Ideas y pre-proyectos

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Las ideas abundan más que los resultados. Entre la idea y el resultado hay un camino por recorrer, lleno de vicisitudes y azar. Tenemos una idea, por ejemplo, ampliar la casa. Antes de salir corriendo a buscar al contratista, hay que hacer que la idea avance hacia su etapa de preproyecto. Lo primero es lograr claridad sobre cuál es el verdadero objetivo; qué es lo que realmente queremos lograr; cuál es la necesidad que queremos satisfacer. ¿Estar más cómodos? ¿Alquilar espacio? ¿Invertir para aumentar el valor de la casa? Luego habría que determinar si esto es coherente con otros de nuestros deseos y circunstancias superiores.

No hay coherencia en ampliar la casa si queremos cambiar de país de residencia o si los hijos ya están en edades en que pronto se marcharán. O si hemos decidido aumentar más bien nuestro ahorro líquido.

Hay que tener una idea del ámbito. ¿Hasta dónde queremos llegar? ¿Nos da igual una ampliación de 20 metros cuadrados que una de 100? Lo que puede ser una buena idea mantenida en una determinada dimensión puede dejar de serlo cuando la dimensión aumenta.

También es muy importante tener claridad sobre la hipótesis de acción-resultados ¿Cómo se convierten las acciones en los resultados deseados? Las cosas simples son más predecibles. Si golpeo una campana obtendré un sonido. Pero en las cosas complejas hay que esclarecer cómo es, por ejemplo, que matriculándose en una carrera se va a obtener la promoción deseada. Aquí hay supuestos de por medio: que la empresa está en crecimiento; que los jefes nos valoran; que quienes han dicho que se van a pensionar, se pensionarán; que la empresa no cambie de línea, o de dueños.

Siempre conviene hacer una enumeración de riesgos y de las razones por las cuales el proyecto podría no funcionar. Y preguntarse si hay formas mejores de lograr el verdadero objetivo. Ya con esto tendríamos un preproyecto y podríamos pasar a la mesa de dibujo para seguir concretándolo.