Cómo lidiar con el incumplimiento

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Así es que los republicanos puede que hayan decidido subir el techo de la deuda de manera incondicional… Los detalles aún no están claros. Tal vez ese sea el final de aquella singular táctica de extorsión; pero tal vez no, porque, en el mejor de los casos, estamos ante una ampliación de muy corto plazo. La amenaza de tocar el techo está vigente, en especial si la política de cierre de la administración sigue resultando negativa para el Partido Republicano.

Entonces, ¿cuáles son las opciones si Estados Unidos llega al techo? Como se pueden imaginar, todas son malas, por lo que el asunto estriba en decidir cuál de las malas opciones causaría menos daño.

Ahora bien, la administración insiste en que no hay opciones, que el gobierno de los Estados Unidos caerá en una morosidad general si llegamos al límite de la deuda. Muchas personas, incluso aquellas que simpatizan con la administración, sospechan que esto no es ni más ni menos lo que los funcionarios tienen que decir en este punto, que no pueden dar a los republicanos excusa alguna para restarle seriedad a lo que están haciendo. Pero, suponiendo que eso sea cierto, ¿cuáles serían las características de una morosidad general?

Un informe del año pasado del Departamento del Tesoro sugirió que alcanzar el techo de la deuda llevaría a un “régimen de pago retrasado”: las cuentas, incluyendo aquellas por intereses vencidos sobre la deuda federal, se pagarían en el orden en que se reciben, conforme el efectivo se tenga disponible. Dado que las cuentas por cobrar que llegan cada día excederían los recibos de efectivo, esto significaría irse quedando cada vez más rezagados. Y así se crearía una crisis financiera inmediata, porque la deuda de los Estados Unidos –considerada hasta ahora el valor de máxima seguridad –se reclasificaría como un valor moroso, forzando posiblemente a las instituciones financieras a vender sus bonos estadounidenses y a buscar otras formas de garantía.

Esa es una posibilidad escalofriante. Por eso muchas personas –en especial, pero no solamente, economistas que se inclinan hacia el lado republicano– han sugerido que el Departamento del Tesoro tiene posibilidad, en vez de eso, de “priorizar”. Podría pagar los bonos en forma total, de modo que la carga entera del faltante de efectivo recaería sobre otras cosas. Y por “otras cosas” queremos decir principalmente Seguridad Social, Medicare y Medicaid, que dan cuenta de la mayor parte del gasto federal aparte de lo que consumen la defensa y los intereses.

Error. Algunos defensores de priorizar parecen creer que todo va a estar bien en el tanto en que sigamos haciendo los pagos de intereses. Permítanme dar cuatro razones por las que están equivocados.

Primera, que el gobierno estadounidense todavía caería en mora, al fallar en cumplir las obligaciones legales de pagar. Uno puede decir que cosas como los cheques de la Seguridad Social no son lo mismo que intereses vencidos sobre bonos, porque el Congreso no puede repudiar deuda pero sí puede, si así lo decidiera, aprobar una ley que reduzca los beneficios. Sin embargo, el Congreso no ha aprobado una ley de esa naturaleza y hasta que lo haga, o a no ser que lo haga, los beneficios de Seguridad Social tienen la misma condición legal inviolable que los pagos a inversionistas.

Segunda, priorizar los pagos de intereses reforzaría el espantoso precedente que sentamos después de la crisis del 2008, cuando se rescató a Wall Street pero angustiados trabajadores y los propietarios de casas recibieron muy poco o nada. De nuevo, estaríamos emitiendo señales de que a la industria financiera se le da tratamiento especial porque puede paralizar la economía si no lo recibe.

Tercera, los recortes en gastos crearían mayores angustias si se mantienen durante un tiempo prolongado. Pensemos en los pacientes del régimen de Medicare a quienes los hospitales rechazan porque el gobierno no paga los cobros.

Finalmente, si bien el priorizar puede evitar una crisis financiera inmediata, todavía tendría devastadores efectos económicos. Estaríamos ante un recorte inmediato de gastos comparable aproximadamente a la caída en picada de la inversión en casas que siguió a la explosión de la burbuja, una caída que fue la causa más importante de la Gran Recesión del 2007 al 2009. Eso a solas es casi seguro que bastaría para empujarnos a la recesión.

Y ahí no terminarían las cosas. Al caer en recesión la economía estadounidense, los ingresos por impuestos caerían marcadamente y el gobierno, incapacitado para tomar prestado, se vería forzado a una segunda ronda de recortes en el gasto, con lo que empeoraría la desaceleración económica, se reducirían aún más los ingresos, y así por el estilo. Por ese motivo, aunque se lograra evitar el colapso financiero al estilo Lehman Brothers, todavía estaríamos frente a un desplome peor que la Gran Recesión.

Entonces, ¿hay alguna otra opción? Muchos expertos legales piensan que hay otra opción. De una forma u otra, el presidente podría optar sencillamente por desafiar al Congreso e ignorar el techo de la deuda.

¿No constituiría esto una violación de la ley? Tal vez sí, tal vez no; las opiniones difieren. Pero el no cumplir las obligaciones federales también es violar la ley. Y si los republicanos de la Cámara están empujando al presidente hacia una situación en la que tiene que quebrantar la ley independientemente de lo que haga, ¿por qué no elegir la versión que menor daño cause a los Estados Unidos?

Por supuesto que eso provocaría un alboroto y probablemente muchos cuestionamientos legales aunque, si yo fuera republicano, me sentiría muy preocupado, efectivamente, respecto a meter una demanda para que el gobierno deje de pagar las cuentas de hospital de los ciudadanos mayores. Sin embargo, como dije, no hay buenas opciones en esto.

Entonces, ¿qué sucederá si tocamos el techo de la deuda o cuando lleguemos a él? Tengamos fe en que no lo vamos a averiguar.

Paul Krugman es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y Premio Nobel de Economía del 2008.