Medicare y sustos médicos

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Sí, Paul Ryan, el presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara es un mal perdedor. “¿Por qué?”, preguntan.

De hecho, Ryan tenía razón de estar molesto después de la elección especial del martes en el Distrito 26 para el Congreso en Nueva York. Es un distrito muy conservador, tanto que, el año pasado, el candidato republicano recibió el 76%. Sin embargo, el martes, Kathy Hochul, una demócrata, se quedó con la curul con una campaña centrada directamente en el plan de Ryan para desmantelar el Medicare y reemplazarlo con un sistema de vales.

¿Cómo logró Hochul esta victoria? El congresista de Wisconsin culpó la disposición de los demócratas para “desvergonzadamente distorsionar y hacer demagógico el asunto, tratando de asustar a los ciudadanos mayores para ganar una elección”, y predijo que para noviembre del año próximo “el pueblo estadounidense sabrá que le han mentido”.

Uno puede comprender la amargura de Ryan. Después de todo, ha experimentado una gran humillación durante las últimas siete semanas. Antes de que su plan de Medicare saliese a principios de abril, había pasado meses disfrutando de la tibia aprobación de muchos expertos que habían decidido ungirlo como ícono de responsabilidad fiscal. El plan mismo recibió entusiastas alabanzas en los primeros días después de darlo a conocer.

Entonces, la gente que en verdad sabe cómo leer una propuesta de presupuesto empezó a examinar el plan, y entonces todo empezó a venirse abajo.

Ryan puede alegar –y hasta creer– que afronta una respuesta violenta porque sus oponentes mienten acerca de sus propuestas, pero la realidad es que el plan de Ryan se está convirtiendo en un desastre político para los republicanos, no porque los críticos del plan estén mintiendo respecto a él, sino porque lo están describiendo con exactitud.

Tomemos, como ejemplo, la afirmación de que el plan de Ryan acabaría con Medicare como lo conocemos. Puede ser que esto haga a los republicanos gritar “¡Espantos médicos!”, pero es la verdad absoluta: el plan reemplazaría nuestro sistema actual, en el que el Gobierno paga los costos más altos de la atención médica, con un sistema de vales que daría cupones a los ciudadanos mayores para que busquen atención privada.

El nuevo programa todavía puede llevar el nombre de Medicare –¡diay!, podemos reemplazar la cobertura de los gastos mayores por parte del Gobierno con una asignación de dos aspirinas gratis por día y todavía llamarlo “Medicare”–, pero no sería el mismo programa.

Si los cálculos de costos de la Oficina Presupuestaria del Congreso son correctos, el valor inadecuado de los vales –que para el 2030 cubrirían solo un tercio de los gastos médicos de los ancianos– dejaría a muchos, si no es que a la mayoría de los estadounidenses más viejos, sin la atención mínima.

Si alguien está mintiendo en esto es el mismo Ryan, quien ha afirmado que su plan daría a los ciudadanos mayores el mismo tipo de cobertura que reciben los miembros del Congreso, una afirmación completamente falsa.

De paso, la afirmación de que el plan mantendría a Medicare como lo conocemos, intacto para los estadounidenses que ahora tienen 55 años o más, es altamente dudosa.

Cierto, eso es lo que el plan promete, pero uno se da cuenta de que es improbable que esta promesa se cumpla si uno piensa en la dinámica política que surgiría una vez que los estadounidenses nacidos un año o dos más tarde de la cuenta perciban el mejor trato que reciben estadounidenses ligeramente más viejos que ellos.

Sin embargo, ¿hacen los demócratas mal en decir la verdad acerca del plan de Ryan? “Si uno vuelve demagógica la reforma a los derechos, apresura una crisis de deuda y provoca el colapso de Medicare”, dice Ryan.

Tal vez debamos hablar con sus colegas que recibieron los modestos y realistas esfuerzos de control de gastos en la Ley de asistencia asequible con gritos de “juntas de la muerte” (funcionarios no electos que decidirían cuál atención se puede recibir y cuál no).

De todas formas, una premisa subyacente detrás de afirmaciones como esa es la suposición de que el plan Ryan representa un esfuerzo serio por afrontar los problemas fiscales de largo plazo de los Estados Unidos.

Sin embargo, lo que se puso en claro poco después de que el plan se revelase era que no constituía tal cosa. De hecho, no era en verdad un plan para reducir el déficit. Es objetable si del todo reducirá el déficit una vez que uno elimine las suposiciones absurdas: gasto discrecional, incluyendo en defensa, que baja a los niveles de la era de Calvin Coolidge (presidente de 1923 a 1929) y grandes rebajas de impuestos para las corporaciones y los ricos', ¿sin pérdida de ingresos?

En vez de eso, el plan Ryan es en verdad un intento por timar a los estadounidenses para que acepten una corriente lista de deseos derechista disfrazada de reducción del déficit. Los estadounidenses, parece, descubrieron el engaño.

Entonces, ¿qué pasa ahora? Esta lucha pasará de Medicare a Medicaid, programa que se ha convertido en esencial salvavidas para muchos estadounidenses, en especial niños, pero que en el plan Ryan sufriría una reducción de 44% de la ayuda federal en la próxima década. En este punto, sin embargo, me siento optimista de que esta iniciativa también se embarranque en la desaprobación popular.

¿Qué hay de la esperanza de Ryan de que los votantes se den cuenta de que les han mentido? Bueno, como lo veo, eso ya está sucediendo' y es mala noticia para el Partido Republicano.

Traducción de Gerardo Chaves para La Nación

Paul Krugman es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía del 2008.