Álvaro Cedeño: De los barcos y las personas

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Una manera de ilustrar en qué consiste la estrategia, es imaginarla como el rumbo que ha de seguir el barco hacia el puerto, concretamente imaginar al capitán mirando sus cartas de navegación, dando órdenes y esperando a que en el horizonte, un día de tantos, en la bruma, se vaya perfilando el puerto.

Luego vemos cómo los mismos conceptos se aplican a la vida de las personas y cómo el curso de esas vidas no es tan tranquilo como el curso de los barcos. Hay ansiedad, cambio de gustos y de ideales, desarrollo personal, circunstancias cambiantes, mientras que para el dichoso capitán de navío, el agua tiene una gran tendencia a seguir siendo agua.

Tomar riesgos. Los barcos siguen la regla de no arriesgar.

Las empresas saben que, generalmente, cuanto más se arriesga, más se gana: quédese en el mercado seguro y concurrido y ganará menos que si se busca un nicho poco concurrido con un producto innovador.

Las personas también. Pueden seguir vidas estructuradas, consabidas, sin sobresaltos ni discontinuidades. O pueden seguir vidas audaces, innovadoras con más estrés, más ansiedad y más logros.

Todos queremos tener éxito. Pero éxito para uno no es lo mismo que para otro. Hoy es más frecuente que ayer el reciclarse profesionalmente. Es un riesgo. A veces funciona. A veces no. Se puede elegir conservar el empleo a toda costa. O dar saltos un poco en el aire. A veces funciona. A veces no.

Es como si toda vida pudiera vivirse entre dos bandas: una de seguridad, estabilidad, certidumbre, y otra de riesgo y experimentación. Entre lo viejo conocido y lo nuevo por conocer. Entre la tranquilidad y la plenitud. Entre no hacerse olas a sí mismo y la práctica del oportunismo.

Hay que prepararse. ¿Algunas reglas para un buen trayecto? No creer que la luna es de queso. No comulgar con ruedas de molino. Ser diligente. Calcular los riesgos. Identificar las fantasías. Aprender a hablar con los temores. Cultivar el buen juicio. Saber perder. Prepararse para un día lluvioso.