Hábitos de ahorro impiden la lucha contra la deflación en Japón

Una hamburguesa Big Mac sigue costando más o menos lo mismo que costaba en 1998, unos 300 yenes, unos $3.

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El monedero de Yusa Nishimura podría estar socavando el plan de recuperación económica del primer ministro japonés Shinzo Abe.

Cada vez que puede, Nishimura guarda las monedas de 500 yenes, que valen unos $5. Nishimura, de 23 años, incluso tiene una carpeta que sea más fácil contar las monedas de más alta denominación.

El efectivo ahorrado como el de Nishimura tiene mucho sentido en Japón, cuyo crecimiento económico es lento y donde después de 15 años de deflación, el dinero vale más conforme pasa más tiempo. La escapada a un balneario, donde ella pensaba despilfarrarlo, probablemente le saldría más barata si esperara un poco más.

Pero Abe se enfrenta a presiones para mostrar resultados en su esfuerzo por sacar a Japón de la deflación, por lo que está exhortando a los acaparadores de efectivo a que cambien su mentalidad frugal por su propio bien, así como por el bien de la economía.

El resultado de esta incertidumbre sería una recuperación económica en Japón, que ha vivido cierto resurgimiento con Abe.

El razonamiento de Abe es que si se espera un futuro de precios y salarios en aumento, en lugar de a la baja, se va a gastar ahora antes de que los bienes sean más caros. Para combatir los precios al alza también se invertiría el dinero en inversiones de mayor rendimiento. Las empresas, con la confianza de una época de mayores ventas y ganancias, elevarían los precios y los salarios, cerrando así un ciclo económico positivo.

Un gran obstáculo en el camino de Japón, señala Abe, han sido las actitudes y conductas tan arraigadas en el país, después de tantos años de precios a la baja. “No es fácil alterar una mentalidad deflacionista que ha estado establecido desde hace quince años”, declaró.

Para la mayoría de los países, un alza moderada de los precios es normal. En Estados Unidos, desde el cambio de siglo, los precios se han elevado de 1,5% a 4% al año.

Pero en Japón, los precios en general no han aumentado desde fines de los noventa. La Big Mac sigue costando más o menos lo mismo que costaba en 1998, unos 300 yenes (casi tres dólares).

Abe espera que sus políticas modifiquen eso. Desde que asumió el poder, a fines de 2012, ha aplicado unas dinámicas políticas económicas y monetarias para acabar con la deflación. Su primera medida fue un chorro de política monetaria que duplicó el circulante del país, elevando los precios al debilitar el yen e impulsó el costo de la energía y los alimentos importados.

Las señales de un alza general en los precios son ambiguas. El índice de precios al consumidor se elevó solamente 0,4% en 2013. Descontando los precios de energía y alimentos, el índice de hecho se redujo en 0,2% en relación con 2012. Las dos mediciones están muy lejos de la meta del Banco de Japón de tener una inflación de 2% anual para el próximo año.

Pero incluso ese lento aumento de los precios fue recibido con escándalo e incredulidad. En todo el país, los negocios que aumentaron sus precios publicaron extensas notas de disculpas. “Nos duele en lo más profundo del corazón anunciar que pronto revisaremos nuestros precios”, anunció recientemente la destilería Kidoizumi, que elabora sake.

El lento progreso para derrotar a la deflación refleja las dificultades de superar unas expectativas y actitudes muy arraigadas, especialmente entre los japoneses jóvenes que nunca han vivido un alza de precios, explica Taro Saito, economista sénior del Instituto de Investigaciones NLI en Tokio.

Las generaciones mayores recuerdan los “golpes petroleros” de los años setenta, que pusieron por las nubes los precios de los productos de consumo, así como la burbuja de valores en los años ochenta.

Más que estar iniciando un renacimiento económico, esta inflación impulsada por los costos, como la consideran los economistas, podría convertirse en una amenaza para los japoneses insertos en la mentalidad deflacionista. Esas personas podrían ver que sus ahorros, ganados con tanto esfuerzo, se erosionan a causa del aumento de precios, advirtió Yukio Sakurai, analista de vivienda en Tokio.

Y las decisiones que tienen sentido en un ambiente de deflación – por ejemplo, rentar en lugar de invertir en una casa – podría lastrarlos con costos en aumento, degradando su nivel de vida.

“Los japoneses jóvenes necesitan cambiar de mentalidad ya, si no, quedarán rezagados”, afirmó Sakurai. “Harían bien en hablar con sus padres y abuelos.”