Clave fiscal: De la abundancia a la tristeza

Nuestros políticos, nuestras cámaras y representantes de las comunidades deben debatir seriamente sobre nuestro sistema fiscal

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Cerramos el año y por eso, le deseo lo mejor para el 2018, el cual sin duda nos recibe con novedades importantes en la materia que nos convoca en este espacio: Clave Fiscal.

Veremos el inicio de la implementación del Registro de Accionistas y veremos la entrada de la factura electrónica. Escogeremos un nuevo gobierno y nos enfrentaremos, de seguro, a la difícil cuestión de resolver el problema fiscal, diría, ojalá, de una vez por todas, pero la verdad es poco probable, pues nos debatiremos de nuevo entre la decisión de subir impuestos o de bajar el gasto. O de ambas cosas.

Yo abogo porque nuestros políticos, nuestras cámaras y representantes de las comunidades debatan seriamente sobre nuestro sistema fiscal y sobre el papel que el Estado jugará en el crecimiento de nuestras empresas y en la tranquilidad de nuestras familias. Ante todo, creo que debemos tener una discusión honesta y no desde extremismos sino desde realidades.

Y para estar a tono con la época, desempolvo una reflexión del profesor Arthur Brooks de la Universidad de Syracuse: nada puede ser tan urgente ni tan importante como dar a los que amamos y a los que no conocemos una razón para pensar que sus vidas son importantes y agradecerles lo que hacen por nosotros, dándoles un "empujoncito" ahí donde más lo necesitan.

Si bien regalar cosas materiales es apreciado, lo es más escuchar, acompañar, que otros sepan que lo que hacen es importante para uno, celebrar lo que hacen, dar la mano ahí donde no se espera, pero se aprecia.

Brooks reflexionaba en un artículo suyo y decía que hay que entender la importancia que tiene para las sociedades ser productivas, pero explicaba, igualmente, que si la producción no tiene enfoque, que si todo lo que importa es coleccionar objetos y que si carecemos de un centro espiritual en nuestras vidas, se pasa fácilmente de la abundancia a la tristeza.

Así que ojalá no haya olvidado presentar su declaración de renta y hacerlo bien. Pero que eso no sea lo que lo desvele, sino el amigo al que no llama hace días, el hijo a quien no abraza suficiente, el extraño al que no ha ayudado.