Álvaro Cedeño: Energía e ideas

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Las ideas se cargan de energía.

La inspiración que tuvimos, podría pasar inadvertida. Sin embargo, si la revisitamos, en otro momento, podríamos verle dimensiones que no le habíamos visto.

Se añejan las ideas como el vino. Se las deja reposar y un día volvemos a verlas y han echado raíces o retoños.

Lo mismo nos ocurre con las ideas ajenas.

En una conversación escuchamos al interlocutor y, más o menos, lo oímos como oír llover. Mas después, la memoria nos devuelve algo que dijo y sentimos el valor que dejamos pasar insensiblemente.

Estas resurrecciones muchas veces tardan tiempo. A los años escuchamos en nuestra memoria la afirmación y sentimos que dejamos pasar una veta que no explotamos.

También se cargan las ideas cuando hacen el periplo en torno a nosotros.

Sugerimos algo y lo hacemos tentativamente, sin realmente poner toda nuestra atención y toda nuestra voluntad en la afirmación y la idea viaja como un fuego pirotécnico. Ilumina unos segundos y luego desaparece y se silencia.

Pero, a veces, la idea es como un cometa de órbita reducida, que vuelve a aparecer en el firmamento. Ahora no la vemos solo de ida, como cuando la planteamos, sino que la vemos volver enriquecida por el interlocutor atento.

El verla venir de regreso, o en otro momento, o apoyada por otro, le da una energía que la transforma de una simple pegatina mental, en una herramienta o en un desafío.

Ese es el valor de lo que ocurre cuando se piensa en grupo, cuando se trabaja no para sacar adelante nuestra agenda, sino para construir colaborativamente.

El diálogo enriquece. La palabra hablada o escrita es un instrumento de pensamiento y de creación.

La pregunta o el cuestionamiento, formulados y percibidos con buen espíritu, son oportunidades de mejora.

La buena educación consiste en establecer un proceso de desarrollo que vaya perfeccionando ese instrumento.

Por eso, hay que pensar, hablar y escribir, no de cualquier manera, sino como quien al hacerlo se humaniza y forma a sí mismo.

Eso en el parlamento, en el grupo académico, en el grupo de trabajo cotidiano o en la familia, donde este prodigioso ir y venir verbal va dejando una huella en todos, grandes y chicos.