Grandeza invisible

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Hay una compulsión generalizada a valorar las alturas jerárquicas. Coronel es mejor que capitán. Presidente es mejor que gerente.

Tal vez todo se reduce al impulso erótico. Porque cuanto más arriba se esté, mayor paga se obtiene.

Y es muy atractivo aquello de que “billetera mata galán”, cuando yo no soy el galán.

No debería ser difícil convencer a los de arriba de que se comporten a la altura. Porque uno esperaría, que con lo escasos que son los puestos altos, sus ocupantes querrían distinguirlos adicionándoles otras cualidades, estimulados por la nobleza del puesto.

Una tarea más desafiante es convencer a quienes ocupan puestos subordinados, de que pueden desempeñarlos con grandeza. Especialmente cuando los de arriba, por cegueras o sorderas temporales, den la impresión de no valorarlos, no apoyen a sus colaboradores, o pretendan que hagan su trabajo sin los recursos necesarios.

La grandeza no es fanfarria ni vistosidad, ni fotos en primera página. La grandeza es la convicción de que esto que hacemos, esté en el nivel jerárquico en que esté, es importante o le podemos buscar formas de que lo sea. Y que, como es importante, tenemos que desempeñarlo como si tuviéramos una gradería mirándonos.

Alguien podría necesitar más vigor personal para levantarse por la mañana que otro para tomar una decisión compleja. Entonces, el primero, ejecute su acto de levantarse, con admiración por sí mismo, con respeto por lo que hace. Supongo que quien oficia sigue con respeto la liturgia aunque el templo esté vacío. En un puesto oscuro, de escaso significado organizacional, la persona que lo desempeña debe reflexionar en que es insustituible. Si ella no las hace, las tareas del puesto se quedarán sin hacer. Es muy atractivo hacer el último toque del decorado del queque. Pero es necesario hacer tareas tan oscuras y desagradables como engrasar el molde.

Pintando una torre bien alta, seguro de que nadie subirá a inspeccionar su trabajo, el pintor de brocha gorda se empeña en hacerlo con esmero. Y piensa para sí que podrá contarles esto a sus hijos mientras ellos lo escuchan con admiración. Y en los momentos de desaliento, podrá alimentar su autoestima con el recuerdo de su resolución. Y cuando duerme, sueña también, que allá arriba, en la altura, su trabajo lo mira Dios.