Los músicos

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EconomistaEs difícil olvidar la dramática escena de la película Titanic , donde ya todo estaba perdido, el barco a punto de hundirse y, en medio de aquella tragedia, los músicos de la embarcación permanecían inmutables, concentrados en la lectura de sus partituras.

Es curioso que en Costa Rica estemos en ese momento, en el proceso de la toma de las decisiones trascendentes en materia fiscal para el país, festinando que hacemos colocaciones a tasas de interés al doble medio del costo de capital de las economías razonablemente dignas, sin que se nos despierte la curiosidad de qué estará pasando.

¿Por qué, en lugar de vernos como atractivos, no analizamos adónde nos llevará esta espiral de tasas de interés y de juego cambiario que hace de nosotros un país más caro, menos competitivo, con menos generación de medios de atracción de la escasa inversión extranjera directa proveniente de las economías más fuertes, hoy sumidas en un mar de penas económicas –en concreto, las europeas– así como un mar de dudas crecientes sobre la sostenibilidad de la recuperación de Estados Unidos?

Inmutables como los músicos de Titanic seguimos tocando el mismo sonido que llena de incertidumbre el futuro cercano de la economía nacional.

A carencia de recursos frescos, se acude a más endeudamiento enfermizo que tendremos que pagar. Lo haremos con cargas tributarias mayores entre más demoren las medidas urgentes de fortalecimiento del sistema tributario general.

Creemos en una suerte de inmunidad que ciega a nuestra clase política y hace que todos estemos leyendo páginas diferentes a las de la realidad, como las partituras de los violinistas; eso sí, teniendo cuidado de que no se mojen los violines. ¿A qué le estamos apostando como país?

El modelo que vienen adoptando las demás naciones en Centroamérica, va en la línea del ajuste de los sistemas tributarios y su modernización, la correcta distribución de la responsabilidad social y económica del deber constitucional de contribuir a las cargas públicas, mientras nosotros solo vemos el agua pasar y deseamos que la parte de la música de cada quien suene bien, no sea que el público entristezca ante tan dantesca tragedia.

No podemos competir sin corregir; no podemos sobrevivir sin alertar y no podemos salir sin actuar.