Álvaro Cedeño: Invertir el tiempo

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El tiempo es como el dinero. Lo podemos dedicar a consumo o a inversión. Si compramos una hamburguesa, mañana solo nos quedará el recuerdo del dinero y de la hamburguesa. A eso se le llama consumo. Pero si compramos un utensilio doméstico que ahorre energía, en todos los meses por venir obtendremos un beneficio. A eso se le llama inversión.

Con el tiempo pasa lo mismo. Si alguien hace una labor rutinaria, por ejemplo bajar cajas de un camión y colocarlas en una bodega, todos los días empieza igual y termina igual. En cambio si se detiene a pensar en cómo simplificar el trabajo, y crea un plano inclinado que haga parte de la operación, o una máquina simple que multiplique su fuerza física, habrá invertido su tiempo y habrá aumentado su capacidad de producción.

Eso es lo que hacemos cuando delegamos en un colaborador e invertimos tiempo para desarrollar su capacidad. Realmente invertimos tiempo para aumentar nuestra capacidad de producción.

Tiempo que dejará huella. En nuestra vida habitual, los días y las horas pasan sin dejar huella. Hasta que dedicamos tiempo, por ejemplo, a aprender un idioma, a utilizar un instrumento digital o musical. Eso se queda. Deja huella. Aumenta la satisfacción futura.

El tiempo se va, lo utilicemos o no. La única forma de guardar tiempo es convertirlo en algo que ahorre tiempo en el futuro, como cuando le damos mantenimiento a una herramienta. O aumentamos nuestras destrezas. Podemos señalar un año y decir, durante ese año puse 10.000 sellos y archivé 3.000 expedientes. O decir, ese fue el año en que aprendí a hacer el trabajo digitalmente.

Las tareas operativas hay que hacerlas hoy y volver a hacerlas mañana. Pero hay acciones que se hacen hoy y nos hacen mejores, más eficientes o más fuertes y de esa manera se convierten en inversión. La gran pregunta de quien dirige una labor compleja es: ¿Qué de lo operativo vale la pena posponer para hacer esas acciones que crean capacidades? Un lineamiento, un nuevo rumbo, un nuevo nicho, una nueva metodología, no brotan de repetir y repetir lo operativo. Requieren un poco de sosiego, de reflexión y de negarle tiempo a hacer lo rutinario.