Alexandra Kissling, de sus inicios en la Botica Mariano Jiménez y su pasión por el canto

La presidenta de la Alianza Empresarial para el Desarrollo espera retomar el canto cuando se retire del mundo laboral. En su casa de habitación, compartió con ‘La Nación’ detalles de su ascendencia y variedad de anécdotas

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Muy expresiva al conversar, además de tener unos ojos que no pasan inadvertidos, durante 52 minutos Alexandra Kissling Jiménez relató detalles de su vida, más allá de sus actividades públicas, entre ellas, como presidenta de la Alianza Empresarial para el Desarrollo (AED), cargo que ocupa desde noviembre de 2021.

La entrevista se realizó en su hogar, en Escazú, en una zona que escogió por la cercanía permanente con la naturaleza, el ambiente propicio para las práctica de meditación que realiza e imparte en línea. Es la tercera de cinco hijos del matrimonio de Walter Kissling Gam y Cecilia Jiménez Lara.

Es madre de tres hijos procreados con Daniel Robert, fallecido en el 2013: Paula, André y Natalia. Es abuela de dos niñas de su hija mayor. Kissling, de 62 años, es una de las tres fundadoras del capítulo de Voces Vitales para Costa Rica en el 2010, que trabaja en el liderazgo de las mujeres y con presencia en más de 140 países.

Su vida ha estado cercana al Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (Incae). El campus de Costa Rica lleva el nombre de su padre, en homenaje a su aporte para la instalación de este centro de estudios en el país.

Está casada desde hace seis años con Jorge Vargas Cullell. “Tuve la suerte de encontrarme otro viudo”, comenta.

—Hablemos de sus orígenes...

—Para mí la verdad es un gusto hablar de mis padres, porque siento que mucho de la persona que soy, las metas que he logrado, tienen que ver con la formación que recibí por parte de ellos. Mi papá fue hijo de inmigrantes europeos, mi abuelo era de Suiza y mi abuela era de Austria. Mi abuelo se vino a trabajar con una bananera a Limón y lo siguió abuela, se casaron entre las dos guerras (mundiales) y mi papá nació en Siquirres, igual que mi tía, su hermana mayor, allí crecieron, desde pequeños estudiaban y trabajaban.

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—¿Vinieron por situación económica?

—Mi papá siempre decía que el carácter de mi abuela les había servido muchísimo a ellos porque vinieron a Limón en una época donde ella no hablaba español, no hablaba inglés, con una situación difícil pero con esa visión los puso a aprender diversos idiomas, ellos hablaban en inglés, español, alemán, francés y él (su papá) le ayudaba a mi abuela a vender chocolates y cosas. Más tarde se vinieron a San José y esto lo cuento porque mi papá terminó el colegio y ahí se acabó su educación formal. Mi papá fue un autodidacta, indudablemente se formó luego tomando cursos. Comenzó como visitador médico y así fue como conoció a mi mamá.

”Mi abuelo materno era costarricense, con cierta ascendencia europea de antepasados, Emilio Jiménez Pacheco, era farmacéutico, mi mamá trabajaba en la Farmacia Mariano Jiménez y ahí mi papá llegaba de visitador médico, así fue que se conocieron”.

—Su papá se dedicó a la rama farmacéutica entonces...

—No, le ofrecieron un empleo y después le ofrecieron irse a Estados Unidos, en ese momento decidió que había oportunidad con un canadiense de abrir una empresa de pinturas y adhesivos que le llamaron Kativo, por el árbol (cativo) y esta compañía es la que más tarde la compró una compañía Fortune 500 (lista de las 500 compañías con las mayores ganancias en Estados Unidos que elabora anualmente la Revista Fortune) y mi papá fue el segundo latinoamericano en ser CEO (director general) de una empresa Fortune 500.

—¿Qué rescata de su niñez?

—Primero me crié en un hogar con altos valores familiares. Para nosotros la familia es central, le puedo decir que para los cinco hijos de esta familia, todos tenemos ese gran valor, altos valores éticos. Los dos autodidactas, porque mi mamá viene de una época donde era una familias con valores conservadores tradicionales, con división del trabajo entre hombres y mujeres. Mi mamá se dedicó a criar a su familia pero era muy inquieta intelectualmente, muy sensible, mami se devoraba los libros y papi también en la medida que su trabajo le permitiera, leían historia, literatura.

”Desde pequeños nosotros vimos lectura y un ambiente intelectual y enriquecedor en nuestra casa. Pero además mi papá, por la vida que le tocó que tuvo que salir adelante estudiando y trabajando, desde pequeños teníamos muy claros el valor del trabajo, del esfuerzo. Papi tenía una capacidad de trabajo y liderazgo enorme, era un gran visionario. Tenía una gran pasión, determinado, perseverante, disciplinado, eso nos lo transmitió en la familia y mi mamá apoyó muchísimo esa carrera y esa labor”.

—¿Cuál fue su primera actividad laboral?

—Desde pequeña trabajaba en la botica, pegaba precios y vendía desde los 11 años, sí, fue mi primer empleo, en la botica de mi abuelo, la Mariano Jiménez quedaba en la Avenida Central, era conocida y después, en la secundaria, me fui a trabajar en las vacaciones a la Librería Lehmann, ahí envolvía regalos, me gustaba sentirme ocupada.

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—¿Cómo decide su profesión?

—Mi papá siempre tuvo ese amor por Costa Rica pero también tenía orgullo por sus raíces europeas y nos mandó, primero a mi hermana y después a mí, a estudiar francés a Suiza y cuando volví, la regla de mi casa era que después de las seis de la mañana todo mundo debe estar ocupado, entonces, estudié en la universidad Comunicación y Lenguas, saqué la Traducción Oficial en Francés y me puse a trabajar en lo único que yo sabía, que era idiomas, y trabajé como operadora internacional del ICE (Instituto Costarricense de Electricidad), ese fue mi primer trabajo formal. Yo trabajaba de 6:00 a.m. a 2:00 p.m., luego me iba a la universidad, en esa época conocí a mi esposo, Daniel Robert, me casé muy joven, a los 21 años, y tuve a mis tres hijos.

—Cuéntenos de su etapa de empresaria gastronómica...

—Sonríe. Recién casados, como a los seis meses, nos fuimos al Incae para que mi esposo sacara una maestría, la universidad la dejé a medio palo, luego nos fuimos a Estados Unidos un año para mejorar el inglés y tal, cuando volvimos a Costa Rica, nosotros habíamos hecho una muy buena amistad con unos nicaragüenses en el Incae, esta pareja nos invitó a participar con otra pareja de nicaragüenses en abrir un restaurante de pollos.

—¿Se refiere al doctor Mendieta?

—Mauricio Mendieta (fallecido) y su esposa Ivania, él era cirujano plástico, con la revolución (1979) se vino para Costa Rica y mientras le daban su aplicación como médico, tenía que comer de algo porque quedó todo en Nicaragua, ellos pusieron una venta de pollos, al principio eran para llevar, pero la gente llegaba y se quedaba y pusieron un restaurante. Noel Vidaurre que era compañero de Daniel mi esposo, y su esposa Leana, que también estuvo en Incae, decidimos hacer una sociedad y abrimos un segundo restaurante en San Pedro, luego abrimos uno en Guadalupe, luego en Desamparados y así fue creciendo la cadena.

”Las tres parejas éramos la junta directiva y trabajábamos, yo trabajé como mesera, en la caja, en la cocina, estaba aprendiendo del negocio y estaba involucrada en todo. Fue una época muy linda porque descubrí una parte empresarial mía, definitivamente si ahora me veo, yo soy una emprendedora social más que empresarial, cuando a mí algo me apasiona yo me muevo”.

—¿Y cuánto tiempo dedicó a la empresa?

—Por esa época nos fuimos nuevamente a Estados Unidos por una oportunidad que le salió a mi esposa, nos radicamos en Minnesota, mi papá y mi mamá vivían ahí, ese año fue importante, primero fue la construcción de un patrimonio familiar que fue Rostipollos y que hoy en día ha pasado a manos de otros, más familiar...

—¿Ya no tiene usted participación en el nuevo Rosti?

—Sí, claro, Rosti. La gerente es mi cuñada y mi hermano es el presidente de la junta directiva, yo participo un poquito, pero hace tres o cuatro años me salí de la junta, por ocupaciones de otro tipo, pero sigo involucrada, pero los que manejan la compañía son Manfred (Kissling) y Beatriz (Tomeu).

—¿Cómo asumió las riendas de la AED?

—El 28 de enero del 2002 se murió mi papá, le dió cáncer, fue fulminante, se nos fue en un mes, en su carrera hizo dos cosas que para él fueron fundamentales, muy cercanas a su corazón, nunca en sueños pensé que yo iba a ser la que iba a seguir sus pasos, la vida lo arregló así, yo estaba feliz con mi instituto y Rostipollos. Me llamó el presidente de la Alianza Empresarial para el Desarrollo, en ese momento se llamaba Asociación Empresarial para el Desarrollo (AED) y me dice que quiere que forme parte de la junta directiva, yo extrañada porque eran puros asuntos de negocios y yo soy psicóloga y el humanismo para mi es importante y me dijo: precisamente eso es lo que queremos, porque tenemos 11 hombres de negocios en la junta directiva y tenemos dinero y necesitamos invertirlo.

—Entendemos que es la primera mujer al frente de esta organización

—Cuando mi papá fundó AED en 1997, fue con un grupo de empresarios nacionales y compañías transnacionales, empresarios centroamericanos, estaba don Francisco de Sola (salvadoreño), habían sido muy cercanos por el Incae, mi papá ayudó a fundar el campus del Incae aquí en Costa Rica, como él fue autodidacta, la educación y la posibilidad de tener un instituto de primer nivel aquí, que ayudara a formar líderes para que desarrollaran la región, era fundamental.

”Cuando llego me encuentro una organización muy filantrópica y eso abrió una etapa nueva en mi vida. Con los años me contacté con Luis Javier Castro que estaba al frente de Mesoamerica Investments para que se incorporara a la junta directiva de AED y como miembro, tuvimos visión compartida, un par de años después lo elegimos presidente y me pidió que lo acompañara de vicepresidente, estuvimos 10 años haciendo una red regional de liderazgo. Hace dos años asumí la presidencia y fue hermoso porque en el 25 aniversario celebramos ser la primera mujer en la presidencia, para mí fue muy emotivo por mi papá”.

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—Es notorio que ha estado cerca de los pasos de su papá

—Una etapa importante es que me pidieron ser miembro del Consejo Directivo del Incae hasta que asumí la presidencia de AED. Para que vea como mi papá quería al Incae, cuando a él le dijeron que tenía cáncer, él venía con mi hermano Walter, hablaron de la familia y de la situación, una vez que arreglaron eso que era lo esencial, mi papá dijo: “yo quiero que sigamos colaborando con Incae”.

— ¿Tiene Alexandra pasatiempos, en medio de tanta actividad en agenda?

—Me gusta mucho el hiking (caminatas al aire libre). Canté mucho jovencilla, me encanta cantar. Mi primera escena fue en segundo grado en un auditorio lleno de padres de familia, eran como 500 y yo era chiquitita, ahí inicié el canto. Aquí había un programa de televisión de Chungaleta, que traía gente y yo fui a cantar, después, en la secundaria, fui parte de una banda y participaba en los festivales intercolegiales, cantaba mucho lo de Gloria Stefan en aquel momento, inclusive vino a Costa Rica y la conocí. Me gustaba mucho el canto, espero el día que me retire, volver a retomar el canto.

—¿Políticamente por dónde anda?

—Por mi cargo yo prefiero no hablar.