidos depende en gran medida de cómo jueguen estas megatendencias. La democracia funciona de la mejor manera cuando el sistema político puede mediar entre las exigencias, a menudo incoherentes, de la opinión pública y las mayores necesidades nacionales. Los líderes norteamericanos no pueden o no desean hacer eso. Al enfrentarse con tendencias inmutables, no se han adaptado al cambio. En lugar de eso, hacen demagogia con sus partidarios con estereotipos tranquilizantes, pero anticuados. La nostalgia pasa por política cuando, en realidad, es una estrategia de marketing.

Los liberales no quieren aceptar el envejecimiento. Creyendo que los gastos en los ancianos y casi ancianos constituyen la esencia del progresismo –e ignorando la prosperidad de muchos ancianos– algunos liberales hasta apoyan el aumento de esos beneficios. El resultado paradójico es que el partido pro-gobierno se ha convertido en un instrumento de políticas antigubernamentales, porque satisfacer todos los beneficios de los ancianos significa aprobar, silenciosamente, recortes más profundos en casi todos los demás programas.

Por su naturaleza, este tipo de liberalismo va contra los jóvenes. Sin duda, sus problemas económicos provienen, en gran medida, de la Gran Recesión (en el 2012, el 40% de los varones de entre 18 y 31 años de edad vivía con sus padres). Pero la reducción en los servicios del gobierno y los aumentos fiscales que se avecinan multiplican los daños.

Los conservadores tienen problemas paralelos. No pueden adaptarse a la permanencia del Gran Gobierno ni a la presencia de tantos inmigrantes, entre ellos, lo que se estima que son 11 millones residiendo ilegalmente en el país. Incluso si se recortan programas gubernamentales que merecen recortarse, los gastos federales fácilmente excederán un quinto de los ingresos nacionales, que es más que lo que cubrirán los impuestos actuales. Contrariamente al dogma del Partido Republicano, se necesitarán impuestos más altos. En forma similar, los inmigrantes ilegales no desaparecerán convenientemente.

El gobierno no puede hacer demasiado sobre el declive del matrimonio. Pero no tiene las manos atadas en otras áreas. Lo que se necesita es un acuerdo en que los demócratas recorten los beneficios de los jubilados (Seguro Social, Medicare) y, a cambio de ello, los republicanos traten francamente el asunto de la inmigración y los impuestos. No parece probable que eso suceda, porque requeriría que ambos partidos aceptaran el mundo tal como es, y no como ellos desean que sea.

Evaluando las perspectivas democráticas de Estados Unidos a mediados de la década de 1940, el historiador Brogan escribió que “los pesimistas siempre se han equivocado”. Quizás, pero ahora parecen ser clarividentes.

Robert Samuelson inició su carrera como periodista de negocios en The Washington Post, en 1969. Además fue reportero y columnista de prestigiosas revistas como Newsweek y National Journal.