Japón da paso clave para usar energía solar espacial

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Tokio. EFE. Una descomunal planta solar que flota en el espacio y suministra energía a la tierra: esta imagen, escenario de un relato de ciencia ficción de Isaac Asimov de 1941, es una realidad cada vez más cercana gracias al trabajo de un grupo de investigadores nipones.

La solar es considerada una de las energías renovables más prometedoras y desde hace medio siglo se planteó la idea de generarla en el espacio, algo que hasta ahora ha sido inviable debido a una compleja cuestión: ¿cómo trasladar hasta nuestro planeta, a 36.000 kilómetros de distancia, esa electricidad?

El pasado marzo, un equipo de especialistas de la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA), así como de varias empresas niponas, como Mitsubishi Electric, completó con éxito una prueba decisiva para responder a la pregunta.

Los investigadores lograron transformar 1,8 kilovatios de electricidad en ondas electromagnéticas; a continuación, transmitirlas entre dos paneles-antena situados a 55 metros de distancia entre ellos y, finalmente, convertir las ondas de nuevo en energía eléctrica.

“Es solo un primer paso, pero es clave para la aplicación práctica de la energía solar espacial”, dijo Daisuke Goto, uno de los científicos a cargo del proyecto SSPS (siglas en inglés de Sistemas de Energía Solar Espacial).

Siguiente paso. A partir de este método de transmisión por microondas, se podría generar energía con paneles solares situados en órbita y enviarla a la Tierra, explicó el investigador en una entrevista telefónica.

El sistema tiene grandes ventajas, como aprovechar 10 veces más radiación solar de la que llega a nuestro planeta –debido a su filtrado por la atmósfera–, y un suministro constante, no afectado por la rotación terrestre ni por condiciones meteorológicas.

El reto ahora de este equipo japonés es perfeccionar la tecnología inalámbrica para poder cubrir 36.000 kilómetros, la distancia entre la órbita geoestacionaria donde se situaría la planta solar espacial y la Tierra.

Para lograrlo, contemplan construir paneles solares de hasta dos kilómetros de diámetro y unas 10.000 toneladas, que serían lanzados al espacio por piezas a bordo de cohetes y luego ensamblados por sofisticados robots.

Cada panel tendría una capacidad de producción energética de un millón de kilovatios, equivalente a un reactor nuclear, y enviaría la electricidad hasta paneles receptores de un tamaño similar.

Pero, antes de llegar a ese punto, queda un largo camino por delante, repleto de desafíos técnicos y con un altísimo costo económico.

“Nuestro objetivo es que la energía solar espacial tenga uso comercial para el 2030 o 2040, aunque algunos expertos hablan de un plazo más largo”, admitió Goto.

Los principales obstáculos son lograr un mayor aprovechamiento de la energía generada (el sistema actual solo permite enviar entre el 5% y el 10%) o conseguir que las transmisiones sean estables a tanta distancia, un proceso que los científicos comparan con enhebrar un hilo en una aguja.

Otros problemas son dónde ubicar los enormes paneles receptores en la superficie terrestre, o los posibles efectos sobre la salud humana de las microondas de alta frecuencia, algo que aún no está lo suficientemente estudiado, según el científico nipón.

Las pruebas se han realizado con ondas electromagnéticas de intensidad muy superior a las empleadas en los microondas domésticos, las comunicaciones por radar o el wifi, aunque los científicos también prevén probar la transmisión por láser.

Con vistas a que la energía solar espacial sea rentable a nivel comercial, la construcción y puesta en órbita de cada uno de los paneles solares debería costar 1,24 billones de yenes (8.850 millones de euros), según el presupuesto que maneja SSPS.

Más allá del ámbito espacial, los científicos nipones creen que esta tecnología de transmisión podría emplearse para el suministro energético a zonas afectadas por catástrofes naturales, la recarga inalámbrica de automóviles eléctricos o el envío de energía desde centrales eólicas ubicadas en altamar.

Japón es, junto a China, el único país que invierte actualmente fondos estatales en la investigación y desarrollo de la energía solar espacial.

El concepto fue acuñado en 1968 por el ingeniero aeroespacial estadounidense Peter Glaser, y aunque la NASA comenzó a estudiar su viabilidad, abandonó la idea una década después debido a la excesiva inversión que implicaba.

El proyecto nipón se puso en marcha en 1998, y ahora arroja un rayo de luz sobre el futuro energético del país ante su carencia de combustibles fósiles, el debate nuclear tras el desastre de Fukushima y la dificultad de explotar otras energías renovables.