¿Está loco el mercado de valores?

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La cuestión sobre el mercado de valores es determinar si el alza es parte de una burbuja. La “burbuja tecnológica” de los años 90 y la reciente “burbuja de la vivienda” nos han condicionado para pensar que casi todo indicio de locura de los inversores va a terminar mal –y el mercado de valores parece estar un poco loco–. A fines de noviembre, informa Wilshire Associates, las acciones habían subido un 28% en el año, lo que representa una ganancia de unos $4,8 billones. Desde su reciente punto más bajo, el 9 de marzo del 2009, cuando la economía caía en picada, el aumento ha sido del 180%, o casi $15 billones. Si le desagrada esa comparación, mida las ganancias desde el punto más alto del mercado antes de la recesión, el 9 de octubre del 2007. El incremento es del 21,5%, o $4,2 billones.

Además, existe una expectativa generalizada de que las acciones, a pesar de reveses temporarios, continuarán avanzando. Después de todo, la Reserva Federal está bombeando $85.000 millones a los mercados financieros –alrededor de $1 billón al año– comprando bonos. Gran parte de ese dinero (dice la teoría) sostiene los precios de las acciones. Se considera positivo el inminente cambio de Ben Bernanke a Janet Yellen como presidenta de la Reserva Federal (FED). Yellen esperará más, se dice, para reducir el bombeo de la FED. Tal como lo expresó The Wall Street Journal:

“La ‘paloma' Yellen mantiene el pesimismo a raya: El mensaje de la próxima presidenta de la FED ha calmado a inversores y alimentado la fortaleza de las acciones”.

Aún así, todos esos felices comentarios serán sólo eso si el alza del mercado resulta ser una burbuja, que –una vez reventada– destruya la confianza y, quizás, convierta la lenta recuperación en una nueva recesión. Así pues, ¿representa el mercado actual un auge benigno o una nociva burbuja?

He aquí tres hechos cruciales.

Primero, el sentimiento de los inversores ha virado claramente hacia el optimismo. Una encuesta de boletines financieros halló que el 57,1% son alcistas (esperan acciones más altas) y el 12,4% son bajistas (esperan acciones más bajas). La proporción de casi 4 a 1 es la más alta desde marzo de 1987, dice el economista Edward Yardeni, de Yardeni Research.

Entre sus clientes –fondos de pensiones y otros grandes inversores– “hay menos ansiedad y más voluntad de ver el lado positivo”, dice. “Cuando no nos caímos por el precipicio fiscal (la cancelación de todos los recortes fiscales de Bush) a principios de año, hubo un gran suspiro de alivio. La gente estaba cansada de la ansiedad. ... Ya nadie habla de la desintegración de la zona del euro”.

Por supuesto, el optimismo puede interpretarse de dos formas. Puede indicar que analistas sobrios están de acuerdo con que las acciones son una buena compra. O podría indicar que la codicia y la psicología de masas controlan el mercado.

Segundo, las ganancias del mercado no son inusitadas. Después de pronunciados declives, la recuperación de las acciones es a menudo profunda. Desde 1932, ha habido 13 mercados alcistas, definidos como ganancias de más del 20%, según Standard & Poor. En todos los mercados alcistas las acciones se han elevado un promedio de 165% sobre la base del índice S&P de 500 acciones. El actual incremento de las acciones hasta noviembre es del 167% (el índice S&P difiere algo del índice Wilshire, mencionado anteriormente). En sí mismas, las ganancias de este año no sugieren un mercado sobrevaluado.

Finalmente, las crecientes ganancias explican gran parte del aumento del mercado. En teoría, los precios de las acciones reflejan ganancias presentes y futuras, y –a pesar de una economía lenta– las ganancias de las corporaciones han aumentado en forma impresionante. Según cifras del Gobierno, están un 39% por encima del pico del 2006 anterior a la recesión. Los márgenes de ganancias están a niveles casi récord, alrededor de un 9,6% de los ingresos de las corporaciones, señala Howard Silverblatt, de S&P. Las altas ganancias han mantenido un indicador clave de la Bolsa –la proporción precio-ganancias (P/E, por sus siglas en inglés)– dentro de normas históricas, según un estudio de McKinsey Global Institute, el brazo de investigaciones de la compañía consultora.

Lo que no está claro es en qué medida la compra de bonos de la FED, llamada “facilitamiento cuantitativo” (QE, por sus siglas en inglés), ha reforzado las acciones. Cero, dice la economista Susan Land, coautora del estudio de McKinsey. “Hay un efecto a corto plazo, pero después el mercado se revierte a tendencias a largo plazo”, asegura Land. Las mejoras en rentabilidad explican el alza de las acciones. Si eso es cierto, los recortes en QE no afectarán demasiado a las acciones. Silverblatt no está tan seguro. “Definitivamente, la FED ayuda,” dice. “Hay más compras, pero cuantificarlo (el beneficio) es difícil”.

Lo que está más claro es que las acciones y la “economía real” de los puestos de trabajo y la producción se han desconectado –y eso no puede seguir indefinidamente–. Hay límites prácticos sobre la medida en que las empresas pueden mejorar las ganancias si no se produce un crecimiento económico mayor y más ventas. Si esos factores no se materializan, podríamos descubrir que el mercado no es una burbuja, sino una masa informe que no avanza nada.

Traducción de Gerardo Chaves para La Nación

Paul Krugman es profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía del 2008.